Aprendamos de los errores de Alemania para avanzar en la descarbonización y la tecnología sin acudir a asaltar al consumidor.
Si ustedes prestan atención a algunos comentaristas en medios de comunicación, les dirán que en Alemania la electricidad es “prácticamente gratis” por la política renovable y que hay días en que los precios son negativos. Vamos, un chollo. Sin embargo, es mentira. Es peor que mentira, es lo contrario. Porque los que les repiten ese mensaje hablan del precio mayorista, que es menos del 40% de la factura, el resto se ha disparado por las subvenciones e impuestos (algo parecido a lo que ocurrió aquí).
La factura que pagan los ciudadanos no ha bajado, se ha duplicado y los precios a las familias están en máximos históricos. El riesgo de que la demagogia y la mentira sobre el fracasado modelo alemán se presente como lo que debe hacer España es enorme. Mientras en las elecciones alemanas uno de los temas de más dura crítica a la Administración Merkel ha sido el desastre de la política energética de cerrar nucleares y sustituirlas por energías intermitentes, caras y subvencionadas, aquí nos intentan contar que es algo así como el maná de la energía gratuita.
La energía debería ser limpia, barata y segura. Y el modelo alemán no cumple ninguna de esas tres condiciones. No solo no es un modelo para Alemania, es que debemos aprender de sus errores.
¿Limpia? En 2009 cuando se lanza la transición energética, Alemania emitió 301 toneladas de CO2. Hoy, la producción con carbón no solo no se ha reducido, es que se han construido nuevas centrales. El carbón representa en España aproximadamente el 8% del mix energético. En Alemania, el 40%. Las energías fósiles más del 52%, tras y, repito, duplicar la factura de los consumidores.
¿Barata? El monstruoso coste en subvenciones es la razón por la que se han disparado las facturas. 125.000 millones de euros en subvenciones renovables entre 2000 y 2015 (que llegarán a 520.000 millones de euros en 2025). Es decir, la “transición energética” fracasada le va a costar a cada familia alemana 25.000 euros de transferencia de renta real desde los consumidores a los sectores subvencionados. Todo un negocio para los buscadores de rentas a costa de los consumidores.
¿Segura? No solo siguen generando con carbón. La dependencia del gas ruso ha aumentado a pesar de la orgía de subvenciones, y han tenido que suspender su objetivo de reducción de emisiones del 40% para 2020.
Los precios de la electricidad que paga un hogar medio en Alemania, según Eurostat, son un 50% superiores a la media de la UE, incluida España.
Pero les dirán que están todos muy felices porque se están deshaciendo de las nucleares, y el coste merece la pena. Total, Alemania solo está rodeada por decenas de reactores nucleares en Francia, Bélgica, Hungría y Suiza… y los que se van a construir en Polonia. En fin…
No, la transición energética alemana no ha sido ni está siendo un éxito verde, es solo una enorme transferencia de renta a las empresas subvencionadas a costa de los consumidores. Empresas, encima, que siguen al borde de la quiebra o en quiebra porque su modelo constructor-promotor dista mucho de uno tecnológico o energético. Se endeudan para empeorar.
Ni un solo consumidor alemán ha visto mejorar su tarifa porque la reducción de costes de la que presumen los sectores subvencionados se ha evaporado a través del aumento de la ineficiencia y dependencia del sistema eléctrico. Alguno habrá que les dirá que el modelo alemán ha fracasado porque no se han dado suficientes subvenciones o no se ha intervenido más, no lo duden.
Para España, que siguió esa misma senda de decisiones políticas e ideológicas en energía, este desastre es una lección por aprender. Promoviendo energías renovables de manera competitiva de teniendo en cuenta la disponibilidad y el mix energético para que las energías intermitentes no supongan un extra-coste en redes y en costes fijos.
La sustitución del carbón es inevitable, pero debe hacerse con cabeza, recordando la importancia de la seguridad de suministro, de las horas de utilización y evitando la volatilidad de la generación por factores climáticos. No podemos sustituir energías que funcionan un 80% del tiempo con otras, más caras para el consumidor -incluyendo todos los costes- que funcionan el 22%. El gas natural, con menos emisiones, ha supuesto que el erróneo modelo alemán haya sido un éxito en EE.UU., donde se han reducido más las emisiones de CO2 y uso de carbón gracias a la competencia entre renovables y gas en un mercado no intervenido hasta la extenuación.
Eliminar el parque nuclear, que no emite CO2, es incompatible con el objetivo de descarbonizar hasta que se consiga industrializar y hacer viable a gran escala el cambio tecnológico. Hoy, veámoslo como queramos, eliminar las nucleares y sustituirlas por energías intermitentes y subvencionadas es garantía de aumentar las emisiones de CO2 y de depender más de las energías fósiles importadas.
Aprendamos de los errores de Alemania para avanzar en la descarbonización y la tecnología sin acudir a asaltar al consumidor, como siempre se ha hecho.