Esperemos que la ventana de oportunidad que se acaba de abrir contribuya al fin de la dictadura.
Venezuela está viviendo una crisis sin precedentesque puede contribuir al derrocamiento de Nicolás Maduro y su Gobierno. En un acto valiente y decidido, Juan Guaidó, la cabeza visible de la oposición y presidente de la Asamblea Nacional, se ha proclamado presidente interino de la República.
La réplica del Gobierno de Nicolás Maduro pudo desembocar en una acción violenta, pero la respuesta internacional y la presencia multitudinaria de la oposición en la calle mantienen al país dividido. De un lado, los partidarios del statu quo, de Maduro y sus compinches; del otro, los opositores deseosos de cambios drásticos que hagan que Venezuela vuelva a transitar por la senda del desarrollo.
Todo esto, que podría quedar en un asunto interno, ha suscitado diferentes reacciones a escala global. La más notable, sin lugar a dudas, ha sido la de los Estados Unidos de Norteamérica. El presidente Donald Trump ha reconocido al opositor Guaidó como presidente legítimo de Venezuela. La medida ha tenido impacto y se ha dejado sentir en los países del espacio latinoamericano. En estos momentos, además de los EEUU, han reconocido a Juan Guaidó naciones como Canadá, Argentina, Brasil, Perú, Colombia, Costa Rica, Chile y Ecuador. Por primera vez desde su llegada al poder, actores exógenos al sistema político venezolano –incluyendo organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos– han tomado parte decidida en una acción contra el Gobierno encabezado por el dictador Nicolás Maduro.
Los hechos hablan por sí solos. Desde las elecciones del año pasado, el ambiente político está enrarecido. Manifestaciones y protestas copan las calles del país. Hoy día, incluso en los barrios con mayorías chavistas se producen altercados y manifestaciones contra Maduro y su régimen.
Y es que el descontento político y social no deja de crecer. Hace apenas dos días se anunció la llamada a la rebelión de un grupo de militares de la Guardia Nacional. En las últimas semanas, grands multitudes han salido a las calles para criticar a Maduro y la gestión a todas luces predatoria que está llevando a cabo.
Las ventanas de oportunidad se abren y se cierran cuando uno menos se lo espera. Ahora, y gracias a la decisión de Juan Guaidó, al sufrimiento de miles de venezolanos que luchan por la libertad dentro y fuera del país y al decidido compromiso con la democracia que han mostrado determinados actores internacionales, se puede llegar a ver luz al final del túnel.
La situación es insostenible. La degeneración institucional, económica y social que ha sufrido el país quedará registrada en la historia de América Latina como una de las más dramáticas y veloces. Los chavistas bolivarianos han destruido un país otrora ejemplo de democracia y desarrollo. Y lo han demolido desde los cimientos, arruinando su estructura productiva, desgarrando la moral colectiva e individual de cada ciudadano venezolano. Naciones Unidas señala que más del 85% de la población venezolana vive en situación de pobreza. El 61% en pobreza extrema (con menos de 1,25 dólares americanos al día). Dicha pobreza sigue aumentando debido a una hiperinflación galopante que puede llegar, según el FMI, a 10.000.000% (sí, son siete ceros) a finales de este año. Una cifra inaudita que contribuye, y de qué manera, a la decadencia de Venezuela.
Venezuela ha despertado, y con ella parte de la comunidad internacional. Esperemos que la ventana de oportunidad que se acaba de abrir contribuya al fin de la dictadura y el país vuelva a ser lo que fue no hace tanto tiempo. Un país estable y libre con un futuro prometedor.