La violencia de género no se acentúa en España, donde está por debajo de la media europea.
Recuerdo que el año pasado, en los debates parlamentarios sobre la legislación a propósito de la violencia de género, leí que “el denominador común de todos los peros es la financiación”.
Y en efecto, la izquierda estaba muy molesta porque se iban a gastar mil millones de euros en cinco años. El coordinador federal de IU, Alberto Garzón, calificó la financiación de «claramente insuficiente». Coincidió Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas, que subrayó que mil millones en cinco años “suponen una inversión real de 200 millones al año contra los malos tratos…Si esto lo dividimos entre 17 comunidades autónomas y miles de ayuntamientos, ¿a cuánto toca?”.
En todos los casos, por tanto, se trató de la antigua falacia según la cual los problemas sociales se pueden resolver si el Estado les quita todavía más dinero a las mujeres y se lo entrega a los políticos, los burócratas y los grupos de presión. Nadie planteó la más mínima duda acerca de este argumento, su solidez y sus límites. Mucho menos se sugirió que el incremento de la vigilancia sobre la sociedad, la educación, los medios, etc., podía acarrear algún inconveniente para la libertad de las mujeres.
Y, por fin, lo que nadie apuntó, nadie de ningún partido, nadie en ningún medio, es que este grave problema no se agrava, o no se agrava tanto como para que sean imprescindibles campañas punitivas contra la libertad y las carteras de las mujeres.
En efecto, es tal la intoxicación a propósito de la llamada violencia machista, que los ciudadanos estamos listos para aceptar que el problema no solo es gravísimo, sino que además se agrava en nuestro país a lo largo del tiempo. Así se justifican tanto el discurso político como el torrente de dinero público destinado a grupos feministas.
Los datos, sin embargo, refutan esta idea. La violencia de género no se acentúa en España, donde está por debajo de la media europea, y muy por debajo de los supuestamente paradisíacos países nórdicos. Además, la situación no empeora, sino que mejora. Vi en su día las cifras, gracias a Alejandro Macarrón, y resultó que en el primer semestre de 2018 los datos fueron los mejores en más de once años. La noticia no fue destacada en los medios.