Salvemos el presupuesto del planeta.
El Instituto de Estudios Económicos (IEE) en colaboración con el Institut Économique Molinari de Francia acaba de publicar un informe revelador en el que se señala la triste realidad de nuestra economía. El lastre que nuestros hijos y nietos van a heredar no es sólo un planeta más o menos limpio, sino unos Estados endeudados y, lo que es peor, acostumbrados a vivir del aire. Eso sí, unos más y otros menos.
El informe titulado ‘La Deuda Pública en España. Implicaciones para la política económica’, recoge un ensayo inicial acerca de la evolución de nuestra deuda pública y su evolución a lo largo de los últimos años (disponible en español en la página del IEE). Además, incorpora la adaptación para el caso español de “día de la deuda”. Desde el Institut Économique Molinari y basándose en los datos ofrecidos por Eurostat, cada año se calcula cuántos días al año los gastos públicos son financiados por los ingresos públicos. O, dicho de otra manera, a partir de qué día vivimos «del aire», de la deuda contraída a largo plazo y que vamos dejando en herencia a nuestros descendientes. Es una buena noticia que, este año, el IEE, con Diego Sánchez de la Cruz como investigador asociado, se haya unido a este esfuerzo por concienciar a la población de la realidad económica.
El estudio original (en francés, en la página del Institut Économique Molinari) desglosa los presupuestos en función de si se trata de la administración central del Estado, las administraciones regionales, locales o la Seguridad Social. De todos estos niveles, es la administración central la que se comporta peor. Por ejemplo, en el caso español, mientras que, si tomamos los ingresos y gastos de las administraciones públicas en general, vivimos de los que ingresamos hasta el 9 de diciembre, la cosa cambia si nos referimos a la administración central. En este caso, los ingresos se agotan el día 6 de diciembre, día de la Constitución Española. Todo el mundo celebrando y las arcas sin fondos. Y no puedo por menos que acordarme de Fuentes Quintana, el autor del Programa de Saneamiento y Reforma Económica conocido como los Pactos de la Moncloa, la renovación económica de la Transición sin la que habría sido imposible la democracia ni la entrada en la CEE de España.
Nadie diría que la administración central con un mayor superávit en días con el presupuesto cuadrado es Bulgaria, seguida de Malta, Croacia e Irlanda. Mientras que la administración central del Estado en España sólo financia hasta el 6 de diciembre, los griegos, la oveja negra europea, que pidió el mega rescate y tan mal lo pasó, se administra mejor que nosotros y tiene ingresos estatales hasta el 20 de diciembre. Casi cumple el año entero. Podemos consolarnos pensando que si tomamos el conjunto de las Administraciones Públicas tenemos tres días más, o que Francia e Italia están peor que nosotros. Pero es ineludible mirar nuestro mayor roto, el agujero de las pensiones, sin sonrojarnos. Como explica el informe del IEE: «El déficit acumulado desde hace años por el sistema supuso, primero, el agotamiento del Fondo de Reserva y se traduce, ahora, en un aumento progresivo de la deuda de la Seguridad Social. La desaceleración del empleo, la falta de reformas y el envejecimiento demográfico harán que este indicador se siga deteriorando, generando nuevas cargas y perjudicando la sostenibilidad futura del sistema de pensiones».
Y después de leer ambos informes, hay una reflexión inevitable a compartir. Me encanta que todos tomemos conciencia de lo importante que es mantener un planeta limpio, aguzar el ingenio para desarrollar procesos de producción sostenibles, compatibles con un planeta verde y hermoso como es el nuestro. Pero, sinceramente, la primera vez que vi a Greta mirar a cámara con cara de indignación espetando «¿Cómo os atrevéis?», una ilusión se encendió en mi corazón, pensando que iba a referirse a la enorme deuda con la que estamos lastrando su generación. Mi gozo en un pozo. Se refería a la contaminación y al agotamiento de los recursos del planeta. No voy a referirme a la fibra de vidrio del catamarán, la poliamida de las velas, o los motores que le permitieron llegar a la Península Ibérica cuando la mar se puso chula en su travesía atlántica. Yo, personalmente, y sin ninguna mala conciencia, agradezco todas esas innovaciones en materiales que permiten que combatamos las inclemencias del tiempo, y vivamos mejor, vacunas y medicamentos incluidos. Debo llevar el mal muy arraigado en mi alma.
Mi duda es cómo es que nadie le ha contado a Greta, de cuyas buenas intenciones no dudo, que los Estados que está visitando están dejando una herencia envenenada a su generación y a las siguientes. Que con una economía lastrada por la deuda heredada difícilmente vamos a poder financiar en España nuevos procesos de producción menos contaminantes, o maneras de reciclar innovadoras o descubrir nuevos recursos energéticos. Por qué razón no hay una asociación de adolescentes españoles, o europeos, o mundial (ya puestos a soñar) que reclame a los gobiernos: «¿Cómo te atreves a gastar mis recursos?». Todo es ponerse. Si alguno se anima que se ponga en contacto conmigo, pondré mi neurona y media a su disposición. Salvemos el presupuesto del planeta.