En realidad no va a ser una, sino ciento setenta las disposiciones que el gobierno pondrá en marcha para que el siempre esquivo cambio climático esta vez no tenga escapatoria.
En sus últimas declaraciones públicas respecto a este asunto, ZP aseguró que el cambio climático "es uno de los principales retos mundiales y el mayor riesgo que afronta la vida en La Tierra". Es una lástima que Al Gore no estuviera en primera fila para escuchar a su pupilo más aventajado, porque hubiera tenido una sublime erección cerebral al oírle recitar su mensaje utilizando casi las mismas palabras.
Sin embargo, tanta contundencia a la hora de atajar un problema imaginario choca frontalmente con la trayectoria reciente de ZP en su acción de gobierno, caracterizada por el talante y el diálogo sin condiciones. Ya en sus tiempos de líder de oposición, Zapatero mostró que lo suyo es la moderación. Al propio Iñaki Gabilondo le ha recordado más de una vez que su estrategia en la oposición a Aznar esuvo sujeta en todo momento a la más exquisita elegancia política y al rechazo constante de cualquier postura que pudiera provocar crispación. Seguramente se refería a las manifestaciones del Prestige o a las algaradas de Irak, o tal vez a los ataques a los miembros y sedes del partido en el gobierno durante las jornadas de exaltación democrática inmediatamente posteriores al 11-M, plenas de tolerancia política, exquisitez en las formas y respeto al adversario.
Pues bien, todo este bagaje de mesura democrática, que el presidente por accidente reclama como su patrimonio más valioso, se ha desvanecido con el asunto del cambio climático. Gran decepción para los que vieron en ZP la quintaesencia de las cuatro virtudes teologales de progreso: diálogo, talante, mestizaje y tolerancia.
Lo que debería hacer Zapatero es abrir un proceso de diálogo con el clima para llegar a una solución de consenso, que satisfaga a las dos partes de forma que no haya vencedores ni vencidos. Sería un camino largo y difícil, a lo largo del cual podrían ocurrir accidentes (una inundación, un par de tsunamis…), pero la sociedad democrática apoyaría sin dudarlo ese esfuerzo talantudo ZP I El Pacificador.
El único problema es que la mayor parte de los climatólogos serios está cada vez más convencida de que el origen de las fluctuaciones de temperatura del planeta no se encuentra en la acción humana, sino en los ciclos de actividad solar. O sea, que por mucho que nos riña la ministra Narbona y por más que nos vacíen el bolsillo con coacciones absurdas, el planeta se seguirá calentando y enfriando, exactamente igual que lo viene haciendo en los últimos cuatro mil millones de años. Por tanto, no estaría de más que nuestro gobierno sacara su vena autoritaria para atajar otros problemas mucho más cercanos al ciudadano de bien. ¿Qué tal 170 medidas para acabar con la ETA? Es sólo una sugerencia.