Aun así, una mayoría de la población sigue desconfiando de esta tesis. A sus ojos el Estado sigue siendo un altruista benefactor que trata de proporcionar al pueblo llano la escuelita que necesita para no quedarse rezagado frente a los ricos y poderosos. Por supuesto, quienes sostienen tales ideas deberían caer en la cuenta de que ellos mismos han sido educados en un sistema controlado firmemente por el Estado, y de que, por consiguiente, buena parte de sus ideas puede ser producto de esa manipulación originaria.
Entre los rufianes que se benefician del sistema y los cándidos serviles que se creen la cantinela de los anteriores, la educación pública sobrevive como el más prodigioso aparato de adoctrinamiento masivo que existe.
Las últimas maniobras del Gobierno socialista, con todo, deberían hacer caer de la parra a más de uno. La asignatura de Educación para la Ciudadanía que pretende implantar el Ejecutivo desvela con toda claridad el propósito primigenio de todo el sistema educativo español: crear entusiastas militantes del Estado.
Aun así, no dudo de que la mayoría de los españoles siga siendo tan pusilánime como para mirar hacia otro lado mientras le azotan la espalda, pero confío en que el descaro totalizador de la asignatura abra al menos algunas brechas entre las adormiladas conciencias patrias.
De hecho, la revolución educativa que ha planteado ZP ya ha tenido su particular reacción en el Gobierno de Esperanza Aguirre, que, en un alarde de magnanimidad y de liberalismo extremo, ha permitido convalidar la asignatura por labores de voluntariado. Vamos, como cuando Mao sustituyó la lectura de su Libro rojo en las escuelas y envió a los niños a las granjas rurales para reformar su espíritu mediante el trabajo.
Al Gobierno, obviamente, esta injerencia en su agenda interna le ha sentado como una patada en la espinilla, y se ha afanado en recordar que la asignatura es obligatoria. ¡Y tan obligatoria! Como que sustituyen el cerebro de los críos por una papeleta electoral del PSOE.
Basta pasarse por los contenidos de la asignatura para comprender el alcance ideologizador y emburrecedor de la materia.
Por ejemplo, en contenidos comunes encontramos
Reconocimiento de las injusticias y las desigualdades. Interés por la búsqueda y práctica de formas de vida más justas. Participación en proyectos que impliquen solidaridad dentro y fuera del centro.
Como toma de posición ética no está mal: desigualdad = injusticia. O, dicho de otro modo, cualquier orden social no igualitario es intrínsecamente injusto y maligno. Afortunadamente, el cirujano estatal estará siempre presto para realizar las oportunas operaciones, apelando siempre, eso sí, a los sentimientos de solidaridad "fuera del centro" que convenientemente se habrán encargado de insuflarnos.
¿Que un empresario gana dinero? Explotación. ¿Que un individuo se compra una segunda casa para veranear? Especulación. ¿Que un hombre accede a un puesto de responsabilidad en una compañía? Sexismo. ¿Que critico ciertos dogmas del islam? Xenofobia. ¿Que estoy en contra de las ayudas estatales al Tercer Mundo? Genocidio.
Lo importante no es que los individuos entablen relaciones libres y voluntarias, que cumplan de buena fe los acuerdos contractuales o que reparen los daños que causen. Todo esto no tiene nada que ver con la justicia; de hecho, la libertad puede generar injusticias si da paso a una distribución desigual de la renta. ¿Seguro que ZP no es un clon procedente de un gen tonto de Karl Marx?
Otro ejemplo de adoctrinamiento lo tenemos en el siguiente punto:
Ciudadanía global. Desarrollo humano sostenible. Cooperación. Los movimientos comprometidos en la defensa de los Derechos Humanos.
El multilatelarismo estatista de ZP metido de lleno en las aulas. Ahora resulta que somos ciudadanos del globo, esto es, que nos adscribimos a un Estado mundial cuya misión parece ser promover un desarrollo sostenible de la Humanidad; o, dicho de otro modo, planificar, controlar, dirigir y reprimir las vidas de 6.000 millones de personas para evitar la extinción del chinche verde.
Y como el Estado no produce nada sino que se nutre del expolio de la población, supongo que será necesario crear algún impuesto mundial, como la Tasa Tobin, para financiarlo. Al fin y al cabo, parece que el compromiso con la defensa de los Derechos Humanos debe consistir en vulnerar los derechos naturales más elementales de manera sistemática. Las personas tienen derechos en la medida y en la extensión en que el Estado los tolere, pues en todo caso están sometidos a que no den lugar a un orden social desigual. Hay que apretar las tuercas y mover las palancas intervencionistas conforme sople el viento de la libertad.
Pero si todo esto es escandaloso –y lo es mucho–, esperen a ver el método de evaluación:
Reconocer los Derechos Humanos como principal referencia ética de la conducta humana (…) Se trata asimismo de valorar si el alumnado entiende los derechos humanos como una conquista histórica inacabada y manifiesta una exigencia activa de su cumplimiento.
No se conforman con atiborrar de basura, mentiras y prejuicios socialistas a los escolares, además quieren que se crean esas falacias y que las asuman como la Verdad. La posición ideológica de cada alumno –y no el grado de conocimiento sobre una posición ideológica– es uno de los criterios de evaluación. Estamos ante los exámenes y las supervisiones de pensamiento: el objetivo auténtico, como en 1984, no es soportar estoicamente al Gran Hermano, es amarlo y adorarlo como al auténtico y único realizador de la Humanidad.
Con estos mimbres, no es de extrañar que el Gobierno se empeñe en que la asignatura sea obligatoria en toda España. ¡Si les garantiza el chiringuito por varias décadas!
Es momento de volver a reivindicar la muy necesaria separación de la escuela y el Estado. La solución no pasa por confiar en que otros políticos lleguen a salvarnos. El problema es inherente al sistema: la estabilización coactiva de los alumnos para que se les inculque un programa aprobado por los políticos y para los políticos.
La solución real consiste en que los padres caigan en la cuenta de que la educación de sus hijos les corresponde a ellos. Es hora de generalizar el homeschooling y la educación privada, de cerrar escuelas públicas y de enterrar los planes escolares obligatorios y centralistas. La libertad requiere de responsabilidad y desemboca en diversidad: si no quiere ser un peón de la burocracia y del poder político, saque a sus hijos de los centros de adoctrinamiento estatales.