Novak defendió que un orden social en el que la piedra angular es la libertad es el más adecuado para fomentar la creatividad humana y mejorar nuestro bienestar.
El pasado viernes falleció en Washington el filósofo y teólogo católico Michael Novak. Estadounidense de origen eslovaco, Novak se formó durante los primeros años de su juventud como seminarista. Tras una evolución hacia posturas más conservadoras desde unos iniciales coqueteos con la izquierda, se convirtió en uno de los pensadores católicos más importantes de las pasadas décadas, hasta el punto de recibir el Premio Templeton por su contribución al estudio de la realidad espiritual y el doctorado honoris causa de la Universidad Francisco Marroquín por su compromiso con las ideas de la libertad.
En un momento en el que desde la cabeza de la Iglesia católica se defiende que el capitalismo mata de hambre, no da trabajo y favorece delincuencias; y ahora que en una de las obras liberales más celebradas de los últimos tiempos se sostiene que el cristianismo, junto con el comunismo, ha sido uno de los grandes enemigos del comercio, la figura de Michael Novak adquiere una importancia mayúscula.
Y es que Novak, cuando la larga noche del socialismo se había infiltrado en cada rincón del planeta, incluyendo el propio catolicismo, y amenazaba con destruir lo que quedaba de civilización, mostró la osadía de izar la bandera del capitalismo. En la mejor tradición católica, la de los escolásticos de la Escuela de Salamanca cuyas principales intuiciones económicas fueron siglos después sublimadas por los teóricos de la Escuela austriaca, Novak defendió que un orden social en el que la piedra angular es la libertad es el más adecuado para fomentar la creatividad humana y mejorar nuestro bienestar.
En su obra más importante, The Spirit of Democratic Capitalism (1982), Novak explicó que «el capitalismo no es el Reino de Dios y no carece de pecado. Pero si hay alguna esperanza de acabar con la pobreza y la tiranía opresora —quizá nuestra última y mejor esperanza—, todo pasa por este sistema tan despreciado».
En este sentido, Novak adquirió una enorme notoriedad al desvelar la conversación que mantuvieron Juan Pablo II, a quien asesoraba, y Friedrich A. Hayek. De ese encuentro se ha deducido la gran influencia que el pensamiento de Hayek ejerció en la encíclica Centesimus annus, cuyos capítulos referidos al ámbito económico están trufados de remembranzas austriacas.
Michael Novak, requiescat in pace.