La amenaza de un cambio: ¿una nueva estrategia para Venezuela?

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La amenaza no es más que la comunicación de los propios móviles, expresados para hacer ver claramente al otro las consecuencias automáticas que se derivarían de sus actos. Y, dicho sea de paso, si se consigue la disuasión, resultan beneficiadas ambas partes.

Thomas Schelling (La estrategia del conflicto), 1964.

La primera versión de este artículo fue publicada bajo el mismo título el 29 de enero de 2019, por el Instituto Independiente de los Estados Unidos en su blog Voces de Libertad, durante la primera administración del presidente estadounidense Donald Trump. Un período en el cual se implementaron las medidas más duras contra el régimen venezolano por parte de los EE. UU., en comparación con las de sus predecesores.

Habiendo hecho la aclaración anterior y siguiendo con el planteamiento de Thomas Schelling, es oportuno remarcar que, en una comunicación política, cuando se amenaza con un acto de carácter diplomático, económico, político o militar que aún no se ha llevado a cabo, el único incentivo es intimidar o disuadir al adversario a través de las consecuencias perjudiciales que se derivarían de él. La condición sine qua non de la advertencia en cuestión es que el amenazante debe tener no solo los incentivos (ya sean económicos, geopolíticos, ideológicos, religiosos, etc.) para llevar a cabo el ultimátum, sino también los medios materiales y humanos, además de la legitimidad tanto interna como externa en su país. Esta última se entiende como el apoyo político necesario para implementarlo en caso de que sea necesario.

Expuesto el punto anterior como marco teórico de análisis, pasaremos a reflexionar sobre el caso de los Estados Unidos y Venezuela, dentro del actual escenario planteado bajo la segunda administración del presidente Trump. Para los efectos de este análisis, es importante hacer una breve comparación de las condiciones objetivas y subjetivas en lo referente a elementos como el consenso, la legitimidad política de los actores en cuestión y sus liderazgos, así como la de los factores en juego, relativos a la seguridad de los Estados Unidos y el resto del hemisferio americano principalmente, que han venido marcando la dinámica de este conflicto. Y que han servido de referencia a las políticas que la actual administración estadounidense está llevando a cabo frente a Venezuela, respecto a las de su primer período 2017-2021.

Trump frente al conflicto con Venezuela.

Muchas de las razones estructurales que llevaron a la primera administración del actual mandatario estadounidense a implementar una estrategia que fue llamada de máxima presión contra el citado régimen durante su primera administración, se han mantenido vigentes, con la salvedad de que las mismas han sufrido un agudo empeoramiento como progresos en dirección positiva, tanto en los factores objetivos como subjetivos respecto a las razones por las cuales se debe lograr un cambio en la estructura de poder imperante hoy en día en Venezuela.

Factores objetivos
  1. Es relevante destacar la degradación en cuanto a la falta de legitimidad de origen del grupo usurpador liderado por Nicolás Maduro, el cual perdió las elecciones del pasado 28 de julio de 2024 de manera aplastante frente al liderazgo político de María Corina Machado y el triunfo contra viento y marea de Edmundo González Urrutia. Este elemento fue más contundente que la situación que se manejó con el malogrado gobierno interino de 2019 liderado por Juan Guaidó y el vendido grupo político llamado el G4, el cual terminó siendo un rotundo y bochornoso desengaño político salpicado por casos de corrupción y una estrategia fallida que terminó obedeciendo a los intereses del narco-régimen venezolano.
  2. También destaca el aumento de la migración delictiva hacia Estados Unidos y algunos países de Suramérica durante la administración de Biden. La cual originó tensiones internas en estos países, con el aumento de actos delictivos, aunque estadísticamente insignificantes respecto a la población total de venezolanos presentes en esas naciones, pero con un grave impacto en cuanto a la opinión pública se refiere y costo político para los respectivos gobiernos.
  3. La consolidación y expansión de grupos como el Cártel de los Soles y el Tren de Aragua, que ha llevado a los Estados Unidos y a varios países latinoamericanos, caribeños y al Parlamento Europeo a considerar al citado cártel, principalmente, a declararlo una organización narcoterrorista, así como al Tren de Aragua en el caso de los EE. UU. y algunas naciones del hemisferio. Esto se debe a que son percibidos como factores de desestabilización política y social por estos países y una amenaza para su seguridad nacional.
  4. El incremento de la presencia de los grupos narcoterroristas como las disidencias de las FARC y el ELN, en territorio venezolano ya de larga data, así como el resto de las células de algunas organizaciones terroristas del Medio Oriente, que mantienen un esquema de lavado de dinero proveniente de actividades del narcotráfico y de la corrupción en Venezuela como mecanismo de financiación. Teniendo estas organizaciones como operadores, importantes grupos locales de procedencia y descendencia árabe de diferentes orígenes y religiones, sean estos libaneses, sirios o palestinos, y de distintas confesiones religiosas como cristianos, musulmanes sunitas, musulmanes chiítas o drusos principalmente y otras religiones.

Así como de otras nacionalidades del Medio Oriente, como iraníes bajo el mandato del régimen iraní, y que han estado operando a sus anchas bajo juegos de doble cara, infiltrando a su vez por órdenes del narco-régimen a ciertos excrementos políticos en los mandos medios y altos de algunos supuestos grupos que se hacen pasar por “oposición” en Venezuela, entre otras actividades delictivas.

  1. El agravamiento del deterioro socioeconómico de la sociedad venezolana producto del fracasado modelo socialista y estatista, principalmente, y de la inédita corrupción que, según cálculos conservadores de organismos internacionales, puede rondar entre 500.000 y 600.000 millones de dólares estadounidenses. Y no de las sanciones impuestas por la primera administración de Donald Trump.

¿O es que bajo la presidencia de Joe Biden, cuando se le permitió a la petrolera estadounidense Chevron operar bajo ciertas limitaciones, lo cual le permitió al régimen venezolano obtener algunos ingresos adicionales de divisas, se produjo un importante alivio socioeconómico en Venezuela o un cambio estructural significativo en la economía de este país que haya revertido su constante empobrecimiento y la emigración masiva de su población hacia sus países vecinos más cercanos, como hacia los Estados Unidos principalmente?

Y lo más trascendental a destacar: ¿es que las operaciones de Chevron evitaron la estrepitosa y bochornosa derrota electoral del candidato del régimen Nicolás Maduro, a pesar de que este contaba con el obsceno control del Consejo Nacional Electoral (CNE) y de las fuerzas armadas y demás aparatos represivos al servicio de este? Ambas interrogantes dejan al descubierto las verdaderas raíces estructurales de la crisis socioeconómica y política venezolana, las cuales han sido la naturaleza criminal, corrupta, comunista y dictatorial del régimen en cuestión.

  1. El incremento de los cargos penales que en las Cortes Federales estadounidenses pesan sobre importantes figuras y ex-oficiales de alto rango del narco-régimen venezolano, más las importantes sumas de dinero ofrecidas como recompensa por figuras como Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López. Sumado a esto el proceso en curso en la Corte Penal Internacional sobre violación de derechos humanos, y que en cualquier momento podría terminar en órdenes de captura contra las cabecillas del mencionado régimen.
Factores subjetivos

Un factor subjetivo que evolucionó en sentido positivo en este segundo mandato de Trump, referente al conflicto con Venezuela, ha sido el fuerte y más transparente liderazgo opositor liderado principalmente por María Corina Machado, que, a diferencia del que encarnó Juan Guaidó, ha resultado ser más diáfano y eficaz que la burda, mediocre y falsa conducción opositora que por poco tiempo simbolizó la hoy triste figura política de Guaidó.

La cual estuvo respaldada por los hoy en día cuestionados aliados del G4, grupo político liderado por Acción Democrática de Henry Ramos Allup, Primero Justicia de Enrique Capriles Radonsky y Julio Borges, Voluntad Popular dirigida por Leopoldo López, el mentor de Juan Guaidó, y por último el ex-adeco y ex-gobernador del Estado Zulia Manuel Rosales, con su partido político llamado Nuevo Tiempo, entre otros grupos seudo-opositores venezolanos.

El otro elemento subjetivo que ha avanzado favorablemente dentro de esta crisis ha sido la fuerte determinación y consenso entre las diferentes tendencias que existen dentro de la segunda administración del presidente Donald Trump de enfrentar con el uso de la fuerza a la narcodictadura que usurpa el poder en Venezuela. A diferencia de los titubeos de la primera Administración de Trump, donde hubo diferencias de enfoques a la hora de evaluar la opción militar, más allá de las amenazas veladas realizadas por algunos de los funcionarios de esta en esa época y las cuales terminaron cayendo en el descrédito.

Como ejemplo podemos mencionar las múltiples declaraciones emanadas desde las diferentes agencias gubernamentales de la actual administración Trump, las cuales han ido desde el Departamento de Estado, en boca del actual titular, el secretario de Estado Marcos Rubio, pieza central de esta política. Pasando por la Secretaría de Guerra en voz de su actual titular Pete Hegseth, el cual, entre sus múltiples referencias sobre el Cártel de los Soles, ha declarado que “Los trataremos como a Al-Qaeda”, entre otras de las fuertes afirmaciones realizadas por el citado funcionario en contra de dicha organización criminal.

De igual forma, cabe recalcar que altos voceros de las demás ramas de los servicios de inteligencia y policiales de los Estados Unidos, como el FBI y la DEA, han realizado fuertes señalamientos en contra del referenciado cártel y del Tren de Aragua. Hasta las figuras más prominentes de la Casa Blanca, lideradas por el mismo presidente Donald Trump y secundadas por el vicepresidente J.D. Vance, han reafirmado la posibilidad y legitimidad de usar la fuerza militar en contra de los cárteles venezolanos. En este sentido podemos mencionar a título de ejemplo un comunicado oficial emanado de La Casa Blanca en el cual sostuvo que: “El régimen en Venezuela es ilegítimo y que trafique drogas a EE. UU. es inaceptable”.

Entre otras señales enviadas por la administración Trump hacia el narco-régimen venezolano, es importante subrayar no solo el despliegue de una significativa fuerza naval y aérea en el Caribe próxima a las fronteras venezolanas. Sin dejar de mencionar la destrucción de la narco-lancha sin ningún miramiento por un vehículo aéreo estadounidense desplegado en la citada zona. Así como la reafirmación del consenso alcanzado en el seno de la actual administración estadounidense respecto a cómo terminar el conflicto con el régimen usurpador venezolano en caso de que la fase disuasiva en curso no logre sus objetivos. Corroborándose estas acciones y declaraciones, el consenso existente dentro de la administración Trump II sobre lo que hay que hacer en Venezuela.

De igual manera, es importante enfatizar la evolución que en sentido positivo ha tenido el fuerte asentimiento que a nivel del Congreso estadounidense se ha producido sobre el peligro que ha representado el narcoterrorista grupo usurpador del poder en Venezuela para los Estados Unidos, como para el resto del hemisferio americano.

El otro componente subjetivo que es relevante mencionar, ha sido el aumento del fuerte respaldo a la causa de la libertad en Venezuela por parte de los principales medios de comunicación, tanto escritos como televisivos de los Estados Unidos. Y el reconocimiento por parte de estos del peligro que los citados cárteles narcoterroristas han significado principalmente para la sociedad norteamericana y su impacto negativo, en el resto del continente.

Siendo estos factores tanto objetivos como subjetivos, los incentivos que tendría la Administración Trump y, en gran parte de la comunidad internacional para cumplir la amenaza de desalojar por la fuerza a la camarilla de usurpadores ilegítimos y delincuenciales, que actualmente ejercen el poder de facto por medio de la violencia y la intimidación psicológica en Venezuela, frente a un pueblo que demostró su rechazo de manera masiva y contundente el pasado 28 de julio de 2024.

No obstante, a las razones arriba expuestas, es imperioso subrayar que la eficacia de la amenaza depende como ya lo hemos señalado, no solo de la determinación verbal del amenazante, en este caso de los Estados Unidos de América, y de las razones y la legitimidad política y legal subyacente de las mismas. Sino de la capacidad material y humana de llevar a cabo tal amenaza hasta lograr sus objetivos.

No pretendemos aburrir al lector con una larga lista de los sistemas de armas, capacidad logística y posicionamiento de bases que los Estados Unidos tienen en un rango que va desde 90 a 2500 millas náuticas de Venezuela. Sin dejar de mencionar algunos de los recursos navales y aéreos, representados entre otros: por los submarinos de propulsión nuclear de la clase Los Ángeles, Virginia y los Ohio reconfigurados portadores de unos 150 misiles de crucero Tomahawk, como el de los buques de superficie que portan el sistema de Combate Aegis con sus sistemas de lanzamiento vertical (VLS) MK 41 y 57 respectivamente, que albergan decenas de misiles de tipo crucero, entre los cuales se encuentran los de la Clase Arleigh Burke y Ticonderoga, entre otros buques de diferentes clases como los de desembarco anfibio que ya han sido desplegados y bien referenciados por los medios internacionales de comunicación, en el área del Caribe próxima a Venezuela.

En lo relativo a los medios aéreos, se encuentran los aviones cazas sigilosos F-22 y F-35, de los cuales ya han sido desplegados unos 10 F-35A en Puerto Rico. Así como al posible uso de los bombarderos estratégicos B-2 Spirit, acantonados en la Base Aérea de Whiteman, más los B-52 y los B-1B Lancer, sumado a los aviones AWACS de alerta temprana aerotransportados, los aviones cisterna KC-10 Extender, los Boeing EC-135 de espionaje electrónico, más los aviones de guerra antisubmarina y superficie como los Boeing P-8 Poseidón que ya han sido desplegados en el puesto de avanzada aérea del aeropuerto internacional Hato de Curazao. Vitales estos para la vigilancia del espacio aéreo del enemigo y la consiguiente logística de reabastecimiento aéreo y guerra electrónica.

Posibles escenarios militares y la peculiaridad del teatro político-militar venezolano

Mucho se ha especulado sobre los posibles escenarios de acción militar si al final el presidente Donald Trump decide utilizar la fuerza después de haber agotado los medios diplomáticos y de disuasión y de presión psicológica previa al uso de esta.

Muchos han sido los análisis y aseveraciones realizadas por los que algunos han sido llamados o se hacen llamar expertos en inteligencia y estrategias militares, respetando la opinión de estos. Es importante aclarar, por respeto a nuestros lectores, cuáles serían las diferentes modalidades de intervención militar que podrían ser llevadas a cabo por las fuerzas estadounidenses, tomando en cuenta, en primer lugar, las peculiaridades que presenta el teatro político y militar venezolano, más los costos políticos y riesgos militares inherentes para la administración Trump en cada una de esas opciones.

El escenario político-militar venezolano presente presenta unas especiales características, con una camarilla que ejerce el poder de manera ilegítima tanto en términos legales como políticos, sustentada en una amplia maraña de represión y corrupción que le ha permitido mantenerse en el poder, a través de los medios ya mencionados. Carece del apoyo de la gran mayoría popular en Venezuela, como lo demostraron los resultados de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, como del grueso de las Fuerzas Armadas.

En lo relativo al ámbito militar operacional de todos los componentes que conforman las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB), tanto en términos cualitativos como cuantitativos. Las mismas presentan un estado deplorable con una baja moral entre sus mandos medios y bajos, debido a la corrupción y putrefacción en la que se han visto envueltas por un liderazgo militar incurso en prácticas poco transparentes por un lado, y, por el otro, por el estado calamitoso desde el punto de vista técnico-operacional en que se encuentran todos sus sistemas de armas, que dicho sea de paso, son tecnológicamente muy inferiores a los que poseen los Estados Unidos.

Este escenario plantea ventajas para los Estados Unidos, pues para lograr defenestrar al Cártel de los Soles y al Tren de Aragua, no se requiere ninguna invasión masiva de tropas terrestres y aerotransportadas, pues los costos económicos y políticos a mediano plazo serían contraproducentes, además de innecesarios dada la naturaleza del teatro político-militar en cuestión, el cual no lo amerita por las razones antes expuestas.

En lo concerniente a las famosas operaciones de extracción al estilo de las películas de Hollywood, y de que tanto eco se han hecho muchos “analistas de asuntos militares”, tales operaciones tienen riesgos muy altos; tal vez no son imposibles de llevar a cabo, pero en el caso venezolano serían de alto peligro dado que podrían ser víctimas de alguna emboscada, que daría al traste con el éxito de estas. Además, cualquier operación de esta naturaleza debe contar con informes y operaciones de inteligencia previas que sean casi un 100% fiables y seguras.

Esto no quiere decir que sea cien por ciento improbable su ejecución, pero a nuestro juicio no es la más recomendable. A pesar de que una acción de esta naturaleza sea desde el punto de vista político y legal lo ideal. La captura de uno, de dos o tres de los principales cabecillas de manera simultánea parecería algo muy poco probable dentro de este escenario, pues todos están en sobre-alerta, lo que reduce la posibilidad del efecto sorpresa requerido. Sumado a esto, a que el problema no se resuelve con la defenestración de tres cabezas, pues el mismo va más allá de estas; es como un cáncer que hizo metástasis en todas las instituciones y agrupaciones políticas venezolanas.

Esto nos lleva al escenario de intervención militar que conllevaría menos riesgos tanto políticos como militares para la administración Trump y el cual sería el más eficiente en términos de alcanzar los objetivos planteados respecto a Venezuela, algo que ya planteamos en la primera versión del presente artículo publicado en el año 2019.

El teatro ideal sería el inicio de un ataque a través del uso masivo de misiles de crucero Tomahawk, cazas furtivos F-22, F-35 y el B-2 Spirit y el uso de los sistemas de guerra electrónica sobre los centros de control y defensa aérea que posee la “gloriosa y temible” FANB venezolana, más otros objetivos estratégicos tanto nacionales como regionales, eliminándolos en pocos minutos de manera simultánea, con precisión milimétrica, con el fin de controlar el espacio aéreo venezolano, y así poder desarticular las líneas de comandos y controles políticos, militares y de represión policial y judicial del narco-régimen. Operaciones que contarían no solo con la legitimidad política, sino jurídica, tanto en el marco del orden jurídico estadounidense como en el internacional, dada la gravedad de los delitos cometidos por estos funcionarios al servicio de los cárteles en Venezuela.

Tales operaciones darían paso a los drones militares estadounidenses de la clase MQ-9 Reaper y Predator, entre otros, y tal vez algunos de los otros sistemas de ataque del Pentágono, que son totalmente furtivos y portadores de los misiles Hellfire y de bombas de precisión, con el fin de sobrevolar las 24 horas del día los espacios estratégicamente importantes de Venezuela, para dar caza a los cabecillas políticos, militares, judiciales y policiales represivos del grupo narcoterrorista usurpador que sobrevivirían a la primera oleada de ataques. Más otras operaciones de tipo militar táctico que podrían ser ejecutadas en el terreno, pero que no valdría la pena mencionar.

Esto obligaría a los usurpadores sobrevivientes a buscar refugio cobardemente en algunas embajadas de sus países amigos en Caracas, o tratar de salir del país, desarticulándose así de una manera más eficiente y rápida gran parte de esa estructura criminal. Y permitiendo de igual manera golpear las bases militares donde operan organizaciones narcoterroristas que se pasean en Venezuela a sus anchas.

En cuanto a los daños colaterales que suelen utilizarse como excusa para cuestionar estas operaciones militares, es cierto que son inevitables en un 100 por ciento en algunas ocasiones. No obstante, en este escenario cabe destacar, y eso debe ser replanteado dentro de las doctrinas jurídicas, militares y políticas referentes a los ataques selectivos, que toda persona, sea familiar o no de un objetivo potencial, que haya colaborado y disfrutado por comisión u omisión de los beneficios producto de los hechos delictivos provenientes del narcotráfico, la corrupción, el lavado de dinero, por un lado, y por el otro, en la asistencia en la violación de derechos humanos, terrorismo, tráfico de drogas, debe ser considerada objetivo legítimo no solo en términos jurídicos, sino políticos y militares.

No hacemos apología para que estos escenarios se den, pero la realidad objetiva apunta hacia ellos. No obstante, tampoco somos unos idealistas e ilusos al pensar que todo se podría resolver a través de la entrega pacífica y negociada de los líderes de las organizaciones criminales en cuestión sin que estos presten resistencia o traten de huir al final.

Escenario de negociación

En caso de que producto de todas las presiones militares que hasta ahora se han realizado para presionar al Cártel de los Soles a dejar el poder en Venezuela, se llegase a un acuerdo, en ningún momento el mismo debe incluir ninguna propuesta o intermediación proveniente del grupo seudo-opositor llamado los Alacranes, pues estos representan obscena y descaradamente los intereses de la citada estructura criminal, además de haber hecho un gran daño a la sociedad venezolana, y de ser en un futuro democrático liderado por González Urrutia y María Corina Machado, un potencial factor de perturbación en cuanto a gobernabilidad se refiere.

Adicionalmente a esto, el antedicho grupo no tiene ningún tipo de legitimidad política, pues sus elecciones a la Asamblea Nacional fueron fraudulentas, producto de las componendas con el usurpador régimen venezolano.

Otro aspecto para tener en cuenta por los Estados Unidos es que en caso de que la salida de Maduro y sus socios se logre por esta vía, la misma debe garantizar el respeto a la voluntad popular expresada en las elecciones de 2024 y la gobernabilidad del proceso de cambio. Pues María Corina Machado, junto al presidente electo, tendrá que enfrentar a enemigos internos, no solo en el seno de toda la estructura institucional de Venezuela, sino en las organizaciones que se hacen llamar de oposición, lideradas por los ya aludidos Alacranes.

Conclusiones

Dentro de este complejo y multifacético escenario, Maduro y sus socios del Cártel de los Soles tienen la pelota en sus manos. Pues ellos tendrán que decidir qué camino tomar según sus intereses personales y el de sus mentores los cubanos y el resto de sus adláteres, sean familiares, militares y demás testaferros que los rodean frente a un escenario de esta magnitud.

Si Maduro y sus socios del Cártel de los Soles cumplen con sus promesas de “Patria, Socialismo o Muerte”, tal vez pasen a la historia con mayor honor frente al pequeño grupo de adláteres que aún les siguen y se ganen como reconocimiento póstumo unas estatuillas con sus caras en la plaza de la revolución cubana en La Habana, Cuba, tierra de sus maestros y mentores, por cierto. O si deciden salir corriendo como unos cobardes llenos de dinero ilegal, pasarán a la historia como unos de los tantos brabucones, delincuentes, asesinos, narcoterroristas y corruptos políticos que han terminado sus días en el estiércol de la historia en algún lugar del planeta, atrapados bajo las sombras bochornosas de sus oscuros pasados, o tal vez algunos de ellos milagrosamente presos por el resto de sus días.

En lo referente a lo que se juega la administración Trump, en este conflicto va más allá del ámbito de este, pues está en entredicho su poder de disuasión frente al resto de los cárteles de la droga latinoamericanos, como su credibilidad ante sus electores estadounidenses, como la del resto de los países del mundo, sean aliados o adversarios políticos.

En lo concerniente al liderazgo opositor liderado principalmente por María Corina Machado y el presidente electo Edmundo González Urrutia, ambos son la única vía existente en este momento para iniciar un proceso de transición sustentable y legítimo en cuanto al cambio estructural real que necesita Venezuela en términos políticos y económicos, para salir de esta bochornosa e indescriptible crisis en la cual se encuentra inmersa.

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