A toda acción le corresponde una reacción igual y opuesta, expresa la tercera ley de Isaac Newton. No es metodológicamente correcto aplicar o hacer análogas las leyes del mundo de la física (ciencias naturales) a la Economía, porque se trata de ciencias diferentes que requieren métodos científicos distintos. Pero, efectuando esta importante salvedad, podríamos reconocer que, al menos metafóricamente, algunas ideas son útiles porque nos resultan más cotidianas y tangibles.
El segundo elemento que se debe mencionar -en pos de seguir la línea de este artículo- es que como bien inicia Carl Menger su obra Principios de Economía Política, “Todas las cosas se hallan sujetas a la ley de causa y efecto. Este supremo principio no tiene excepciones”.
En las ciencias sociales (la economía, desde luego) no existen las relaciones constantes. Existen las relaciones genético-causales, o mejor dicho Teleológicas, como expresaría el profesor Benegas Lynch (h.) y, en este sentido, al tratarse de la acción humana, a toda acción no le corresponde igual reacción, o lo que es igual decir, no toda causa tiene un igual efecto. Aunque si un sentido cronológico, una dirección y un orden concatenado. Hay un momento cero, un momento uno, dos, y así sucesivamente. Comprender esto último, por más simple que parezca, es de suma importancia.
Un error común en Economía es confundir -o invertir- la causas con la consecuencia y, por lo tanto, perder de vista la realidad de los fenómenos sociales (con la gravedad que ello implica). De esto se trata el presente artículo.
¿Por qué es importante entender esto en materia de tributación?
Porque la tributación es violencia sistemática en su estado más puro. El Derecho Tributario (por mucho que se quiera esconder u omitir este asunto) es el derivado histórico del Derecho de Guerra. No se trata de un primo o familiar lejano, sino directamente su primogénito. Tributos pagaban los derrotados como precio para no ser aniquilados.
Fue Murray Rothbard, quien apoyado en las ideas bien entendidas de John Locke (Siglo XVII) desarrolla correctamente el Principio de No Agresión (PNA). Principio que esencialmente significa que ninguna persona o grupo (el estado no es más que un grupito de personas) tiene derecho a iniciar el uso de la fuerza física contra otra o su propiedad.
Es decir, todos venimos al mundo de igual manera y sin saber bien por qué (el misterio de la vida) y los Derechos Naturales del ser humano, que nos corresponden por nuestra condición humana per se -y que no derivan de ningún gobierno o estado- son a la Vida, la Propiedad y la Libertad. En resumen y al propósito: cada persona con su propia vida, y en uso de su Libertad, efectúa trabajos con sus manos o mente y el producido es absolutamente suyo. Es de su propiedad privada.
(El tratamiento del hecho de vivir en sociedad -la siguiente cuestión lógica en la que estriban los estatistas- por cuestiones de espacio físico y para no alejarme del tema central del artículo, será profundizado en otra publicación, el supuesto Contrato Social, y su inexistente firma)
No existe la llanificación fiscal agresiva. En todo caso, será llanificación fiscal defensiva
La OCDE, siempre la OCDE. Para dotar de algún prestigio, no es que esto lo diga algún estado, o administración tributaria (desprestigiadas), sino que lo dice la OCDE. Organismo en teoría técnico, supranacional, apartidario. Pero, por sobre todo, bien intencionado (permítase siempre dudar).
Todo ello en su Acción BEPS N° 12. (BEPS por sus siglas en inglés, Base Erosion and Profit Shifting – Acciones que buscan combatir la erosión de la base imponible y traslado de beneficios, por parte de las insolidarias y perversas empresas y personas).
La Acción N° 12 específicamente reza: “Exigir a los contribuyentes que revelen sus mecanismos de planificación fiscal agresiva” (La traducción a la verdad sería: si vas a defenderte te exijo (so pena de más golpes) que me lo digas ahora).
Otra cuestión, que también sería motivo de risas -si no fuese cierta- es que esta misma Planificación Fiscal Defensiva, de lo que los estatistas se quejan, surge simplemente de aplicación inteligente de las mismas normas… ¡que los mismos estatistas imponen! Ellos imponen las reglas de juego, y luego ellos mismos dan berrinches cuando pierden.
Es decir, esto evidencia que en última instancia se quejan de su propia ineptitud. Por supuesto, en cuestiones de estado, la violencia se resuelve con más violencia. Luego se excusan en las dificultades que presenta la fiscalidad internacional, y por lo tanto buscan cartelizarse y demonizar la competencia fiscal (sobre competencia fiscal me remito a la serie de mi autoría sobre este tema).
Ya me he expresado en otras publicaciones acerca de la manipulación del lenguaje y su importancia. Joseph Goebbels ministro de propaganda del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (nazi), bien consciente de esta cuestión, manipulaba el lenguaje y creaba relatos cuasi fantásticos para mantener adormecida a la población o para movilizarla a su antojo.
Volviendo a la Planificación Fiscal Agresiva, según se pretende que creamos esto como cierto. Sería como equivalente a decir que el niño acosador (Bully) golpea todas las semanas al niño acosado, y cuando este último se defiende, el acosador da pataletas y lo regaña por defenderse, acusándolo de ser agresivo. De la misma forma que un ladrón de casas se queje porque los propietarios ponen candados cada vez más grandes y seguros en las puertas de sus casas. El hecho de defenderse no implica agresión. Justamente, es defensa.
Es absurdo el planteo de la OCDE. Por eso, es menester insistir, en que se debe conocer el origen -causa última- y ser conscientes de la dirección correcta y sentido cronológico de los acontecimientos humanos. No podemos etiquetar de agresor, a quien defiende su propiedad privada. De la misma manera que no se puede decir que existe planificación fiscal agresiva, cuando es el estado (que es el robo organizado con apariencia de legitimidad) quien primero realiza el ataque a la las personas y su propiedad privada.
Corresponde desnaturalizar los impuestos. Comprender la importancia y carácter absoluto de la propiedad privada. Entender la esencia violenta de los tributos. Y una vez bajo este paradigma, dejar al orden espontáneo social que, guiado por la innata creatividad de las personas, encuentre nuevas formas de cooperación social, libre de toda violencia. Hasta tanto, el progreso no será el que podría ser.
Reflexiones sobre la profesión del tributarista y la Economía
Finalmente, cabe decir que los profesionales de la rama no perciben esto último. Muchos no son verdaderos estudiosos, son excelentes adoctrinados. A veces, no porque no quieran, sino porque no pueden. Carecen del cuerpo teorético necesario para hacerlo porque solo han estudiado la biblioteca del estado. Entonces, en terminología hayekiana, si no hay una correcta capacidad clasificatoria (derivada del conocimiento profundo y total de la ciencia) lo observable o la realidad en cuestión no es más que información sin sentido. Que luego deriva en conclusiones descabelladas sin conexión con la realidad. Así, es suma y socialmente nocivo considerarse tributarista, siendo lego en Economía.
¿Cómo puede estudiarse la naturaleza del objeto del estudio, supongamos, el tributo, sin comprender a fondo el ambiente y metaestructura donde este opera? Más aún, ¿cómo puede comprenderse la inmoralidad y su ineficiencia, si no se comprende el orden espontáneo de mercado? Es decir, la economía tal como es, en su estado puro de naturaleza y sin injerencia gubernamental.
En síntesis, ¿Cómo puede pretenderse resolver el problema, sin llegar a entender que el objeto de estudio en cuestión es la causa del problema?
Por eso los dislates que observamos en ciertos círculos o foros fiscales. Planteos a veces nauseabundos. La Acción N° 12 sería chistosa si no fuese cierta. La pretensión de diseñar un impuesto a los super ricos es otra. Podríamos trazar infinitos límites para definir al rico del “super” rico. O, el (IPE) Impuesto al Patrimonio Excedente, ¿excedente de qué?
En definitiva, los tributaristas (por cierto, no todos, pero en su gran mayoría los que pertenecen al estado) parecen jugar intentando garabatear dibujos y fantasías en el aire, sin ningún anclaje en la realidad. Es triste y peligroso al mismo tiempo. No alcanzan a ver la realidad, porque se especializan, cada vez más, en los mismos programas de estudios y cursos, que el mismo estado directa o indirectamente provee.
En resumen, el tributarista que se especializa en estudiar los impuestos, sin entender Economía, no es muy diferente de decirse conocedor al extremo de los reglamentos del juego de mesa Monopoly, o algún otro. No sirve de nada. Solo hace daño. Es convertirse en experto de la forma, el derecho positivo -la legislación en constante cambio- sin comprender la cuestión de fondo, la Economía y fundamentalmente el orden espontáneo.
Para cerrar, vale repetir una y mil veces: No existe el impuesto neutro, mucho menos el impuesto justo. Lo único justo sería la inexistencia del impuesto.