Por fin sabemos para qué es el kit de supervivencia de la Comisión Europea

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Llevaba varios meses en campaña la Comisión Europea con su kit de supervivencia y su recomendación a los ciudadanos de que se hicieran con él para una posible emergencia. Los funcionarios de la Comisión no pierden oportunidad de mostrar a la ciudadanía cuánto les preocupamos, sin abandonar, eso jamás, su torre de cristal.

Uno se preguntaba por qué les había entrado de repente esa neura. Aunque, claro, como están tan convencidos de que el día menos pensado Rusia va a invadir Polonia, igual era por eso. A mí me cuesta creer que ellos se crean estas cosas, pero querrán llevar el teatro a sus últimas consecuencias para que los restantes europeos aceptemos que es necesario seguir tirando de gasto público, ahora para defendernos de imprecisos enemigos. Ahora que ya está agotada la disculpa del COVID, hay que buscar alguna otra con la que atontarnos mientras sostienen la fiesta.

El caso es que lo único interesante que parecía aportar el citado kit era un ranking de la capacidad de lobby en la CE de los distintos sectores industriales. Entre otros elementos, se nos recomienda almacenar: al menos 5 litros por persona de agua embotellada, una radio a pilas, una linterna, una batería de repuesto para el móvil (supongo que el dispositivo móvil se asume), un hornillo, cerillas, un extintor, pastillas de yodo o cinta adhesiva. Supongo que los afortunados productores de estos elementos estarán dando palmas con las orejas, como lo hicieron en su momento los fabricantes de bolsas de papel o los de chalecos reflectantes.

Todo ello, para prepararse ante un evento de excepción, como podría ser un ataque cibernético, una guerra, o una catástrofe natural. Sin embargo, no fue hasta el pasado 28 de abril a las 12:03 que entendí para qué era en realidad el citado kit de supervivencia que nos estaban recomendando mantener.

En efecto, lo que hemos aprendido todos en los últimos días, por la cuenta que nos trae, es que el funcionamiento del mercado de electricidad no es solo una cuestión de potencia, sino también de estabilidad, lo que los técnicos llaman inercia. Si bien todas las fuentes de generación eléctrica proporcionan potencia a la red, los Kilowatios, no todas son capaces de estabilizar la red a la frecuencia de operación, que en Europa es de 50 Hz.

Si las distintas fuentes no entran con la frecuencia o la fase correcta, el sistema puede ponerse en riesgo, y lo que hacen las distintas centrales generadoras es desconectarse del mismo de forma casi automática para protegerse, empezando por las centrales nucleares que son, precisamente, las que más contribuyen a dicha estabilización. En suma, que sí, que las fotovoltaicas y eólicas pueden aportar Watios para que los consumamos, pero que necesitan otras fuentes que las estabilicen para que no se colapse el sistema como ocurrió el fatídico día del apagón.

Eso nos lleva directamente al fin del sueño utópico, despertados repentinamente por el conocimiento científico y técnico. Nuestro consumo de electricidad, que básicamente condiciona nuestro bienestar, no va a poder depender de las fuentes renovables porque, aunque éstas puedan aportar toda la energía que consumamos, no lo van a poder hacer con inercia y estabilidad. Al menos, no a un coste razonable, que seguro que la tecnología también posibilitará, si es que no lo hace ya, la estabilización de dichas fuentes.

Es evidente que este conocimiento sobre la estabilidad e inercia de las fuentes de electricidad no se ha desarrollado en los últimos días. Es algo que cualquier técnico sabría, por lo que cualquier técnico comprendía los riesgos asociados a las decisiones ideológicas de promover la aportación de electricidad sin inercia en menoscabo de aquellas tecnologías que sí la aportan. Simplemente, era un debate que se hurtaba a los ciudadanos, hasta que nos hemos dado de bruces con él, algunos dentro de un ascensor.

Ahora todos somos conscientes de que la carrera de las energías renovables tiene unos riesgos inasumibles, como el de perder una jornada completa de producción, quedarse sin todo el género de la cámara frigorífica, o pasar 10 horas en medio de la nada en que se haya detenido el AVE. Y que estos riesgos se acrecientan conforme las renovables incrementan su participación en el mix energético, que es precisamente el objetivo de las políticas energéticas de nuestros gobiernos.

Lo cierto es que ahora sí entiendo por qué los europeos necesitamos el kit de supervivencia que nos recomienda la Comisión Europea: Para protegernos de las políticas energéticas de la propia Comisión Europea!

Tampoco es tan sorprendente. Cualquier ciudadano medianamente bien informado sabe cuál es el principal enemigo de su libertad.

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