El otro día pasé por una experiencia curiosa: le tuve que explicar a un adolescente de quince años que, antes de la conexión telefónica de datos, los mensajes de texto entre móviles costaban dinero. El SMS no usa internet para realizar su función. Utiliza el canal de señalización de la red para transmitir datos. Por lo tanto, todo el sistema se basaba en la infraestructura de las operadoras de telefonía, que aprovecharon todos los que pudieron ese foso defensivo.
Esto terminó con la generalización de la conexión de datos de los smartphones. Una vez conectado a internet, cualquier servidor podía operar como intermediario en la mensajería. WhatsApp tuvo la brillante idea de reutilizar el número de teléfono móvil como dirección del destinatario, y los mensajes instantáneos y gratuitos llegaron al gran público.
El cambio no solo afectó a su precio. La mensajería a través de aplicaciones móviles permite dos cosas importantes: encriptación de extremo a extremo y capacidad de llegar a cualquier dispositivo conectado esté donde esté. Son dos características que no les hacen mucha gracia a los estados, pero que hoy en día no han sabido evitar.
El paralelismo con las transacciones de dinero es obvio. En el ámbito de los pagos, seguimos viviendo en la era del SMS. Cualquier transacción online se debe realizar a través de la infraestructura de pago de los bancos. Y ellos aprovechan esto, al igual que las operadoras aprovecharon el SMS.
Pero hay un problema mayor. Las operadoras telefónicas simplemente tenían que transmitir los datos que componen el SMS al receptor. Si este es de la misma operadora o de otra, no era mayor problema siempre que siguieran el estándar. Y si el número no pertenecía a una red válida, se aborta el proceso. El contenido del mensaje les daba igual.
Las transacciones de dinero bancario no son un intercambio tan simple. Cuando A quiere pagar a B, en realidad está traspasando una parte del saldo acreedor que A tiene con su banco Y al saldo acreedor que B tiene con su banco X. Por lo tanto, a los bancos les tiene que interesar realizar la transacción. Y muchas veces no les interesa.
Ya sea porque los bancos están en sistemas de compensación de pagos distintos, ya sea por las políticas antiblaqueo que el departamento de compliance ha decidido implementar, los pagos con dinero bancario pueden ser imposibles de realizar. Por lo que un WhatsApp de pagos no solo los abarataría, sino que abriría un universo de posibilidades que ahora nos están vetadas.
Esa es la tesis que defiende Chris Dixon en su cuenta de X:
El momento WhatsApp para el dinero
Las stablecoins son nuestra primera oportunidad real de hacer por el dinero lo que el correo electrónico hizo por la comunicación: hacerla abierta, instantánea y sin fronteras.
Pensemos en la evolución de los mensajes de texto. Antes de aplicaciones como WhatsApp, enviar un mensaje de texto a través de las fronteras significaba pagar 30 céntimos por mensaje. Incluso entonces, tenías suerte si llegaba a su destino. Luego llegó la mensajería nativa de Internet: instantánea, global y gratuita. Los pagos están ahora donde estaba la mensajería en 2008: Fragmentada por las fronteras. Cargados de intermediarios. Cerrados a cal y canto.
Las stablecoins ofrecen una alternativa limpia. En lugar de unir sistemas torpes, costosos y obsoletos, las stablecoins fluyen sin problemas sobre blockchains globales. Estos sistemas son programables, componibles y están diseñados para escalar más allá de las fronteras. Las stablecoins ya están reduciendo el coste de las remesas: Enviar 200 dólares de EE.UU. a Colombia por métodos tradicionales cuesta 12,13 dólares; con stablecoins, 0,01 dólares. (Las comisiones para convertir de stablecoins a monedas locales pueden oscilar entre un 5% y un 0%, y los precios siguen bajando debido a la competencia).
Al igual que WhatsApp trastornó las costosas llamadas telefónicas internacionales, los pagos con blockchain y las stablecoins están transformando las transferencias mundiales de dinero.
Suena convincente. Aunque no dejan de ser los mismos argumentos que se llevan utilizando 15 años para defender que Bitcoin podría sustituir al dinero fíat en los pagos por internet. ¿Por qué las stablecoins sí tendrían éxito en esta empresa? La clave está en la regulación.
Por desgracia, nuestro dinero dejó de ser nuestro mucho antes de la aparición de Bitcoin. La transición de los SMS a WhatsApp fue sencilla porque la materia prima (los mensajes) siempre estuvo en posesión del usuario. Para transmitir dinero primero necesitas acceder a él, y ese acceso siempre ha sido complicado cuando su fin era comprar Bitcoin, porque como hemos visto anteriormente, tu banco tiene voz y voto respecto con quién haces transacciones.
Pero las stablecoins tienen una ventaja regulatoria clara. Los Estados (concretamente la nueva administración de EE. UU.) no las ven con malos ojos. No dejan de ser una forma de colocar su deuda, y su control a través de grandes empresas es factible. Así que pueden dejar operar al mercado y ver qué pasa.
A muchos bitcoiners no les gusta esto. A mí tampoco me entusiasma. Pero creo que se abre un nuevo escenario donde la libertad puede ganar la partida.
Si pudiéramos volver 15 años al pasado y enseñarles a nuestros gobernantes Telegram o Signal, que a nadie le quepa la menor duda de que esas aplicaciones no existirían hoy en día. El hecho de que la tecnología fuera conocida no permitió a nuestros burócratas anticipar las consecuencias de su uso masivo.
Así que es posible que estemos ante el primer paso que permita que, algún día, un chaval de 15 años nos mire cara de perplejidad cuando le expliquemos que había pedir permiso a un banco para gastar tu dinero por internet.