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Predican libertad y atacan la de los católicos

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El laicismo, se nos dice, lejos de ser un arma contra tal o cual religión, es una garantía del respeto del Estado a la conciencia individual y es la base de una convivencia respetuosa con todas las creencias. Impecable su formulación teórica; veamos las obras de sus acólitos.

La tercera semana del pasado mes de agosto tuvo lugar en Madrid el encuentro internacional de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Numerosos jóvenes católicos de diversos países acudieron en peregrinación a dicha urbe para reunirse y escuchar al papa Benedicto XVI. Era la segunda vez que se celebraba dicho evento en una ciudad española.

Juan Pablo II instituyó la JMJ en 1985, coincidiendo con que la ONU lo proclamó Año Internacional de la Juventud. La iniciativa papal copió y mejoró una idea del lobby laicista. Cada cita ha ido logrando desde entonces un notable poder de convocatoria con resonancia mediática incluida. Había que reaccionar; era demasiado para los anticlericales de pro.

Las brigadas antipapistas se movilizaron para mostrar su desacuerdo y malestar por dichas jornadas (era su derecho de libertad de expresión) que tenían lugar en la capital, ciudad acostumbrada a ver manifestaciones de un sinfín de colectivos varios. La Puerta del Sol acabó siendo, empero, escenario de comisiones de delitos en cascada contra los pacíficos católicos allí reunidos. Sufrieron amenazas, vejaciones, insultos y agresiones, entre otros. Todo ese matonismo despreciable quedará impune pese a sus denuncias. El actual y exquisito Ministerio del Interior afirmó que investigaría si hubo excesos policiales contra los ciudadanos que protestaron contra la excesiva presencia de la JMJ en la calle.

Un Estado laico bien entendido implica la necesaria separación de cualquier iglesia con respecto a las instituciones estatales. Desde 1978 eso es lo que tenemos en la legislación española, con la peculiaridad de que es reconocido un peso específico de la Iglesia católica en nuestra sociedad. A los activistas anticatólicos esto les parece una afrenta. Se intentó cambiar el año pasado esta circunstancia con el guiso de una ley de libertad religiosa que acabó aparcada cuando los mercados despertaron súbitamente a ZP de sus caras ensoñaciones dogmáticas para devolverlo a la realidad y sus prioridades. Fue un fallido intento por relegar la religión católica al terreno meramente privado. La inquina contra dicha creencia llega incluso a considerar su manifestación pública como una verdadera provocación. Los campeones del laicismo exigen para sí la exclusividad del espacio público en nombre de la libertad.

A estos "frentistas" añorantes de la Constitución soviética del 36 (que promovía abiertamente en su art. 124 sentimientos antirreligiosos), además de recordarles la pésima imagen que han dado por su fanatismo, les recomendaría leyeran lo que escribieron Locke, Turgot, A. Chydenius o J. S. Mill acerca de la tolerancia. Si es pedirles mucho, al menos que lean el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (trufada, por lo demás, de ideología socialdemócrata y en cuya redacción nos quieren hacer creer que intervino su idolatrado e indignado Stéphane Hessel).

Por su parte, los sindicatos patrios dominantes y subsidiados (UGT y CC OO) convocaron para los días finales de la JMJ, y sin atenerse a los plazos previstos en la ley, una oportuna huelga en el metro y Aeropuerto de Barajas en protesta por incumplimientos del convenio colectivo y por los refuerzos que tuvieron que hacerse en dichos servicios durante las jornadas católicas.[ Su desenlace no pudo ser otro que su desconvocatoria por ser ilegal.

Finalizada la masiva asistencia de católicos a la misa en el aeródromo de Cuatro Vientos del pasado domingo 21 de agosto, nuestra pública TVE se centró en mostrar imágenes de las basuras y restos que quedaron y que tuvieron que ser recogidos por los servicios públicos de limpieza. Una forma peculiar y muy "neutra" de ver dicho evento. Otro modo –uno más- de atacar a la JMJ distinto al de los indigestos y consentidos del actual gobierno.

Como brillantemente nos ha recodado hace poco Domingo Soriano, ¿cuándo nos libraremos de la tiranía de obligarnos a pagar contribuciones para la propagación de opiniones en las que uno no cree? Léase actividades de oenegés laicistas, ecologistas, organizaciones tardo-marxistas, clanes caza-subvenciones, partidos políticos, sindicatos, patronales, cine español, cultura oficial, televisiones públicas, etc., etc., etc.

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