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La necesidad de un banco central

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“Nuestro sistema monetario está basado en prácticas que, si fuesen realizados por algún individuo o firma privada, llevarían a los perpetradores a la cárcel”

Antal Fekete.

La banca libre era, según Walter Bagehot (1999, 67), el sistema natural que emergería si el gobierno no interviniese en la banca. Los principales autores del fenómeno de la banca libre utilizan diversas características distintivas para clasificar un sistema bancario como de banca libre. Podemos resumir estas en cinco. Primero, una ausencia de un banco central (Smith 1936, 4–7; Dowd 1992, 2; White 1995, 1). Segundo, una multiplicidad de emisores de moneda (White 1989, 13; Dowd 1992, 2, 1993, 25). Tercero, un intercambio de moneda frecuente entre los emisores de estas (Dowd 1993, 25). Cuarto, la aparición de contratos de opción dentro de los contratos de convertibilidad de moneda (Dowd 1993, 25). Y, por último, la ausencia de regulación que obstaculice el negocio bancario.

Banco Central Europeo (Fráncfort del Meno, Alemania)

En este artículo nos vamos a centrar en la primera, en si es la ausencia de un banco central lo que determina que un sistema bancario sea libre o no. En primer lugar, tenemos que analizar si los bancos centrales nacen espontáneamente o no. Si lo hacen, en todo sistema de banca libre terminará emergiendo un banco central, por lo que, si es la característica definitoria, todo sistema de banca libre está abocado a la extinción.  El argumento para determinar si un sistema bancario es libre o no según la existencia de un banco central se basa en que de haber uno. Pero en la literatura económica tampoco hay un consenso claro sobre qué implica ser un banco central; si servir como un banco de bancos, como el monopolista de emisión de moneda, ser el prestamista de última instancia, regular a los bancos comerciales, o controlar la política monetaria. Independientemente de cuál sea la característica definitoria, podemos asumir que con que una institución cumpla alguna de las cinco funciones mencionadas, y, por ejemplo, el resto de los bancos tendrá prohibido la emisión privada de moneda, las actividades de los bancos comerciales serán reguladas, los mínimos legales de reserva se determinarán para todos los bancos o haya un control en la entrada de nuevos bancos, entre otros elementos que restringen el mercado e imposibilitan que se le pueda llamar libre, no habrá una banca libre. Es decir, donde hay un banco central hay una planificación centralizada en mayor o menor medida del negocio bancario, siendo una condición suficiente para que no se le pueda clasificar a ese sistema en ese momento de banca libre.

Charles Goodhart, profesor de la London School of Economics, en su libro The Evolution of Central Banks (1985) hace una defensa de los bancos centrales argumentando que estos surgen de manera espontánea en un sistema de banca libre y que, además, su formación es beneficiosa para la sociedad. Goodhart afirma que existe una tendencia centrípeta a la centralización de las reservas en el banco que ostente un crédito superior. Esta afirmación contradice a la historia bancaria de Escocia, Canadá, China, Australia, Suecia, Irlanda, China o Suecia, lugares donde no se originó un banco central de manera natural hasta que se impusieron leyes al respecto (Selgin 1993). El único ejemplo donde sin privilegios un banco alcanzó una posición crediticia tan superior a la competencia que actuaba como un banco central, manteniendo las reservas y liquidando billetes por otros bancos fue el del Suffolk Bank of Boston del 1825 al 1858.

Goodhart critica otros sistemas bancarios como el canadiense o es escocés diciendo que era oligopólicos, lo cual no era cierto—en Escocia hubo hasta 29 diferentes bancos emitiendo monedas a la vez y hasta 51 en Canadá—. Pero aún de haberlo sido, esto demostraría que el sistema natural en banca libre es el oligopolio, no el monopolio del emisor de moneda como Goodhart intenta defender.

Además de no ser un sistema natural de emergencia espontánea como Goodhart nos intenta hacer ver, este tampoco es necesariamente un sistema más beneficioso para los ciudadanos. En primer lugar, White (1995) demuestra que el sistema bancario escocés funcionaba mejor que el inglés en todos los aspectos importantes. Por ejemplo, las pérdidas totales per cápita de los depósitos y de los tenientes de moneda de los fallos bancarios escoceses eran menores que las inglesas, al igual que las crisis y suspensiones bancarias también eran menos frecuentes. En segundo lugar, Goodhart dice que un banco central ayuda al cliente, sobre todo al pobre, porque este puede reducir sus costes de transacción, como los relacionados con informarse sobre la calidad del banco emisor del billete que vaya a aceptar. Pero a esto se le puede contestar que el cliente solo tiene que igualmente confiar en un banco, en el suyo, y aceptar aquellos billetes que su banco acepte sin descuento (Selgin 1993). Por lo que este ejercicio de obtención de información recaería sobre el banco y no sobre los clientes.

Por lo tanto, como vemos los argumentos de Goodhart sobre la necesidad de los bancos centrales por su origen espontáneo en la banca libre y su beneficio a los clientes no son ciertos. Los bancos centrales solo nacen tras la intervención gubernamental, justificándolos en unos motivos u otros—sea el de actuar como banco de bancos o para evitar pánicos bancarios—. El banco central no es necesario ni deseable. Como en cualquiera otra área de la economía, un monopolio supone un problema de información, al obstaculizar la función empresarial que surge en competencia para descubrir los mejores modelos de negocio, en este caso del sector bancario, y problemas de incentivos, los cuales se ven agravados con los rescates aparentemente garantizados desde la banca central a los bancos comerciales, que generan incentivos perversos como el descalce de plazos sistemático y desmedido.

Referencias:

Bagehot, Walter. 1999. Lombard Street: A Description of the Money Market. Nueva York, Estados Unidos: John Wiley & Sons, Inc.

Dowd, Kevin. 1992. “Introduction: The Experience of Free Banking.” In The Experience of Free Banking, editado por Kevin Dowd. Londres, Reino Unido: Routledge.

———. 1993. Laissez-Faire Banking. Londres, Reino Unido: Routledge.

Goodhart, Charles. 1985. The Evolution of Central Banks: A Natural Development. Cambridge, Estados Unidos: The MIT Press.

Selgin, George. 1993. “The Rationalization of Central Banks.” Critical Review 7 (2–3): 335–54.

Smith, Vera C. 1936. The Rationale of Central Banking and the Free Banking Alternative. Indianapolis, Estados Unidos: Liberty Fund.

White, Lawrence H. 1989. Competition and Currency: Essays on Free Banking and Money. Nueva York, Estados Unidos: New York University Press.

———. 1995. Free Banking in Britain: Theory, Experience and Debate, 1800–1845. Londres, Reino Unido: The Institute of Economic Affairs.

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