El destacado académico sueco, Daniel Waldenström, ha visitado Madrid para presentar sus investigaciones sobre la evolución de la riqueza y la desigualdad en Occidente. Reconocido por sus trabajos innovadores, el escandinavo es conocido a nivel internacional por su capacidad de abordar el debate de las diferencias económicas desde un prisma alejado del socialismo que impregna muchos de los debates académicos sobre la materia.
Miembro del Instituto de Investigación de Economía Industrial IFN de Estocolmo, ha visitado Madrid para impartir una charla en la Fundación Ramón Areces y, coincidiendo con esta ocasión, se ha entrevistado con Libre Mercado y el Instituto Juan de Mariana, en una entrevista con Diego Sánchez de la Cruz que ha servido para desgranar los mensajes más destacados de su última obra, Richer and more equal (Polity, 2024).
Más ricos y más iguales
Diego Sánchez de la Cruz: ¿Ha ido a más la desigualdad, como defienden autores como Piketty?
Daniel Waldenström: En el ámbito académico y, por extensión, en el debate económico que luego llega a la sociedad y a los medios, a menudo prevalece una mirada pesimista sobre la manera en que ha evolucionado la desigualdad. La idea central, recogida en la obra de autores como Thomas Piketty, es que los ricos son cada vez más ricos y que el resto de la ciudadanía se va empobreciendo. Yo he estudiado esta cuestión extensivamente y creo que ese discurso es equivocado.
Diego Sánchez de la Cruz: En su opinión, el problema no está solamente en cómo se mide la desigualdad, sino también en cómo se interpreta la riqueza.
Daniel Waldenström: Además de los errores en los que han incurrido muchos de quienes han evaluado la cuestión de la desigualdad, creo efectivamente que en este debate hay otro problema de fondo, en la medida en que predomina una mirada pesimista de la riqueza. Yo creo que esto es negativo, porque el hecho de que alguien pueda enriquecerse a base de crear más crecimiento, más empleo y más innovación no solamente no es algo malo, sino que es bueno.
Guerra y desigualdad
Diego Sánchez de la Cruz: Algunos académicos de cabecera en la conversación sobre la desigualdad defienden que las guerras tuvieron un efecto positivo al reducir la concentración de riqueza o favorecer impuestos muy altos.
Daniel Waldenström: En efecto, en algunos de los escritos que han marcado el debate sobre la desigualdad, se defiende por ejemplo que solamente las guerras y la tributación confiscatoria han erosionado significativamente la riqueza de las élites. Esa mirada es conflictiva, porque ignora que la guerra no enriquece a nadie, nos empobrece a todos, y la tributación confiscatoria no es inocua desde el punto de vista de la eficiencia económica, puesto que conduce a menos ahorro, menos inversión y menos crecimiento y generación de empleo.
Diego Sánchez de la Cruz: ¿Qué ideas centrales ha formado a partir de su estudio de estas cuestiones, a las que ha dedicado tantos años de investigación?
Daniel Waldenström: A raíz de mis investigaciones he constatado que la igualdad ha ido a más esencialmente por la parte de abajo, porque más y más gente ha tenido acceso a distintas formas de riqueza que, a comienzos del siglo XX, no estaban al alcance de cualquiera. Esto no es algo malo, es algo bueno. Es el resultado de un mundo en el hay que más democracia y mejores instituciones, más innovación y más economía de mercado, más oportunidades en materia de educación y salud, etc. Gracias a todo eso, la gente ha mejorado su nivel de vida y, al mismo tiempo, las diferencias entre las élites y el resto han ido a menos.
Riqueza inmobiliaria y financiera
Diego Sánchez de la Cruz: ¿Cuáles son las cifras más relevantes para entender mejor ese escenario de mayor igualdad que plantea en su obra?
Daniel Waldenström: Hace ahora cien años, la riqueza neta de las principales sociedades de Occidente estaba, en un 75%, en manos del 10% de mayor patrimonio. Desde entonces, la riqueza media se ha multiplicado por siete, pero el reparto de esa tarta creciente se ha alterado notablemente y, hoy en día, en torno al 25% de la riqueza está en manos del 10% de mayor patrimonio. En cambio, el 90% de la población ha pasado de amasar apenas un 25% de la riqueza total a comienzos del siglo XX a aproximadamente un 75% en la actualidad. Así pues, nuestras sociedades son siete veces más ricas – y el peso relativo de la riqueza acumulada por el 90% de la ciudadanía se ha multiplicado por tres.
Diego Sánchez de la Cruz: Somos más ricos, pero ¿a través de qué tipo de activos?
Daniel Waldenström: Esa riqueza popular se expresa esencialmente por dos vías: la propiedad inmobiliaria y la tenencia de productos financieros de ahorro. El ser dueños de una casa y el tener dinero en el banco o invertido en los mercados han hecho que, en el agregado, los niveles de riqueza se eleven para el grueso de la ciudadanía.
El caso de Suecia
Diego Sánchez de la Cruz: La experiencia de su país, Suecia, es ilustrativa sobre la evolución de la riqueza bajo distintos modelos de política económica.
Daniel Waldenström: Sin duda. Mi país, Suecia, aplicó políticas muy intervencionistas en los años 50, 60, 70… Se veía con desconfianza a los ricos y se promovía un modelo igualitarista que, siendo justos, funcionó cada vez peor, hasta hundir los niveles de crecimiento y disparar las cotas de inflación. Desde los años 80 y, sobre todo, los 90, Suecia adoptó reformas de mercado que trajeron consigo más propiedad de activos inmobiliarios y financieros entre la ciudadanía, de modo que esa desregulación elevó la igualdad de riqueza, que no la desigualdad.
Diego Sánchez de la Cruz: En sus trabajos plantea también que ese paradigma de más igualdad y más riqueza es coherente con la convergencia a mejor que han arrojado distintos indicadores de desarrollo.
Daniel Waldenström: Creo que no es correcto dar por bueno que el progreso en materia de igualdad se mide solamente con referencia a estos datos. Si nos fijamos en los datos, vemos que la esperanza de vida, el acceso a bienes básicos como la educación y la salud, la capacidad de comprar bienes y servicios de consumo que hacen nuestra vida más fácil… En todas esas métricas, hoy vivimos en sociedades con mayor prosperidad y abundancia.
El papel de los empresarios innovadores
Diego Sánchez de la Cruz: Muchos de los debates sobre la desigualdad dan por buenos los datos de las listas mediáticas que nos hablan de los ciudadanos más ricos del país, pero su perspectiva es más escéptica.
Daniel Waldenström: Yo creo que hay que ser cautelosos. El caso de Robert Maxwell fue muy llamativo. Era descrito a menudo como un magnate de la prensa y la comunicación que amasaba una de las mayores fortunas del mundo, pero a su muerte salieron a la luz muchas deudas que no eran de dominio público y que, en la práctica, anulaban buena parte del patrimonio que se le imputaba. Por lo tanto, no hay que dar por buenas esas publicaciones, sin más. La realidad es más compleja y no debemos guiar el debate sobre la desigualdad en base a tales rankings.
Diego Sánchez de la Cruz: Antes me decía que se habla de “los ricos” de forma acrítica, sin pararse a pensar en las muchas aportaciones positivas que pueden hacer esas élites económicas a nuestra sociedad.
Daniel Waldenström: Cuando se habla de los “ricos”, a menudo se hace demonizando sin más a personas de gran patrimonio, ignorando que, en muchos casos, parte importante de los bienes y servicios que disfrutamos se deben a innovaciones que han creado empresarios muy innovadores que han sido capaces de brindar bienes y servicios compitiendo en el mercado, generando valor y aportando riqueza. Ir contra quienes han liderado ese proceso es un grave error.
Ricos hoy, pobres mañana
Diego Sánchez de la Cruz: Además, los ricos de hoy… pueden no ser ricos mañana.
Daniel Waldenström: La economía es algo dinámico. En 2022, el stock de Tesla se redujo un 65%. ¿Debíamos alegrarnos, pues, de que Elon Musk experimentase esa caída en su patrimonio? ¿En qué medida hizo que los demás estuviésemos en una situación más favorable? Creo que tenemos que pensar de forma más serena sobre el papel positivo que a menudo juega la riqueza en la economía y la sociedad.
Diego Sánchez de la Cruz: Sin embargo, los estudiosos de la desigualdad suelen comparar a las élites de hoy con las de ayer como si fuesen un grupo homogéneo de personas que siempre son las mismas y se colocan en cabeza de un modelo inmovilista.
Daniel Waldenström: La competencia en el mercado es una realidad innegable. Los ricos de hoy no son necesariamente los mismos de hace 100 o 50 años. Por eso, comparar al 10% más rico de 2024 con las élites económicas de 1924 o de 1974 no tiene tanto sentido como a veces tendemos a pensar, principalmente por dos razones: por un lado, porque la economía ha cambiado y, por ejemplo, hoy podemos vender bienes y servicios a nivel global con muchas más facilidades que antaño; por otro lado, porque las personas que figuran entre el 10% más acaudalado no son las mismas, sino que han sido relevadas, en muchos casos, por otros individuos que han superado sus niveles de patrimonio.
La clave de la desigualdad está en los más pobres
Diego Sánchez de la Cruz: Vd. argumenta que una sociedad con más oportunidad no se consigue quitando patrimonio a los ricos a golpe de impuestos, sino facilitando el enriquecimiento de todos.
Daniel Waldenström: Es crucial entender que la movilidad social y la igualdad de oportunidades son aspectos positivos con los que muchas personas están de acuerdo, porque son algo positivo. Hay sociedades en las que no hay ricos y, francamente, son sociedades muy pobres. Para tener desarrollo, debemos cultivar una economía de mercado combinada con un sistema de instituciones plurales y democráticas. Pues bien, si queremos sociedades con más oportunidad, tenemos que promover una educación de calidad que sea accesible para todos y que contribuya a generar valor, cultivar un mercado laboral que funcione bien y facilite el desarrollo profesional, asegurar un modelo de mercado competitivo y dinámico…
En cambio, a menudo se intenta revertir la desigualdad a base de imponer la igualdad de resultados, lo que suele hacerse aplicando impuestos sobre la riqueza y la propiedad, que apenas generan impacto recaudatorio, pero desincentivan por completo la inversión, la productividad y el crecimiento. Son soluciones que no necesariamente reducen la desigualdad, porque al final este es un debate que abarca muchas cuestiones, pero que sin duda suelen conducirnos a economías menos dinámicas.
Impuesto sobre el patrimonio
Diego Sánchez de la Cruz: España es el segundo país de la OCDE con más gravámenes sobre el patrimonio y la riqueza de sus contribuyentes…
Daniel Waldenström: Históricamente, muchas de las economías de Occidente han tendido a tener impuestos muy elevados sobre el capital y la riqueza, que a priori se justificaban para financiar servicios básicos y una red pública que garantice el acceso a la educación, la sanidad, etc. Eso está bien sobre el papel, pero con el tiempo se fue comprobando que estos gravámenes tienen un impacto negativo sobre el crecimiento, de modo que, al final, su resultado era el de destruir riqueza, golpear el emprendimiento y, al final, generar una reducción en los niveles de recaudación fiscal potencial.
Además, con estos impuestos se complica la captación de inversión, la transferencia de negocios, etc. Es un error aplicar estos tributos y, especialmente, es peligroso hacerlo de una manera que introduzca escenarios de doble o triple tributación o, peor aún, con gravámenes sobre ganancias del capital teóricas y no realizadas, como se propuso recientemente en Estados Unidos por parte de la izquierda. Con el tiempo, hemos descubierto que estos impuestos son muy contraproducentes. España se está equivocando.
Thomas Piketty
Diego Sánchez de la Cruz: Fue compañero de Thomas Piketty. ¿Qué opina de la fama que cobró con El capital en el siglo XXI y de las ideas que ha defendido a raíz de su exitoso best seller?
Daniel Waldenström: Académicamente, creo que Piketty ha planteado algunas preguntas interesantes, ha recabado datos de largo trazo que ayudan a discutir sobre estos temas con datos duros, ha lanzado algunas teorías llamativos. Creo que le preocupa genuinamente que la desigualdad vaya a más y se ha esforzado por animar ese debate. Como dices, fuimos compañeros de trabajo en París y mi trato con él siempre fue bueno en lo personal. Con todo, he de decir que, al igual que con muchas personas cuya ideología es más de izquierdas, Piketty parece estar cerrado a aceptar datos e interpretaciones que cuestionen su relato sobre la desigualdad.
- Thomas Piketty contra el capitalismo y la propiedad privada
- Thomas Piketty y la cruzada contra la riqueza
- Thomas Piketty y el mecanismo averiado de la desigualdad
- Piketty, refutado
Es algo habitual entre muchos académicos de este tema con un prisma más socialista: a menudo, se resienten a aceptar los argumentos que ponen en tela de juicio su discurso. Pero también la derecha tiene parte de culpa en todo esto, porque no ha querido entrar en este debate y ha permitido que Piketty y sus seguidores dominen por completo la conversación, asentando en ella afirmaciones y propuestas que, en mi opinión, no son correctas. Creo que ha habido poca contestación, que se ha posicionado un debate muy unilateral y que ahora debemos ampliar la conversación y hacerla más rica y plural.
Hacia un sistema privado de pensiones, vía Piketty
Diego Sánchez de la Cruz: Siempre he dicho que, si Piketty cree que el capital ganará peso al trabajo, entonces tenemos razones de sobra para avanzar hacia modelos de capitalización de las pensiones. En su país han dado algunos pasos importantes en ese sentido…
Daniel Waldenström: En el sistema de pensiones sueco hemos incorporado desde hace ya dos décadas las aportaciones a planes privados, facilitando un modelo de capitalización y ahorro que invierte el ahorro privado de los trabajadores, de forma profesional y con carteras diversificadas. En base a los resultados de rentabilidad, es evidente que el modelo arroja buenos resultados. Creo que esto genera un sistema más transparente, que ayuda a gestionar la transición demográfica, que facilita el acceso a la riqueza para las masas y que democratiza las finanzas de una manera que contribuye también a reducir la desigualdad.
Es inteligente apostar por esos modelos de ahorro, que son una forma fantástica de innovar para promover el ahorro, reducir el riesgo y despolitizar la cuestión de los ahorros para la jubilación. Además, creo que generar más riqueza privada es porque nos ayuda a financiar préstamos, financiar inversiones, financiar una vida mejor.
La propiedad de la vivienda en España
Diego Sánchez de la Cruz: En España se ha demonizado el modelo de vivienda en propiedad, pero ahora que los precios suben muchas familias respiran aliviadas porque son dueñas de la casa en la que residen. Eso reduce sus problemas económicos y genera riqueza entre las clases medias.
Daniel Waldenström: Tener casa en propiedad no es algo malo. Los países con mayor stock de vivienda en propiedad tienden a tener menos desigualdad de riqueza entre sus ciudadanos, como vemos por ejemplo si comparamos los resultados de Alemania, donde el porcentaje de vivienda en propiedad ronda el 45%, con España, donde ese indicador es aproximadamente 30 puntos mayor.
Pues bien, la desigualdad de riqueza es menor en España. Y, en gran medida, favorecer una sociedad de propietarios ha sido clave para provocar esta circunstancia de mayor equidad patrimonial. De modo que las políticas fiscales o regulatorias que facilitan el acceso a la vivienda deben tomarse en cuenta como aspectos positivos que ayudan a enriquecer a las masas sin empobrecer a las élites. Traen como resultado último una sociedad más igual en términos de riqueza y desarrollo.
Ver también
- Igualdad y desigualdad. (Francisco Capella).
- ¿Qué fue antes, la desigualdad o la pobreza? (María García Carrión).
- Desigualdad a largo plazo. (Carlos Rodríguez Braun).
- La desigualdad no es el problema. (Vicente Moreno Casas).
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