A diferencia de lo que muchos seguidores de la escuela austriaca podrían pensar, las teorías del valor de Menger y de Mises no son exactamente iguales, y tampoco se podría decir que la teoría de Mises, por ser posterior, elabora en mayor detalle la de Menger. Sobre la cuestión de la escasez, Mises adopta un enfoque mucho más simple que el de Menger.
En principio, si la simplificación es pertinente y correcta, debería ser más que bienvenida, pues como norma general se puede considerar superior sobre las demás aquella teoría que pueda explicar la realidad de forma más general o más simple.
Sin embargo, en este caso la simplificación de Mises parece más bien un retroceso que un avance. Mises se refiere a los bienes económicos como medios para alcanzar un fin. Y en ese sentido, Mises sostiene que los medios son escasos o no lo son. En cierta manera, es dicotómico en ese sentido, porque según él, una vez el hombre percibe que un bien es escaso, pasa a valorarlo subjetivamente de manera global, haciendo énfasis sobre todo en su preferencia o deseo por ese medio. Es un enfoque más bien cualitativo del valor.
Menger, por el contrario, es mucho más específico en este sentido. Menger insiste muchísimo en la relación cuantitativa entre cantidad necesitada y cantidad disponible. Explica que la condición de bien económico (“medio” en la terminología de Mises) está fundamentada en esa relación cuantitativa, a saber, que la cantidad necesitada sea mayor que la cantidad disponible, y el grado de escasez sería mayor cuanta más diferencia haya entre ambas cantidades.
Por ejemplo, si Crusoe cuantifica que necesita dos litros de agua al día para beber y también cuantifica que puede disponer de más de diez al día sin ningún esfuerzo significativo, para Crusoe el agua no sería escasa y no tendría ningún valor, y esto sería así por virtud de este cálculo cuantitativo. Por el contrario, si Crusoe estima que solo tiene 1 litro de agua fácilmente disponible y necesita dos, ya hay un grado de escasez y, además, es un grado cuantificable. Le falta un litro al día, y tendrá que dedicar tiempo y recursos para conseguir ese litro adicional. Es razonable pensar que si la necesidad diaria que estima Crusoe se puede establecer en dos litros, el valor del agua será mayor en proporción inversa a la cantidad de agua disponible.
Con esto no queremos decir en absoluto que la teoría de Menger sea puramente cuantitativa. Nada de eso, pero el enfoque de Menger acota mucho mejor la subjetividad entendida como mera preferencia (o incluso la arbitrariedad o capricho). En la teoría de Menger la preferencia subjetiva tiene su reflejo cardinal en el cálculo de las cantidades necesitadas. Así, es también razonable pensar que si, por ejemplo, a Crusoe le da más importancia que otros individuos a poder asearse, estimará una necesidad de agua mayor a la que calcularía otra persona en sus mismas circunstancias.
Fijémonos que al final se acaba cuantificando una cantidad necesitada. Es decir, la preferencia subjetiva se puede plasmar perfectamente en una cantidad concreta, incluso si esa preferencia es caprichosa o arbitraria.
Por tanto, no es realista ni parece que sea una buena explicación de la realidad el enfoque de Mises donde simplemente se comparan bienes y se eligen aquellos que únicamente se estiman más valiosos, sin ser capaces en absoluto de cuantificar cuánto más valioso.
Es mucho más realista el enfoque de Menger donde realizamos cuantificaciones de cantidades necesitadas y disponibles, y de ahí sin duda ya se pueden obtener estimaciones cardinales de escasez de unos bienes con respecto a otros. Por ejemplo, después de evaluar las cantidades necesitadas y disponibles de agua y comida, estimo que en esta isla la comida es 4 veces más escasa que el agua, por tanto, tiene todo el sentido que planifique mi tiempo y recursos basándome en esa proporción para aprovisionarme de estos dos bienes.
Con respecto al párrafo anterior, tal y como hemos insistido en las anteriores entregas de esta serie, quisiera recordar que para medir cardinalmente no es necesaria ninguna unidad de medida absoluta, ni constante, ni exacta del valor. El valor de un bien puede expresarse en términos de otro, como hace Menger de manera muy sencilla en su ejemplo de las vacas y los caballos.
Sin quitarle el correspondiente peso en el valor a la importancia que le demos a la satisfacción de una necesidad independientemente de las cantidades disponibles, no debemos olvidar que la revolución marginalista consistió precisamente en identificar la escasez como elemento esencial del valor, de ahí la resolución de la paradoja del agua (abundante) y los diamantes (escasos), y la escasez no es otra cosa que la relación cuantitativa y cardinal entre cantidad necesitada y cantidad disponible.