De nuevo, Mises no comprendió a Menger (V): La escasez

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A diferencia de lo que podría parecer, las teorías del valor de Menger y de Mises no son exactamente iguales, y tampoco se podría decir que la teoría de Mises, por ser posterior, elabora en mayor detalle la de Menger. Sobre la cuestión de la escasez, Mises adopta un enfoque mucho más simple que el de Menger.

En principio si la simplificación es pertinente y correcta debería ser más que bienvenida, pues como norma general se puede considerar superior sobre las demás aquella teoría que pueda explicar la realidad de forma más general y/o más simple.

Sin embargo, en este caso la simplificación de Mises parece más bien un retroceso que un avance. Mises se refiere a los bienes económicos como medios para alcanzar un fin. Y en ese sentido, sostiene que los medios son escasos o no lo son, sin detenerse demasiado en matices intermedios. Su enfoque es dicotómico: una vez el hombre percibe que un bien es escaso, lo valora subjetivamente, guiado por su preferencia o deseo. Es, por tanto, un planteamiento cualitativo y genérico del valor, que tiende a considerar los bienes económicos “en bloque”, donde el grado de escasez tiene muy poco protagonismo en la teoría.

Menger, por el contrario, es mucho más minucioso y detallado. Su análisis es cuantitativo y totalmente enfocado en la relación concreta entre la cantidad necesitada y la cantidad disponible. Para Menger, la condición de bien económico (o “medio”, en la terminología de Mises) no es una cuestión de escasez percibida o tácita, sino que está determinada por la magnitud específica de esa relación. Cuanto mayor sea la diferencia entre cantidad necesaria y disponible, mayor será el grado de escasez y, por ende, el valor económico del bien. Menger aporta así un enfoque más granular, que permite graduar la valoración según la intensidad de la escasez. 

Este grado de escasez no es otra cosa que la base matemática de la curva de utilidad marginal. Cuantas menos vacas tiene el ganadero de Menger, mayor valor tiene la vaca marginal.

Por ejemplo, si Crusoe cuantifica que necesita dos litros de agua al día para beber y también cuantifica que puede disponer de más de diez al día sin ningún esfuerzo significativo, para Crusoe el agua no sería escasa y no tendría ningún valor, y esto sería así como consecuencia de este cálculo cuantitativo y no como consecuencia de ninguna “preferencia subjetiva” entendida en su sentido más literal de mero deseo o gusto. A Crusoe no le ha dejado de gustar el agua, ni tampoco ha dejado de necesitar agua.

Por el contrario, si Crusoe estima que solo dispone de un litro de agua fácilmente accesible y necesita dos, ya existe un grado de escasez perfectamente cuantificable: le falta un litro al día, y deberá dedicar tiempo y recursos para obtenerlo. Es razonable pensar que, si la necesidad diaria queda establecida en dos litros, el factor determinante del valor del agua no será el deseo, sino la cantidad disponible. 

Queda demostrado, entonces, que sin modificar un ápice la preferencia subjetiva, el valor puede cambiar radicalmente en función de la cantidad disponible. La teoría de Mises, al conceder un peso desproporcionado a la preferencia subjetiva sobre la escasez, desdibuja —a mi juicio— el núcleo esencial de la revolución marginalista.

Con esto no queremos afirmar en absoluto que la teoría de Menger sea puramente cuantitativa. Nada de eso. Pero su enfoque acota mucho mejor la subjetividad entendida como simple preferencia (o incluso capricho). En Menger “subjetivo” significa sobre todo cuánta cantidad necesita el sujeto, y de cuanta cantidad dispone el sujeto.

Y la preferencia subjetiva se refleja cardinalmente en el cálculo de la cantidad necesitada, como ilustra en su ejemplo del tabaco. Si ya nadie deseara fumar, la cantidad necesitada de tabaco sería cero. Aplicando esto al caso de Crusoe, es también razonable pensar que, si Crusoe valora mucho más que otros la posibilidad de asearse, estimará una necesidad de agua mayor que la que calcularía otra persona en sus mismas circunstancias.

Fijémonos que al final se acaba cuantificando una cantidad necesitada. Es decir, la preferencia subjetiva se puede plasmar perfectamente en una cantidad cardinal concreta, sin importar lo más mínimo que esa preferencia nos pueda parecer racional o irracional.

Por tanto, no resulta realista ni parece ofrecer una buena explicación de la realidad el enfoque de Mises, donde se estima más valioso aquél que se prefiere sobre otro, sin posibilidad alguna de cuantificar cuánto más valioso.

Es mucho más realista el enfoque de Menger, donde se cuantifican las cantidades necesitadas y disponibles, y a partir de ahí pueden obtenerse estimaciones cardinales del grado de escasez de unos bienes frente a otros. Por ejemplo, tras evaluar las cantidades necesitadas y disponibles de agua y comida, puedo estimar que en esta isla la comida es cuatro veces más escasa que el agua, y tiene pleno sentido que planifique mi tiempo y recursos según esa proporción, aunque sea aproximadamente.

Más aún, las cantidades necesitadas pueden ajustarse en función del tiempo y recursos disponibles para llegar a una planificación óptima, renunciando, por ejemplo, a alguna unidad de comida. Y todo ello constituye un cálculo cardinal, no distinto del que se realiza en el ámbito de los precios, pero aquí circunscrito al valor.

Respecto a esto último, como hemos insistido en entregas anteriores de esta serie, conviene recordar que para cuantificar cardinalmente el valor no es necesaria una exactitud total, ni una unidad de medida absoluta o constante. El valor de un bien puede expresarse en términos de otro, como hace Menger de forma sencilla en su ejemplo de las vacas y los caballos.

Sin restarle importancia a la satisfacción de una necesidad en lo que respecta al valor —independientemente de las cantidades disponibles— no debemos olvidar que la revolución marginalista consistió precisamente en identificar la escasez como elemento esencial del valor, popularmente ilustrado con la paradoja del agua (abundante) y los diamantes (escasos). Y la escasez no es otra cosa que la relación cuantitativa y cardinal entre cantidad necesitada y cantidad disponible.

Serie De nuevo, Mises no comprendió a Menger

(I) Ordinal vs. cardinal

(II) Tampoco Hayek

(III) Unidad de medida

(VI) La escala de Mohs

Serie Mises no comprendió a Menger

IIIIIIIV

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