Yo no tengo un Tesla, no construyo cohetes, no fabrico chips neuronales ni dirijo seis enormes empresas a la vez. Mi patrimonio neto se puede expresar sin notación científica. Y aun así, allá voy, a lo loco, insisto en que el hombre más rico del mundo no entiende el dinero.
Sí, efectivamente: el título es clickbait y del temerario. Pero ya una vez cometido el pecado, ¿por qué no reincidir?. Eso sí, en mi descargo he de decir que Elon Musk no necesita comprender el dinero para ser ultrarrico, ni tampoco comprender el funcionamiento del dinero sería una garantía automática para hacerse rico. Lo que le hace a uno rico es saber cómo satisfacer las necesidades de los demás, y en eso Elon Musk es un genio.
Lo cierto es que, por muy incómodo que resulte, sus nuevas declaraciones no hacen sino confirmar que sigue sin comprender la naturaleza del dinero. Y esta vez el problema no es una frase suelta, sino un razonamiento completo que se derrumba sobre sí mismo.
¿Es posible la abundancia total?
En la entrevista, Musk sostiene que la IA y la robótica podrían traer tal nivel de abundancia que el dinero dejará de ser necesario. Desde un punto de vista teórico, esto es correcto: Si todo lo imaginable fuese ilimitado para todos, no habría intercambio. Y sin intercambio, no habría necesidad de un medio de intercambio. Correcto teóricamente, pero altamente improbable. ¿Dejaría de ser relativamente escaso el metro cuadrado en Manhattan? ¿Dejaría de ser relativamente escaso un Picasso?
De hecho, un minuto después de esa afirmación, Musk sostiene que en ese contexto la energía sería “la moneda de facto” del futuro porque siempre es escasa y además es costoso aprovecharla bien. Pero si la energía es siempre escasa, entonces ese escenario de abundancia plena no puede existir.
Es decir, se contradice doblemente, en primer lugar en que habrá escasez y abundancia a la vez, y en segundo lugar que no habrá moneda pero que la energía será la moneda de facto. Contradicciones aparte, lo que más me interesa es rebatir la idea de que la energía podría ser una buena moneda. Nada más lejos de la realidad.
La energía no es un buen dinero. Utilidad no es valor
Decir que la energía podría ser dinero es otro error conceptual. Que algo sea útil —en este caso, imprescindible— no lo convierte en buen dinero. Si la utilidad bastara para definir valor, entonces el aire sería el activo más valioso del planeta. Pero el aire no vale nada económicamente. ¿Por qué? Porque la cantidad disponible es superior a la que necesitamos, no es escaso.
Pero Musk sostiene que la energía es escasa, por tanto no cae en el error de fijarse solo en su utilidad. Es importante diferenciar que la utilidad es una condición material, mientras que el valor es una relación subjetiva entre una persona y un objeto cuya cantidad disponible es inferior a la que necesita o desea (escaso).
La letanía del “valor intrínseco”
Pero pese a no caer en ese error, su razonamiento se apoya en la impepinable utilidad de la energía. A esta impepinable utilidad es a lo que, sin saberlo, muy a menudo se refieren muchos economistas como “valor intrínseco”. Utilizándolo como argumento irrefutable en el sentido de “si es impepinablemente útil, es impepinablemente valioso”. Esto es falaz como demuestra el caso del aire que respiramos.
En el caso de la energía es cierto que es útil para muchísimas cosas pero no para cualquier cosa. Es útil para calentarse, facilitar el movimiento o alumbrar. Pero no es útil para facilitar los intercambios.
La energía, al menos con la tecnología actual, es difícil de almacenar y transmitir, sobre todo transmitirla a grandes distancias. Pero su mayor problema es que falla en lo esencial para el dinero, que es la estabilidad de su escasez relativa (oferta vs. demanda). La oferta de energía es muy variable y no va acompasada con la demanda, y mucho más que puede variar con avances en nuevas formas de generar energía
Puede que Musk tenga razón en que la energía siempre sea escasa, que nunca tendremos reactores de fusión fría baratos. Pero desde luego sí que es extremadamente probable que el grado de escasez de la energía varíe o caiga mucho, y de manera abrupta. Y que incluso en esa caída también tenga picos de mayor escasez por razón de eventos puntuales naturales o políticos.
Conclusión
La energía es extraordinariamente útil, pero eso no la convierte en buen dinero. El dinero no es un homenaje a la utilidad física de las cosas, es una institución que resuelve el problema humano universal de la falta de coincidencia entre lo que producimos, lo que queremos consumir o poseer y el momento en que deseamos hacerlo. Para eso hace falta un bien especialmente estable en su escasez relativa, duradero, fácil de almacenar, fácil de transportar. La energía falla en estas dimensiones porque su producción es volátil, sus picos y valles dependen de factores físicos y políticos, su almacenamiento es costoso y su transporte a larga distancia es ineficiente. No necesitamos más “utilidad”, necesitamos estabilidad y previsibilidad del valor.
El dinero es, ante todo, un puente entre el presente y el futuro. Su función esencial no es mover coches ni encender bombillas, es facilitar que los seres humanos intercambiemos bienes y servicios separados en el espacio y en el tiempo, coordinando millones de decisiones individuales bajo incertidumbre. Por eso cualquier cosa escasa ni mucho menos cualquier cosa útil sirve como dinero. Solo prospera como tal aquello cuya escasez o valor es lo suficientemente estable como para mantener la certidumbre intertemporal.
Mientras los humanos sigamos eligiendo entre alternativas —es decir, mientras sigamos siendo humanos— seguirá existiendo el valor económico. Y mientras exista el valor, existirá la necesidad de un medio estable para intercambiarlo.
Ver también
Elon Musk no entiende el dinero. (Manuel Polavieja).

