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Antisemitismo, un odio elitista

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(Este texto complementa y es continuación del publicado en el Instituto Juan de Mariana el pasado 13 de abril: Antisemitismo un odio profundamente antiliberal).

El Informe Sobre Antisemitismo en España 2010 (en referencia al cual tratamos hace un mes de explicar los orígenes profundamente antiliberales de la judeofobia) refleja que un 58,4% de los encuestados opina que "los judíos tienen mucho poder porque controlan la economía y los medios de comunicación". Este prejuicio se dispara entre los universitarios, donde es defendido por un 62,2%, y entre aquellos que afirman "tener interés en la política". El presidente de la Federación de Comunidades Judías de España en el momento el que se presentó el estudio, Jacobo Israel Garzón, destacó que "los más antisemitas son supuestamente los más formados e informados", lo que le resulta "preocupante".

Aunque este dato sea digno de generar preocupación (como cualquier otro que muestre la extensión de un odio hacia las personas que forman parte de un grupo por el mero hecho de estar incluidas en él), no debería resultar sorprendente.

Como explicamos en el anterior texto sobre el antisemitismo como odio antiliberal:

La xenofobia, el racismo, la homofobia, la crisitianofobia, la islamofobia y otros sentimientos similares tienen en común el hecho de que quien las siente no valora a cada persona como objeto del odio como un ser individualizado. Al contrario. Tan sólo importa de ella la pertenencia a un grupo, y se le atribuye toda una serie de características personales por el hecho de formar parte de ese "colectivo" al que se percibe como un "todo" homogéneo, nocivo y, en ocasiones, hostil.

Esa incapacidad de valorar a cada persona de forma individualizada (aunque después sea cada miembro del grupo el que recibe el odio y las posibles acciones derivadas de ese sentimiento negativo) ya convierte a estos sentimientos en algo profundamente antiliberal. Pero hay algo que aumenta esta característica en mayor grado en varios de ellos, como el racismo, la xenofobia y la judeofobia. El objeto del odio es percibido como un competidor en el mercado laboral o en el intento de obtener recursos del Estado como subsidios o "ayudas sociales" de diferente tipo. Se le culpa, de manera errónea, de los propios problemas.

Así, el racismo y la xenofobia suelen estar extendidos especialmente entre los sectores de la sociedad con menores recursos económicos, aunque después pueda extenderse hacia el resto de los habitantes del lugar. Esto se debe a que los extranjeros (aunque no son lo mismo, racismo y xenofobia suelen ir en buena medida unidos) suelen ocupar puestos de trabajo que requieren una menor cualificación y, por tanto, están peor pagados. Además, al quedarse muchos de ellos dentro de los sectores de población con menos recursos, suelen acudir como el resto de los ciudadanos en una situación similar a intentar obtener recursos estatales como becas o vivienda protegida.

La judeofobia tiene, en muchas ocasiones, en común con el racismo y la xenofobia que se desarrolla como una reacción ante la competencia de los miembros de un grupo que son percibidos como "diferente". Sin embargo, y a diferencia de los otros casos, surge dentro de sectores sociales con un mayor nivel cultural y profesional (aunque, también aquí, pueda extenderse a otras capas de población). Esto se debe a que los prejuicios hacia los judíos suelen atribuirles características que serían consideradas positivas si no fueran considerados como "elementos hostiles". Mientras el racista y el xenófobo suelen considerar al objeto de su odio como "vago", "sucio", "inculto" y similares, el antisemita (y muchos que no lo son) suele pensar que los hebreos son "inteligentes", "cultos" o "hábiles para las finanzas y los negocios".

Así, quien se siente "amenazado" por su "competencia" no es el obrero de la construcción o el mozo de almacén. Al contrario, quien le percibe como un riesgo para sus propios intereses suele ser un profesor universitario, un médico, un abogado, un alto cargo de empresa (o quien aspira a llegar a serlo algún día) o un periodista. En definitiva, quien se sitúa dentro de los grupos profesionales en los que se requiere una mayor cualificación y nivel culturales. En definitiva, lo que algunos definirían como "élites" sociales. Unas "élites" que además suelten tener una mayor capacidad de difundir sus prejuicios al resto de la población.

Hay otra diferencia también muy importante. Mientras el racismo y la xenofobia surgen en contextos sociales en los que hay un alto índice de población extranjera o de diversos orígenes éticos, para que se desarrolle la judeofobia no es necesaria una presencia importante de hebreos. Al contrario, en muchos lugares se da el antisemitismo sin judíos. El porqué de esto es más difícil de explicar, y daría para otros textos más largos. En cualquier caso, también está relacionado con esa doble característica del antisemitismo como un odio profundamente antiliberal y elitista.

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