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El lenguaje económico (VI): La sanidad

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La sanidad, como ya vimos el mes pasado con la biología, es otro de los ámbitos favoritos de la retórica económica. Así, cuando creemos que la economía funciona según nuestra idea de lo que es correcto la adjetivamos como «sana» o, si se aleja, como «enferma». Algunos ejemplos son: «sanear» la economía», una industria o una empresa; tener una moneda sana», etc. Otro uso metafórico fue la histórica «fiebre» del oro, movimiento migratorio de 300.000 trabajadores hacia California, entre 1848 y 1845, para dedicarse a la minería del oro y negocios auxiliares. Vemos algunos de los tropos más empleados en economía.

1. El médico

Cuando decimos que algo está «enfermo» resulta inevitable la aparición de un «médico». Eminentes economistas (Samuelson y Nordhaus, 2006: 34) afirman que: «En todos los casos, las fallas de mercado provocan producción o consumo ineficientes y el Estado puede contribuir significativamente a curar la enfermedad». Es decir, el libre mercado sufre supuestas enfermedades —externalidades, gorrones (free riders), monopolios, competencia imperfecta, etc.—, pero por fortuna tenemos un excelente galeno —el gobierno— dispuesto a remediarlas. La analogía del médico y el enfermo sirve espuriamente al intervencionismo económico. Los economistas Austriacos han refutado sobradamente todos los mitos —fallos de mercado— que integran la Teoría de los bienes públicos: «Es un razonamiento erróneo, ostentoso, montado en contradicciones internas, incongruencias, apelando a interpretaciones basadas en prejuicios y creencias populares asumidas, pero sin mérito científico alguno» (Hoppe, 2013: 83). El gobierno, más que a un médico, se asemeja a un pésimo curandero.

2. La salud no está en venta

Con frecuencia, colectivistas y personas con elevada «sensibilidad» social afirman que la salud no debería estar sometida a las leyes del mercado. «La salud no está en venta» y otros eslóganes parecidos son habituales en las manifestaciones de las conocidas «mareas blancas». Sobra decir que esta pretensión es tan imposible como desear que la ley de la gravedad no afecte a quienes se suicidan tirándose al vacío.
     Quienes afirman que la sanidad debería ser gratis, en el fondo, pretenden robar los medicamentos a las farmacéuticas, el equipamiento hospitalario a sus fabricantes y esclavizar a los trabajadores de la sanidad. La salud o la atención sanitaria, por mucho que se proclame y declare, no es un derecho humano, sino una necesidad sujeta a las leyes de la economía. «La salud no tiene precio» es otra falacia similar. Precisamente, porque la salud es altamente valorada por los consumidores, los productos y servicios sanitarios son objeto de intercambio económico y reflejan precios de mercado.

3. Demonizar el comercio sanitario      

Los enemigos del libre comercio sanitario lo demonizan lingüísticamente de varias formas. La primera es utilizar el sinónimo peyorativo «tráfico» pues todo traficante —armas, drogas, órganos, migrantes— es visto como un malvado. La segunda es utilizando eslóganes espurios —«la salud no está en venta»— que ya han sido desenmascarados por el marginalismo económico, es decir, los consumidores no compran clases de bienes (salud, seguridad, cultura), sino específicas cantidades de productos y servicios (20 aspirinas de 0,5 gr., 1 alarma antirrobo, 2 entradas al museo). En tercer lugar, incluso ciertas ofertas comerciales en el ámbito sanitario son vistas con recelo. Por ejemplo, en nuestro país, algunos colegios de dentistas han lanzado la campaña: «Tu boca no está de oferta», cuya finalidad oficial es alertar a los consumidores de la publicidad «engañosa», precios «excesivamente» bajos, materiales de «mala» calidad y prácticas «erróneas» que ponen en riesgo la salud de los pacientes. Nosotros, por el contrario, apreciamos una práctica mercantilista para interferir la competencia de las franquicias dentales y otros proveedores low-cost. Recordemos que en el libre mercado todas las calidades son bienvenidas, todas tienen su público y que cada individuo tiene una percepción subjetiva sobre la calidad; por tanto, es un grave error difamar los productos y servicios de menor calidad, así como las ofertas comerciales y descuentos. Además, estas campañas suelen caer en contradicciones internas; por ejemplo, la mayoría de clínicas dentales aplica descuentos a las familias si dos o más hijos reciben a la vez un tratamiento de ortodoncia. ¿Significa esto que la boca del segundo hermano está de oferta?

4. Economía o salud: un falso dilema.

Otro error frecuente es contraponer la salud a la economía, como si una se obtuviera a expensas de la otra. Durante la primera ola de la pandemia por Covid-19 muchos gobiernos prohibieron determinadas actividades económicas para (supuestamente) proteger la salud. Esto afirma Fernando del Pino Calvo-Sotelo (2020: 47):

El gobierno ha creado un debate maniqueo y falaz contraponiendo la voluntad de «salvar vidas» (defendida por la izquierda, esto es, los buenos) con la de «salvar la economía» (defendida por la derecha, esto es, los malos). […] No hay contradicción alguna entre salvar la economía y salvar vidas, porque la economía salva vidas. Si hundimos la economía, no podremos financiar los recursos para sostener nuestro sistema sanitario.

Análogamente, resulta baladí y arbitrario establecer una jerarquía entre las clases de bienes. La frase «la salud es lo primero» contiene una brizna de verdad pues determinadas enfermedades son incapacitantes, pero el consumo de servicios sanitarios, equipamiento y medicamentos debe sufragarse con ahorro, es decir, con trabajo previamente realizado. Sin trabajo no podemos costear la sanidad. Un país que restringe institucionalmente su economía mediante el confinamiento y el cierre arbitrario de negocios no «esenciales» verá reducida su capacidad sanitaria.

Bibliografía

Mises, L. (2011). La acción humana. Madrid: Unión Editorial.

Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. Méjico: McGraw-Hill

(18ª edición).

Hoppe, H. (2013). Una Teoría del Socialismo y el Capitalismo. [Versión Kindle]. Innisfre

Pino, F. (2020). «El confinamiento como experimento totalitario». Expansión (15 mayo).

Serie El lenguaje económico:

(V) La biología

(IV) La física

(III) La retórica bélica

(II) Las matemáticas

(I) Dinero, precio y valor

3 Comentarios

  1. — José Hernández Cabrera: » Los economistas Austriacos han refutado sobradamente todos los mitos —fallos de mercado— que integran la Teoría de los bienes públicos: «Es un razonamiento erróneo, ostentoso, montado en contradicciones internas, incongruencias, apelando a interpretaciones basadas en prejuicios y creencias populares asumidas, pero sin mérito científico alguno» (Hoppe, 2013: 83). El gobierno, más que a un médico, se asemeja a un pésimo curandero. »
    Sobre la efectividad sanitaria de las medidas impuestas por ese «curandero», como la de los confinamientos, ver: Gerard P. O’Driscoll «Covid policy and outcomes» https://www.aier.org/article/covid-policy-and-outcomes/ … y el NBRE working paper que enlaza: https://www.nber.org/system/files/working_papers/w28930/w28930.pdf

    — Fernando del Pino: » Hannah Arendt describió en Los Orígenes del Totalitarismo cómo la MENTIRA y el MIEDO son los dos instrumentos primordiales de todo gobierno totalitario: «Cuando la diferencia entre la verdad y la mentira se convierte en una mera cuestión de poder y astucia, de presión y repetición infinita, las falsedades más monstruosas se transforman en hechos incuestionables». Gracias al alarmismo mediático, el miedo a la muerte por un virus cuya letalidad real en la inmensa mayoría de la población es muy baja ha bastado para crear un pánico y una paranoia que interesa a quienes desean imponer formas más permanentes de restricción de libertades, control de las personas y vigilancia de sus movimientos. A este horror que intentan imponer lo llaman, creo, la «nueva normalidad.» »
    Sobre el «exceso» de mortalidad asociada al Covid-19 («exceso» en realidad solo apreciable o significativo en marzo y abril de 2020), y la edad de las personas a las que afectó, ver las dos primeras páginas de los propios datos del ISCIII del Mº de Sanidad (Informes MoMo): https://www.isciii.es/QueHacemos/Servicios/VigilanciaSaludPublicaRENAVE/EnfermedadesTransmisibles/MoMo/Documents/informesMoMo2021/MoMo_Situacion%20a%2027%20de%20julio_CNE.pdf

  2. Esto de confundir «salud» con «enfermedad» es como confundifr «Estado» con «Gobierno».
    El cuidado de la salud no es lo mismo que curar una enfermedad. Los centros de salud son centros de enfermos, los médicos están peor que sus clientes. Pero también los centros educativos deforman a la gente y la despistan y la ofuscan, los centros de reciclaje manchan más de lo que limpian: toda forma de ecologismo es Fascismo y Antihumanismo. Las depuradoras de agua no presentan mejores resultados en su cometido que RTVE o RNE. En definitiva, el Gobierno es lo contrario al Gobierno, el Estado de Bienestar nos ha llevado al Estado de Naturaleza, todos contra todos, la separación de poderes ha dado lugar a los peores Jueces y a los peores legisladores de toda la Hisotria.

    ¡Centralistas y descentralistas, sois todos unos bodoques, el prolema es el Estado!

    El Estado es el principal enemigo de la Civilización. ¿A alguien le gusta prevenir enfermedades? Pues para ése lo primero es sacar al Estado del negocio de la prevención de enfermedades, porque la experiencia vuelve a demostrar que no previene nada, sino que solo puede aumentar el daño de las mismas. Los que defienden al Estado Terapéutico son malvados ignorantes que están en contra de la humanidad y a favor de la enfermedad. Los maldigo a todos.

    Matan para robar.
    Díaz Ayuso es mayor enemiga de los españoles que lo que fue el Francis Drake. Y esta es la menos mala de todos estos déspotas. Qué mal está todo y peor que se pondrá la cosa antes de que amanezca.

    Debemos seguir el ejemplo de Mises. Sobrevivir es el mayor insulto a los autoritarios.

  3. Gracias estimado José. Cristalino, elocuente y brillante. Felicidades.

    «La salud no está en venta».  «Sobra decir que esta pretensión es tan imposible como desear que la ley de la gravedad no afecte a quienes se suicidan tirándose al vacío».

    ELOCUENTE.

    Todo bien concreto está o estará en venta, tras localizarse o generarse’ potencial y real demanda. 
    Los precios y las cantidades intercambiadas voluntariamente evidencian el grado de eficiencia. El libre mercado, el mercado competitivo, es la referencia de precio menor y  cantidades voluntariamente intercambiadas mayores, a corto, medio y largo plazo. Es la mejor manera de combatir el despilfarro.
    Toda intervención pretensiosa ( pública o privada) fijando precios diferentes al de referencia de libre mercado o competitivo merma las cantidades voluntariamente intercambiadas. Las intervenciones públicas debieran ser consideradas ‘fallos de Estado’ si se hablara, como se habla, de «fallos de mercado», si  el precio fuera distinto al de referencia competitivo.

    En los mercados de bienes y servicios mayormente el acto de pagar de unos y cobrar de otros van al unísono en el momento del intercambio voluntario entre las partes. No obstante, existen necesidades (pocas, pero existen) traducidas en demandas susceptibles de ser cubiertas por ofertas pero donde hay problemas para la ejecución del acto de pago y cobro. Los ejemplos de «alumbrado de las calles», «el servicio de basura», «el faro costero»,…  Aquí ineludiblemente hay que implementar algún mecanismo que haga posible la transacción con su cobro y pago. ¿Soluciones públicas o privadas? Este es un dilema de elección.  Desde luego, estimado José Hdez. compartimos el escepticismo sobre la solución pública fiscal para cubrir los costos totales y marginales, no se sabe de qué manera, para el sostenimiento de la producción y factibilidad de tales casos de bienes y servicios con problema para la ejecución del cobro pago.
    Estas cuestiones no simples deben ser objeto de análisis como has desarrollado en tu tesis en relación a la Defensa Nacional,…

    «Otro error frecuente es contraponer la salud a la economía, como si una se obtuviera a expensas de la otra. Durante la primera ola de la pandemia por Covid-19 muchos gobiernos prohibieron determinadas actividades económicas para (supuestamente) proteger la salud. Esto afirma Fernando del Pino Calvo-Sotelo (2020: 47): El gobierno ha creado un debate maniqueo y falaz contraponiendo la voluntad de «salvar vidas» (defendida por la izquierda, esto es, los buenos) con la de «salvar la economía» (defendida por la derecha, esto es, los malos). […] No hay contradicción alguna entre salvar la economía y salvar vidas, porque la economía salva vidas. Si hundimos la economía, no podremos financiar los recursos para sostener nuestro sistema sanitario»

    BRILLANTE.

    Estos planteamientos del gobierno de turno intentando justificar sus «estrategias inexistentes», ante el peso del miedo y la incertidumbre, en ‘la primera ola’ y durante esta lamentable pandemia no resisten el más simple de los modelos económicos sobre producción de bienes y servicios sujetas a las respectivas tecnologias, ‘el modelo de la frontera de posibildades de producción’. Desde la intervencion gubernamental han reescalado a la baja discrecionalmente (indiscretamente o burdamente, ¿desorientadamente? ) los recursos humanos disponibles con un confinamiento prácticamente total sobre el sector terciario predominante en nuestro tejido económico en España que ya antes de la pandemia mostraba de manera persistente opciones o asignaciones de producción con paro persistente, alejada de la frontera de produccion. Con tales decisiones se han generado dos efectos se ha retraido brutalmente la frontera de posibilides de producción y se ha obligado a los agentes económicos a experimentar el racionamiento en cantidades y precios. Esta situación vivida y sufrida, quizá comprensible en un primer momento ante el temor e incertidumbre del problema pandémico ineludiblemente se hace insostenible ya a medio plazo y de eso hace mucho. De ahí la importancia de ir convenciendo como afirmas: «No hay contradicción alguna entre salvar la economía y salvar vidas, porque la economía salva vidas. Si hundimos la economía, no podremos financiar los recursos para sostener nuestro sistema sanitario»

    Gracias, querido Pepe. Un abrazo, José Manuel González Pérez.


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