Hay quienes intentan, desde supuestos postulados liberales, justificar la prohibición de las drogas apelando a un concepto de libertad que nada tiene que ver con el liberalismo. Arguyen que los adictos no son "libres" porque su dependencia física con respeto a la droga les impide elegir a voluntad. El drogodependiente es esclavo de la droga porque ésta le obliga a seguir consumiéndola. No puede decidir "libremente", pues la influencia de la droga es demasiado irresistible.
Pero esto es jugar con la polisemia de la palabra libertad para legitimar el uso de la fuerza contra personas que no han agredido a nadie. ¿A quién agrede el consumidor de estupefacientes? ¿A quién agrede el que se los proporciona? En vano alegan los prohibicionistas que la droga "esclaviza": si son incapaces de señalar una víctima no hay crimen alguno que reprimir. El liberalismo, en tanto filosofía política, se ocupa de prescribir derechos, y en este sentido propugna que los individuos tienen derecho a hacer uso de su cuerpo y sus posesiones sin interferencias violentas (no-consentidas) por parte de terceras personas. El empleo de la fuerza sólo es legítimo como respuesta a una agresión previa (para defenderse o para exigir restitución/castigo), y puesto que emplear la fuerza para prohibir la compra-venta y el consumo de drogas no responde a ninguna agresión previa se trata de una agresión en sí misma. Esconderse tras el parapeto del "drogodependiente esclavizado" de nada sirve a la hora de dirimir la cuestión anterior.
No hay nada de extraño en ello, pues como se ha dicho el concepto de libertad auspiciado por estos prohibicionistas no se corresponde en absoluto con el concepto de libertad negativa propio del liberalismo. De acuerdo con este último una persona es libre cuando puede hacer uso de su cuerpo y sus posesiones sin que haya coacción por parte de terceras personas. De acuerdo con la definición manejada por los prohibicionistas, sin embargo, una persona es libre cuando puede conseguir los fines que se propone en cada momento con independencia de las circunstancias que le rodean, de modo que deja de serlo si hay "algo" que limita de alguna forma sus opciones. El drogodependiente no es "libre" porque no puede desengancharse a voluntad; la adicción se lo impide, limita sus opciones. Pero siguiendo este razonamiento, el explorador perdido en el desierto tampoco es "libre" si quiere saciar su sed y su cantimplora está vacía; el desierto se lo impide, limita sus opciones. Por tanto, si el drogodependiente es esclavo de la droga entonces el explorador es esclavo del desierto y el resto de mortales somos esclavos de la ley de la gravedad. ¿Pero qué tiene que ver esto con el liberalismo? ¿Acaso cabe alegar que el desierto agrede al explorador o que la gravedad atenta contra la libertad de los seres humanos? Si, haciendo uso de su cuerpo y sus posesiones, un individuo no puede alcanzar determinados fines que se propone a causa de las circunstancias que le rodean no por eso deja de ser libre y pasa a ser víctima de una agresión. Que el entorno restrinja nuestras opciones no significa que violente nuestra libertad. El entorno no coacciona ni agrede, sólo las personas lo hacen. Por ello debemos preguntarnos, ¿quién (no qué) está coaccionando al consumidor de drogas? ¿Quién (no qué) impide al drogadicto dejar de drogarse? El consumidor de drogas, como el explorador del desierto, es perfectamente libre, pues ningún otro individuo le está coaccionando.
Algunos, persistiendo en el mismo error, reconocen que uno es libre cuando elige drogarse por primera vez, si bien deja de serlo cuando la adicción se vuelve imbatible. Pero el individuo es igualmente libre en ambos casos, pues en ninguno de los dos se ve coaccionado por un tercer individuo. En el segundo escenario simplemente se enfrenta a restricciones distintas a las del primero, no está siendo violentado por nadie. Sostener que un individuo no tiene derecho a cambiar su situación (drogándose, por ejemplo) si eso reduce sus opciones disponibles equivale a afirmar que no tenemos derecho a quitarnos la vida o a donar nuestra fortuna porque eso limitaría nuestras opciones en el futuro. "Si eligen drogarse luego no podrán elegir dejar de drogarse", argumentan, ¿pero desde cuándo esto, de ser así, supone una razón para emplear la coacción en primer lugar? Si elegimos gastar nuestro dinero en un equipo de música luego no podremos elegir gastar ese dinero en una lavadora, si elegimos vivir en la montaña no podremos elegir bañarnos en la playa y si elegimos no estudiar otro idioma luego no podremos elegir hablarlo. Tomar partido por un curso de acción significa también renunciar a sus alternativas y soportar las consecuencias de nuestros actos. ¿Acaso ello es un motivo para impedirnos actuar?
Con todo, esta argumentación prohibicionista que apela a los efectos "esclavizantes" de la droga se halla viciada de origen. Arguyen que las drogas deben prohibirse porque "esclavizan", pero de un lado está claro que muchos consumen droga esporádicamente y están lejos de estar enganchados, y de otro lado la adicción no es insuperable, es posible desengancharse aun cuando requiera ingentes sacrificios. ¿Cómo puede secundarse la prohibición para todos con semejantes argumentos si sólo algunos se convierten en drogodependientes y éstos, además, pueden llegar a rehabilitarse?
Como señalaba Capella, el liberalismo asume que no somos individuos omnipotentes y en absoluto aspira a eliminar las restricciones de nuestro entorno, sólo se propone como meta desterrar la violencia y la coacción de las relaciones humanas. De este modo, aunque en un sentido metafórico pueda ser lícito decir que un adicto es esclavo de la droga, no debemos olvidar que el liberalismo no se ocupa de restricciones ambientales e imposiciones metafóricas sino de agresiones reales, agresiones llevadas a cabo por individuos.
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