Quizás sea oportuno destacar en estos días la obra del filósofo más relevante del siglo XX en América Latina, máxime en los tiempos tan convulsos que está atravesando (y que atravesará) el mundo occidental en el siglo XXI, debido a la pérdida de los valores tradicionales, fundamentalmente en Europa y América, por el intervencionismo político, la ingeniería "social" y el suicido demográfico.
Nicolás Gómez Dávila (1913-1994) es un autor independiente, contradictorio, inclasificable y, quizás, excesivamente aristocrático en su forma de entender la vida pero que, desde mi punto de vista, es muy recomendable porque sus aforismos provocan la reflexión profunda del lector avisado. Nacido en Bogotá, su privilegiada posición económica y social le permitió sumergirse entre los libros de su amplia biblioteca desde el año 1949, enclaustrarse voluntariamente y realizar una destilación del pensamiento de la sociedad de Occidente que se apoya en frases cortas y elípticas, maduradas durante años, analizando las grandes preguntas de la filosofía, de la religión y de la política.
Su obra principal es Escolios a un texto implícito, que está formada por un amplio conjunto de aforismos que se presentan como las notas al margen de un sistema filosófico que prefirió no explicitar formalmente, sino desplegarlo por medio de las ideas, que alambicaba y destilaba con pequeñas gotas de sabiduría, del mismo modo que hacían los escolásticos en los escolios.
Los "escolios" eran los comentarios que los escolásticos anotaban en los márgenes de los manuscritos antiguos y de los incunables en las bibliotecas de los monasterios para explicar los pasajes de una obra desde un punto de vista gramatical, estilístico, explicativo o interpretativo. Esta referencia a la escolástica, no es una mera casualidad en la obra de Gómez Dávila. Los escolios eran una referencia importante en su estudio de la tradición de las obras antiguas que eran leídas y cuidadas por los autores escolásticos, pasando de generación en generación a lo largo de los siglos. Sin duda, Gómez Dávila les daba una importancia máxima, dado que los inscribe directamente en el título, empleándolos también como fuente de inspiración para preparar y redactar su obra académica del mismo modo que hicieron los autores escolásticos, con un trabajo lento y pausado, durante años de lectura y reflexión sobre los autores clásicos.
Quizás sea preciso recordar que, desde la publicación de la obra The School of Salamanca (1952) de Marjorie Grice-Hutchinson (1909-2003), se ha demostrado cómo los escolásticos españoles identificaron muchos de los principios del crecimiento económico y, también, las instituciones morales responsables del arraigo de una sociedad civilizada:
Posteriormente, se produjo un desarrollo prometedor en la discusión de estas cuestiones por obra de los escolásticos medievales al advertir la existencia de esa categoría intermedia de fenómenos que son «resultado de la acción humana pero no de la intención humana»… En efecto, en el tratamiento de los problemas sociales por parte de los escolásticos tardíos, los jesuitas españoles del siglo XVI, el término naturalis se convirtió en un término técnico empleado para designar aquellos fenómenos que no son producto de la creación deliberada por la voluntad humana.
Hayek, 2006, pp. 98-99.
Friedrich Hayek (1889-1992) destacaba la importancia de las obras de los autores escolásticos y del cristianismo como "guardián de la tradición" por transmitir entre múltiples generaciones de ciudadanos los patrones de conducta, fundamentos o instituciones morales que generan (y son generados por) una sociedad civilizada.
Por su parte, Nicolás Gómez Dávila, si bien era crítico con el comportamiento (progresista) de parte de la curia eclesiástica, daba importancia máxima a la tradición cristiana, observando como base de su filosofía las ideas que identificaron y comentaron los escolásticos. A modo de ejemplo, a continuación, cito tres escolios que se refieren a la tradición, la Iglesia y la necesidad de reconstruir el "ethos occidental" conforme a la tradición cristiana:
— Cuando el respeto a la tradición perece, la sociedad, en su incesante afán por renovarse, se consume a sí misma. (Gómez Dávila, 2001), p. 108
— La Iglesia evitó su esclerosis en secta exigiéndole al cristiano que se exigiese perfección a sí mismo, no que se la exigiese al vecino. (Gómez Dávila, 2001), p. 316
— Hoy el individuo tiene que ir reconstruyendo por dentro de sí mismo el universo civilizado que va desapareciendo en torno suyo. (Gómez Dávila, 2001), p. 332
Se autodefinía como un "reaccionario" en el sentido de ser un individualista, posicionado en contra de las ideas que consideraba no merecen la pena ser conservadas y que entendía deben ser refutadas desde la aristocrática soledad de la inteligencia. Creía en la necesidad de una clase dirigente preparada y consciente de la importancia de los valores morales vinculados a la religión cristiana, con capacidad para entender el proceso histórico y sus responsabilidades. Sirvan como ejemplo, estos cinco escolios que expresan sus pensamientos frente al estatus quo imperante en los órdenes moral, jurídico, científico y político:
— Reformar la sociedad por medio de leyes es el sueño del ciudadano incauto y el preámbulo discreto de toda tiranía. La ley es forma jurídica de la costumbre o atropello a la libertad. (Gómez Dávila, 2001), p. 79
— Varias civilizaciones fueron saqueadas porque la libertad le abrió impensadamente la puerta al enemigo. (Gómez Dávila, 2001), p. 241
— En las elecciones democráticas se decide a quiénes es lícito oprimir legalmente. (Gómez Dávila, 2001), p. 315
— No parece que las ciencias humanas, a diferencia de las naturales, lleguen a un estado de madurez donde las necedades automáticamente sean obvias. (Gómez Dávila, 2001), p. 316
— Salvo el reaccionario, hoy solo encontramos candidatos a administradores de la sociedad moderna. (Gómez Dávila, 2001), p. 332
Sin embargo, la obra de Nicolás Gómez Dávila es ante todo reaccionaria por argumentar en contra de las ideologías sobre las cuales la modernidad ha construido una religión antropoteista, que se manifiesta en las diversas formas confesionales o «actos de fe laicos» que defienden los políticos intervencionistas y aquellos ciudadanos que los eligen como, entre otros, los cultos al Estado Minotauro, a la democracia asamblearia, a la lucha de clases, al progresismo, al ecologismo, al materialismo, al ateismo, al populismo… que guían hacia la «colectivización» de la sociedad. Creo es interesante finalizar con más frases del autor, indicando cinco escolios adicionales, como ejemplo, de algunas de sus críticas:
— El Estado moderno es la transformación del aparato que la sociedad elaboró para su defensa en un organismo autónomo que la explota" (Gómez Dávila, 2001), p. 256
— Las ideologías son ficticias cartas de marear, pero de ellas depende finalmente contra cuales escollos se naufraga. Si los intereses nos mueven, las estupideces nos guían. (Gómez Dávila, 2001), p. 315
— El progresista sueña con la estabulación científica de la humanidad. (Gómez Dávila, 2001), p. 317
— La inflación económica de este final de siglo es fenómeno moral. Resultado, y a la vez castigo, de la codicia igualitaria. (Gómez Dávila, 2001), p. 373
— Los hombres se dividen en muchos altruistas, ocupados en corregir a los demás, y pocos egoístas, ocupados en adecentarse a sí mismos. (Gómez Dávila, 2001), p. 393
En definitiva, sus escolios condensan pensamientos sobre densos debates intelectuales como, por ejemplo, la necesidad de las instituciones morales para sostener una sociedad civilizada, el vacío existencial en una modernidad sin Dios que condujo hacia una posmodernidad sin valores morales, la opresión de los ciudadanos por un Estado que invade todos los ámbitos de decisión de las personas, la alienación de los derechos individuales del hombre a la vida, la libertad, la propiedad y la igualdad de trato ante la Ley o, también, la tergiversación deotras instituciones morales como el cumplimiento de los contratos, la familia, el lenguaje, la función empresarial, el libre comercio, la banca, el dinero…
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