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Historia de Aragón (VI): Pedro I y Alfonso I

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Tras la muerte de Sancho Ramírez en las murallas de Huesca, Pedro I se convirtió en el nuevo rey de Aragón. Recompondrá la estructura militar del reino para volver a asediar Huesca, que finalmente será conquistada en 1096 tras la batalla de Alcoraz, momento donde comienza la leyenda de San Jorge.

Poco después, en 1100, conquista Barbastro, estas dos conquistas suponen un mundo nuevo de posibilidades para Aragón. Hasta ese momento Aragón había sido un reino pirenaico con una agricultura de subsistencia muy limitada, la expansión territorial aumentará enormemente la capacidad agrícola del reino. Entre 1001 y 1004 Pedro I conquistará ciudades tan relevantes como Salou, Peñíscola, Castellón, Vinaroz y Oropesa. Pero aún quedaba la conquista más importante, Zaragoza. Para preparar el asedio, se reforzaron los castillos próximos a la ciudad, Castillar y Juslibol. Pedro no podrá culminar esa conquista, ya que fallecerá en el Valle de Arán en 1004, dejando el reino en manos de Alfonso I.

El problema sucesorio

Alfonso ya era un personaje importante en la corte, siempre estuvo presente en las campañas militares de su padre, incluso llegó a liderar la carga de caballería de la batalla de Alcoraz con tan solo 22 o 23 años. La idea de Sancho Ramírez fue enviarlo a San Pedro de Siresa para que se educara en la carrera eclesiástica, pero Alfonso no estaba hecho para aquello, su padre lo sacó del monasterio y lo envío a un pequeño señorío feudal en las Cinco Villas, el señorío de Biel, en la frontera con los musulmanes.

El preceptor de Alfonso era Esteban de Huesca. Era un personaje muy culto, pero un salvaje a nivel militar. Las disciplinas que le enseñaba a los reyes eran la equitación y la esgrima. Alfonso se convirtió en rey con 31 o 32 años. Por aquel entonces no estaba casado, y las crónicas relatan que lo más posible es que fuera homosexual. Esto planteaba un problema sucesorio para el reino, Alfonso no tenía descendencia, y el sucesor era el tercero de los hermanos, Ramiro. Pero había un problema: era sacerdote, por lo que no podía gobernar legalmente. Los nobles de Aragón empezaron a presionar a Alfonso para que se case.

Por aquel entonces, Alfonso VI de León tenía una heredera llamada Urraca. En Castilla las mujeres sí podían gobernar, por lo que Alfonso VI le otorgó la mano de su hija a Alfonso I de Aragón. Fue una boda muy mal vista por parte de las crónicas leonesas, ya que hablan de maltrato por parte de Alfonso, finalmente el matrimonio se anuló en 1114 y ambos reyes volvieron a sus respectivos reinos. Cuatro años más tarde, Alfonso conseguiría la gran gesta de conquistar Zaragoza, y posteriormente Tudela y Tarazona, además de fundar Soria.

El batallador

No se le apodó el Batallador por azar. Tras sus conquistas intentó asaltar Valencia, Murcia y Granada, pero sin éxito. En las playas de Almuñécar realizó un acto simbólico, dicen las crónicas que metió a su caballo en el agua y ordenó a unos musulmanes que estaban pescando que le dieran un pez. Hacia el 1150 aparece el nombre de un personaje que no se había nombrado hasta ahora, que es Anfortas, un personaje legendario que es el propietario de un castillo en las montañas del norte de España, donde se conserva el Santo Grial.

Lo curioso es que en las acuñaciones de moneda de Alfonso I se podía leer Anfus Rex, en las leyendas del rey Arturo, Anfortas es el rey del grial y tiene el sobrenombre del rey pescador, en el cáliz del capital de San Juan de la Peña podremos observar un pez en un plato. Es posible que todo sea una enorme coincidencia, pero desde luego es apasionante.

En el próximo artículo hablaremos del problema sucesorio que supuso la muerte de Alfonso I.

Serie ‘Historia de Aragón’

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