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La teoría del valor-trabajo de Marx

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Mi escrito de hoy está estrechamente vinculado a la XVI edición de la Universidad de Verano del IJM, en ella se trataron una retahíla de temas a cada cual más interesante. Los conferenciantes aportaron cuestiones sugerentes que sin duda no pasaron desapercibidas para la mayoría de los allí presentes. En mi caso, llevaba tiempo tanteando la posibilidad de escribir sobre Marx, especialmente sobre su teoría del valor. El casus belli fue la intervención de Francisco Capella. En un momento determinado dijo algo como “yo no he leído el Capital de Marx”, por ende, en este artículo se plantea la incipiente necesidad de conocer “al otro” habida cuenta de la importancia que ha tenido y que tiene la figura del pensador de Tréveris en países como China.

Sea como fuere, la cuestión de fondo es precisamente conocer los planteamientos marxianos que son conditio sine qua non para entender a sus émulos. Del pensador alemán se han escrito ríos de tinta tanto a favor como en contra, Lionel Robbins dijo lo siguiente sobre él, “Marx, I ought to say, whether you agree with him or disagree with him, was probably the best historian of economic thought of his time, although I personally think—and this is a value judgement—that Marx was frightfully unfair to some of the people he criticised” (Robbins 1998, 235). Robbins no es nada sospechoso de ser un recalcitrante bolchevique, todo lo contrario, aún así, de sus palabras se desprende un halo de admiración y espíritu crítico.

Para empezar a lidiar con autores que piensan diametralmente lo contrario que pensamos nosotros, es importante no subestimarlos. ¿Quién puede dudar de la erudición de Lenin, del carácter visionario de Keynes o del talento literario de Sartre? O del excelso conocimiento de Chomsky especialmente en cuanto a lingüística se refiere. Para extrapolarlo un poco con el presente y con el ascenso (y declive) de Podemos, el politólogo conservador Rubén Herrero de Castro dijo lo siguiente en una tertulia de 13TV, “os puedo decir que la formación Podemos […], son gente extremadamente bien preparada, que tienen un proyecto político y que saben lo que quieren y dónde van”. Ergo, es urgente dejar de caricaturizar “al otro” y articular un consenso de mínimos para dar la batalla cultural.

La atracción de la intelligentsia con el marxismo y sus diversas variantes colectivistas ha sido constante en las facultades de letras desde hace décadas. Aron a mitad de los años 50s, comentó que se trataba del «opio de los intelectuales» [1], y desgranó algunos de los mitos que aún a día de hoy restan presentes en la cosmovisión del marco teórico marxiano. En cualquier caso, si no se conoce la obra y legado de Marx, difícilmente podrá realizarse un análisis detallado de la escuela de pensadores que ha legado hasta la actualidad.

A mi juicio, para atacar al marxismo no hay que recurrir a la figura del fundador ni usar falacias ad hominem. Es aconsejable buscar el vídeo donde Escohotado habla sobre Marx. Por mucha razón que tenga sobre las cuestiones relativas a la plusvalía, se desprende un odio mesiánico contra su figura. Esto sería el equivalente de atacar a Locke por haber sido accionista de la Royal African Company, secretario del Council of Trade and Plantations (1673-74), por sus escritos sobre los indios americanos, y por cosas como las que postula Losurdo, “Locke è l’ultimo grande filosofo a cercare di giustificare la schiavitù assoluta e perpetua” (Losurdo 2005, 45), etc.

Siguiendo con el tema que nos atañe, veo con reticencias un espectro del liberalismo que me genera bastantes suspicacias: el desdén que hay sobre cuestiones culturales/históricas. El caso de Marx es paradigmático, ¿para qué leer a un autor en cuyo nombre han fracasado todos los regímenes políticos-económicos que se han implementado?, es más rápido y pragmático leer a Mises y su libro Socialismo. ¿Para qué preocuparse por cuestiones como la experiencia socialista de la URSS?, al fin y al cabo, cayó hace treinta años. Estos son algunos ejemplos, pero hay muchos otros. ¿Hay alguien que dentro del liberalismo español se dedique a analizar obras de arte con dicha perspectiva? Nuccio Ordine en su famoso manifiesto dice lo siguiente, “Sólo el saber puede desafiar una vez más las leyes del mercado” (Ordine 2013, 16). El liberal sumergido en cuestiones económicas (y utilitarias) no tiene tiempo para tales nimiedades, pero son precisamente estas las que provocan un antagonismo cada vez mayor entre el capitalismo y el mainstream intelectual y popular.

Así pues, la cuestión del marxismo y sus presuntas erratas económicas se nos abren como su talón de Aquiles. Sin duda, estos yerros se encuentran en su magnus opus, El Capital, Volumen I (1867), concretamente en su teoría del valor-trabajo. Grosso modo lo que postula el autor es que el valor de una mercancía está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario[2] para producirla. Se deduce de aquí lo siguiente: de los factores de producción, Marx pone en el centro el trabajo humano. Ergo, el trabajador es el que crea el valor y el capitalista el que se lo queda mediante la plusvalía, todo esto lo vincula con su teoría de la explotación. Luego las mercancías se intercambian por equivalentes de valor, es decir, dos unidades que tengan intrínsecamente un tiempo de trabajo similar, podrán ser intercambiadas por el mismo valor de cambio (precio).

El enfoque de la teoría valor-trabajo es una apropiación de lo esencial del enfoque ricardiano en cuanto al trabajo incorporado, a pesar de que Marx refina el argumento. El de Tréveris introdujo, además, otra restricción a su análisis del valor: la producción para el cambio. Se trataba de un prerrequisito del propio valor, de acuerdo con Barber, “Las formas precapitalistas podían producir bienes, pero según las definiciones marxistas no podían producir ni mercancías ni valor” (Barber 1971, 139). Estos condicionantes mencionados, si eran añadidos, afectaban a los valores de cambio, los cuales, estaban determinados por el trabajo incorporado y socialmente necesario para la producción de los bienes.

A parte del historicismo que desprende la teoría de Marx, su concepción de la Historia es que cualquier estructura social requiere una forma de producción y distribución específica, según él, el valor en la forma de producción capitalista se expresa mediante la dimensión monetaria. En las economías capitalistas, las cosas no se intercambian en los mercados en términos de valor, sino que son producidas como valor en sí mismas.

El Capital es un texto clave para la crítica materialista. Se producen mercancías para vender (cosa característica del capitalismo), entonces, para el productor, el factor trabajo es secundario, sin embargo, el trabajo importa hasta el punto en que produce valor, lo que llama abstract labor y a lo que añade que es una pérdida de tiempo. Posteriormente, Marx desarrolla formas más complejas sobre el valor con el profit form, en el cual, las cosas no son producidas como utilidades, sino específicamente de acuerdo con la cantidad y el éxito del capital (beneficio y la tasa de ganancia).

El economista neerlandés Geert Reuten[3] postula que Marx tiene interpretaciones contrapuestas ya que, si leemos El Capital, nos damos cuenta de que, para el de Tréveris, el valor no solo está determinado por el tiempo de trabajo. Esto es debido a que la cambiante productividad e intensidad del factor trabajo en el Volumen I, problematiza esta noción. Una idea interesante es la de que con la teoría valor trabajo se rompe con la conjetura de la economía política clásica a pesar de que Marx mantiene vestigios de la misma, como la teoría del valor de Ricardo[4].

Uno de los que no podía faltar para tratar este tema es Rothbard, el cual reconoce que la teoría de la explotación y del valor trabajo sí que se aplican en una circunstancia, y que, ni Marx ni sus críticos habían reparado en ello: en la relación entre el esclavo y su amo bajo la esclavitud. Desde que los propietarios tenían esclavos, estos sólo recibían un salario de subsistencia, para vivir y reproducirse, y los beneficios de la producción marginal del esclavo recaían completamente en manos del dueño. Los planteamientos de Marx son expuestos como “One logical path for a radical Ricardian, clearly, was to call for the expropriation of surplus value, and the establishment of a system in which the labourers earn the full value of their product” (Rothbard, 2006, pág. 393).

El austríaco muestra que, en el Capital, Marx tenía que disponer de otros elementos subjetivos reclamantes para determinar el valor. Debía demostrar que el valor era algo objetivamente materializado en el producto. Intentó hacerlo en el I Volumen. Rothbard argumenta que Marx comete un error crucial en el principio de su sistema. El de Tréveris ponía el ejemplo de la mercancía con el maíz y el hierro[5] (M. Rothbard 2006, 409).

De ahí el comentario de que el error está en su fundamento, que dos mercancías sean intercambiables por ellas mismas en una cierta proporción, no significa que por lo tanto tengan el mismo valor y puedan ser representadas por una ecuación. La tradición de Rothbard tiene mucho que ver con los escolásticos salamantinos y por ello, al referirse a esta cuestión de Marx, dice explícitamente que dos cosas son intercambiables entre ellas solo porque son desiguales en el valor que otorgan los participantes en este intercambio, si valieran lo mismo, ¿por qué se hubieran molestado en cambiar los bienes?

Resumiendo, la obra más importante de Marx está minada de errores económicos, pero más allá de eso tiene un valor (¿subjetivo u objetivo?) en tanto en cuanto constituye una crítica de su sociedad y del modelo productivo del s.XIX. En general, los distintos manuales de pensamiento económico que se han consultado muestran una total consonancia en el hecho de que la teoría del valor-trabajo es fruto de los planteamientos de los economistas clásicos, especialmente de Ricardo. También que Marx consideró que el valor era algo objetivo y que sólo era producido por el trabajo humano, en la dificultad de reconciliar la tasa de beneficio con la concepción del plusvalor, etc. El lector atento podrá notar la falta de uno de sus críticos contemporáneos, como por ejemplo, Eugen Böhm von Bawerk y su libro La conclusión del sistema marxiano (1896). Dado que se trata de una crítica coetánea, creo que bien merecería un capítulo para ella sola.

En mi modesta opinión, toda teoría económica tiene sus debilidades, y el investigador, ya sea por motivos ideológicos o escrupulosamente relativos a la búsqueda de resultados académicos, debe exponerlos. La conceptualización marxiana de la economía es a mi juicio, un gigante con pies de barro, puesto que, si se desarticulan algunas de las premisas principales, el cuerpo entero se desmorona. Por ejemplo: si se cuestiona el denominador común que atribuye Marx a las mercancías que participan en un intercambio, es decir, el trabajo socialmente necesario, concepto vago y endógeno a la demanda, dado que no hay ninguna unidad homogénea de trabajo abstracto, se ven sus vacíos. Otro argumento sería que no sólo el trabajo humano es fuente de valor (¿no lo generarían los animales o las máquinas?). También que el valor de cambio de una mercancía depende del valor subjetivo que los individuos atribuyen a un bien mientras interactúan en el mercado.

Sin duda, más allá de lo que puedan decir los expertos, siempre es aconsejable redirigirse al propio autor y a su obra, siendo conscientes de las limitaciones lingüísticas y de los matices que pueden difuminarse a causa de las traducciones. A mi juicio, la contribución de Marx a la economía, debería estar más presente en las facultades puesto que, la aplicación práctica de esta constituyó el modelo económico imperante en buena parte del globo a lo largo del s.XX (y, en la actualidad, aún quedan residuos del mismo). En consecuencia, a pesar de no estar en boga, es necesario poner en el foco a las economías planificadas (especialmente para mostrar lo que no hay que hacer) y, en este caso, a uno de los máximos estandartes de la crítica al capitalismo.    

Bibliografía

Aron, Raymond. L’Opium des intellectuels. París: Calmann-Lévy, 2014.

Barber, William. Historia del pensamiento económico. Madrid: Alianza Editorial, 1971.

Losurdo, Domenico. Controstoria del liberalismo. Urbino: Laterza, 2005.

Marx, Karl. El Capital. Madrid: Akal, 2000.

—. El Capital. Libro Primero . Madrid: Siglo XXI, 2010.

Ordine, Nuccio. La Utilidad de lo inútil. Barcelona: Acantilado, 2013.

Reuten, Geert. «Value-form theory.» En A Companion to the History of Economic Thought, de Warren Samuels, Jeff Biddle y John Davis, 148-155. United Kingdom: Blackwel, 2003.

Robbins, Lionel. A History of Economic Thought. New Jersey: Princeton University Press, 1998.

Rothbard, Murrat. Classical Economics: an Austrian perspective on the History of Economic Thought (Vol. II). Alabama: Edward Elgar Publishing, 2006.

Rothbard, Murray N. Classical Economics: an Austrian perspective on the History of Economic Thought. Vol. II. Alabama: Edward Elgar Publishing, 2006.


[1] Dejó muchas joyas en su célebre ensayo, como por ejemplo la siguiente, “Ceux-ci jugent volontiers leur pays et ses institutions en confrontant les réalités actuelles à des idées plutôt qu’à d’autres réalités, la France d’aujourd’hui à l’idée qu’ils se font de la France plutôt qu’à la France d’hier. Nulle œuvre humaine ne supporte sans dommage une telle épreuve” (Aron 2014, 193). Ese análisis mantiene una vigencia rampante y es completamente extrapolable a la situación que vivimos actualmente.

[2] El énfasis en la cantidad de trabajo socialmente necesario es crucial para entender lo que escribió Marx. Hay un vídeo recortado del profesor Martin Krause titulado “Cómo responder a un comunista sobre el valor del trabajo”. El economista argentino aduce un ejemplo erróneo, postulando lo siguiente; si yo me dedico a hacer un coche, quizás en dos años tendré en la puerta de mi casa algo que se le parece. Cuando intento vendérselo al vecino, éste responde que para él no vale nada, a lo que respondo que le dediqué muchas horas de trabajo. En resumen, el investigador argentino intentaba demostrar la subjetividad del valor (la cual no estoy negando), pero el ejemplo es completamente erróneo. Cito literalmente al autor de Tréveris, “Sabemos que el valor de toda mercancía se determina por la cantidad de trabajo materializado en su valor de uso, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción” (Marx 2010, 226). Se menciona hasta cinco veces el mismo concepto.

[3] Reuten nada sospechoso de ser un greedy capitalist, puesto que estaba vinculado al partido socialista de su país, señala lo siguiente, “I think that the labor-time theory of value interpretation cannot be maintained because too many texts are inconsistent with it. The same applies, however, to a comprehensive monetary value-form interpretation. There are two lines of reasoning within Capital” (Reuten, 2003, pág. 154). Aun así, se reconoce el cambio de paradigma que supone su interpretación y que, deben ser los herederos intelectuales quienes completen estas aportaciones.

[4] Esto mismo es reconocido por el propio Marx en epílogo de la II edición alemana del libro. El profesor de economía política N. Ziber de la Universidad de Kiev, en una obra titulada “Teoría tsénnosti i Kapitala D. Ricardo” (Teoría del valor y del Capital de D. Ricardo) publicada en 1871, había demostrado que la teoría del valor (del capital y del dinero) “era en sus rasgos fundamentales la continuación necesaria de la doctrina de Smith y de Ricardo” (Marx, El Capital 2000, 26-27).

[5] “The proportions in which they are exchangeable, whatever these proportions may be, can always be represented by an equation in which a given quantity of corn is equated to some quantity of iron: e.g., 1 quarter corn  = x cwt.iron. What does this equation tell us? […] in 1 quarter of corn and x cwt.of iron, there exists in equal quantities something common of both. The two things must therefore be equal to a third, which in itself is neither the one nor the other. Each of them so far as it is exchange-value, must therefore be reducible to this third” (Rothbard, 2006, pág. 409). Para dejar clara el punto de Rothbard, citaré lo siguiente: “Marx’s concentration on ‘the commodity’ threw him off from the very start, for the focus should have been not on the thing, the material object, but in the individuals, the actors, doing the exchanging, and deciding whether or not to make the trade” (Rothbard, 2006, pág. 410).

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