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La universidad sin libertad no es universidad

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En una época en la que la Libertad, codiciado tesoro y anhelada meta, divino sueño y vulgar pasión, se encuentra más amenazada que nunca, pues su ancestral significado se ha visto transformado de virtud a pecado, debemos plantearnos esta pregunta: ¿Qué es realmente la Libertad? «Una libertad que no crece está condenada a menguar. Porque en la naturaleza del Poder y en la historia de las civilizaciones humanas, acaso de la especie misma, está escrito, para el que quiera y sepa leer, que el apetito de libertad no es moneda corriente. Por el contrario, sólo la tensión moral, la convicción del espíritu acerca del significado profundo de la libertad en la vida del ser humano nos permite avanzar y consolidar su posibilidad política».

Estas palabras nacidas de la pluma de don Federico Jiménez Losantos veinte años atrás, en el primer número de la revista La Ilustración Liberal, son más que contemporáneas. Me atrevería a decir que la libertad, en nuestro país, jamás había estado tan amenazada como ahora desde el nacimiento de nuestra Constitución en mil novecientos setenta y ocho. Pues en estos últimos cuarenta años la libertad, lejos de crecer, ha sobrevivido, casi de milagro, a las nefastas políticas de los sucesivos gobiernos.

Una libertad que no crece está condenada a menguar, poco a poco, sin que nadie lo note, hasta que ya es demasiado tarde y la sociedad civil no tiene capacidad ni moral ni intelectual para defenderse. Pues cuando menos te lo esperas, el totalitarismo se cierne sobre el niño y el anciano, la mujer y el hombre, el ciudadano, al fin y al cabo. Para arrasar así con el individuo y los valores que hacen próspera una sociedad, como se ha demostrado incontables veces a lo largo de la Historia.

Dicen que la libertad es el único valor que nunca desaparecerá. Pues con el paso del tiempo las ideologías, ancladas a su época, terminarán pereciendo por sí mismas. Pero siempre que nazca un ser humano en su conciencia hallará el deseo por ser libre. Y luchará por ello. Porque esa es parte de su naturaleza, de nuestra naturaleza.

Yo soy liberal porque creo en el Individuo frente al colectivo: no quiero que otras personas decidan sobre cómo tengo que actuar o cómo tengo que pensar; porque creo en la libertad de poder llevar a cabo tu proyecto vital siempre que respetes la libertad de otras personas; y porque creo en la responsabilidad del individuo sobre su libertad, tanto para responder por los males que cause como para recibir compensación por el valor que produzca, tanto para recibir beneficios como para soportar pérdidas. Y mucha gente, aún sin saberlo, es liberal. Comparten esos ideales universales sin haber oído hablar del liberalismo. El problema sucede cuando esas personas llegan a la universidad. 

“Cuando llegué a la universidad me sentí decepcionado”. Esa es la idea general que comparten miles de estudiantes en nuestro país. Pues en sus mentes la Universidad era la casa del conocimiento, del debate y la razón. Aquel lugar mágico (o científico) donde se formarían como profesionales a través de sus méritos intelectuales. Pero lo único que encontraron fue totalitarismo y un pensamiento único que apresaba la palabra y el corazón de los jóvenes. no tardaron en darse cuenta de que los estudiantes que no comulgaban con la ideología hegemónica tenían miedo. Miedo a ser rechazados por sus compañeros. Miedo a los profesores y a las instituciones académicas cuyos miembros predican esas ideologías. Miedo a su integridad física por las bandas de criminales que ocupan y destrozan los campus con sus protestas, asaltando e increpando, insultando y agrediendo, como le pasa a todo aquel que ose nadar a contracorriente.

La universidad no era la casa del conocimiento, del debate y la razón. La Universidad era la casa del dogmatismo, de la dictadura del silencio y del sentimentalismo por encima de la argumentación lógica. Los valores del Liberalismo no deberían defenderse. O más bien, ojalá no tuvieran que defenderse. Ojalá no tuvieran que divulgarse. Porque deberían estar ya inculcados en la comunidad universitaria. Los valores del Liberalismo son valores esenciales. Pero su rechazo es mayúsculo.

La libertad académica es la garantía del futuro. Pues el futuro son las nuevas generaciones que deberán ser educadas en libertad para la garantizar la prosperidad de nuestro mundo. Pero el totalitarismo ha penetrado y destruido, año tras año, uno de los lugares más importantes de creación y transmisión de ideas. Los docentes, como los estudiantes, deberían poder en la práctica comprobar la veracidad de sus argumentos en debates libres y abiertos. Debates que han quedado censurados para siempre. Decía el artículo La libertad Intelectual que “sin el horror y la compasión que provocan los efectos de la dictadura es difícil anhelar la libertad”. Esa dictadura silenciosa se ha instalado, cuando el pensamiento liberal yacía adormilado, en la nueva casa del dogmatismo más rancio, que recuerda a pasados muy lejanos. Y ahora es cuando se comienza a anhelar esa libertad. Pues las dictaduras tienen muchas formas, y no todas son sangrientas, sobre todo en sus comienzos.

Ante una Universidad que nos desea a los estudiantes un frío invierno como vida intelectual y una voz caliente para repetir los eslóganes de campaña. Ante una institución politizada que nos anhela sumidos en la eterna minoría de edad, mansos y a la vez rebeldes. Mansos ante la peligrosidad del pensamiento crítico, rebeldes contra aquellos que osen opinar diferente… ¡Si es que los Liberales son los verdaderos revolucionarios! La Universidad debe volver a ser la casa de la Libertad. Pues sé de buena fe que, de los espacios de debate cimentados en respeto y tolerancia, lugares donde la gente no tenga miedo a compartir una opinión y sea creativa en abundancia, nacen las mejores ideas para solucionar los mayores problemas que padecen nuestras sociedades en este recién comenzado siglo XXI.

¿Qué es realmente la Libertad? Esa es la pregunta que debemos hacernos en esta oscura época donde el significado de la palabra se ha transformado de virtud a pecado. La libertad, sea política, filosófica, moral o económica, es en esencia el camino hacia la paz. Pues todo aquello contrario a la libertad, es el camino hacia la guerra y la muerte. Sean guerras de clases o de sexos, de naciones contra naciones o fratricidas guerras civiles. De pobres contra ricos, y cuando no queden ricos, de pobres contra pobres. Y en cuanto a la muerte, simplemente es eso, la muerte. La muerte de personas, la muerte de ideas, la muerte de la esperanza en un futuro mejor. Eso es lo que no es la libertad, pues esta es el camino hacia la vida, vivida en plenitud por ciudadanos iguales ante la ley, que pacíficamente y en respeto mutuo son los arquitectos de sus proyectos vitales.

¿Y qué podemos hacer? ¿Componer un réquiem por la libertad perdida? ¿Resignarnos a perder nuestro derecho a la vida? ¿Aceptar nuestra mordaza en el mundo universitario, y corromper el significado mismo de lo que representa la universidad, alejándola de su valor fundamental? ¡No! Debemos tomar el testigo de las generaciones pasadas que dieron su vida por defender la libertad. Debemos heredar su voluntad para lograr defender la libertad. Debemos luchar para que nuestra libertad crezca. La libertad es aquello que hace al ciudadano, ciudadano. La libertad es aquello que garantiza nuestros derechos frente al poder político. La libertad es nuestro pasado, presente y futuro. La libertad es algo por lo que merece la pena combatir. Combatir no con violencia, sino con la palabra. No con destrucción, sino construyendo argumentos e ideas comunes. No imponiendo nuestros ideales, sino creando espacios de debate, que enriquecen y contribuyen a crear una sociedad más libre.

En conclusión, nuestra libertad no va a parar de menguar a no ser que la defendamos y la hagamos crecer, fuerte y sana, para así lentamente ir desterrando de nuestras instituciones académicas al fanatismo y a la espiral de violencia hacia la que se encaminan nuestras sociedades en su conjunto y en todos los ámbitos. No podría resumirlo mejor que con estas contemporáneas palabras de don Federico Jiménez Losantos, en aquel artículo suyo del primer número de La Ilustración Liberal, que pese a ser de hace más de veinte años, son tan inmortales como el propio valor de la Libertad: «Nos falta volver al principio de nuestra vocación intelectual, la libertad, para tratar de entender mejor este mundo que nos ha tocado vivir y al que no debemos simplemente sobrevivir. Debemos atrevernos a saber. Y que la siempre peligrosa libertad nos acompañe».

Bibliografía
Jímenez Losantos, F. (1999) La libertad intelectual. La Ilustación Liberal. Volumen (1)

3 Comentarios

  1. «La libertad es aquello que garantiza nuestros derechos frente al poder político.»
    ¡FALSO!

    • Le agradezco que se haya tomado la molestia de leer y comentar el artículo. Me gustaría saber por qué opina que esa afirmación es falsa. Estoy interesado en aprender y debatir, sobre todo con el contrario ideológico, para seguir progresando, contrastando y construyendo mi pensamiento.

  2. La libertad es aquello que salvaguarda y garantiza nuestros derechos individuales frente al poder colectivo.

    ¿Mejor? ¿¿Si??


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