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Las ambiciones de Moratinos y los hermanos Castro

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Desde que Rodríguez Zapatero accediera al poder, se ha tratado de buscar todo tipo de explicaciones a la política que su Gobierno ha desarrollado hacia la dictadura de los hermanos Castro. La reciente visita de Miguel Ángel Moratinos a La Habana para pedir el apoyo (que no ha logrado) de los longevos dictadores caribeños a su candidatura para ocupar la Dirección General de la FAO puede explicar en parte por qué se esforzó tanto en servir a los intereses del régimen comunista cubano.

Puesto al frente de la diplomacia por un Rodríguez Zapatero que ha demostrado no conocer la política internacional y que, al mismo tiempo, se muestra raudo a mantener excelentes relaciones con todo lo que suene a izquierdas, a Moratinos no pudo costarle mucho convencerle de que la vía de acción adecuada era apoyar en la medida de lo posible a los Castro frente a quienes en España y fuera de ella apuestan por ayudar a la oposición democrática frente a los dictadores. De hecho, su éxito en este menester fue tal que a Trinidad Jiménez no le ha quedado más remedio que mantener la misma línea. Pero la cuestión clave es saber a qué responde esta estrategia.

Con su candidatura a dirigir la FAO, se ha visto claro que Moratinos no se iba a conformar, cuando llegara su momento de salir del Gobierno, con volver a ser un diplomático corriente o ser un simple diputado. Sus ambiciones son mucho más altas. Hay incluso quien apunta a que desde hace tiempo su aspiración es llegar un día a ocupar la Secretaría General de la ONU (para lo cual la FAO podría ser un buen trampolín, por cierto). Para lograr dicho objetivo necesita el apoyo de un gran número de gobiernos de todo el mundo, con independencia de que estos sean democráticos o no. Y, por desgracia, en una ONU donde abundan las dictaduras, los hermanos Castro pueden ejercer una gran influencia en una cantidad muy grande de gobernantes de muchos continentes.

Y es esa aritmética de cara a llegar a lo más alto de la ONU la que podría estar detrás de la política que implementó hacia el régimen castrista, sumamente positiva para los dictadores y muy dañina para sus opositores. Abandonar a los demócratas cubanos y convertirse en el principal "lobbista" del régimen comunista ante el resto de la Unión Europea ha podido ser el precio pagado por adelantado por Moratinos para obtener un hipotético apoyo posterior de los Castro a sus aspiraciones puramente personales.

Sin embargo, la jugada le ha salido mal. Al menos por el momento. Moratinos ha aprendido una dura lección que cualquier conocedor de las Relaciones Internacionales debería saber. Como cualquier dictador, los hermanos Castro no son amigos ni socios de los que el resto del mundo pueda fiarse. Al final no dudan en traicionar a quienes más les han ayudado, puesto que sólo piensan en sus propios intereses. Y el ex ministro de Exteriores español y Zapatero no pueden resultarles ya demasiado útiles.

Es posible que Moratinos vendiera la defensa de la libertad y los Derechos Humanos de los cubanos a cambio del apoyo a sus ambiciones personales. Y lo habría hecho desde el Gobierno de España y con los recursos públicos financiados por los españoles. Sólo por eso, no haber obtenido el apoyo de los Castro merecería ser considerado como justicia poética.

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