Ron Paul, congresista republicano por el 14˚ distrito de Texas, recibe el mote de "Dr. No" por ser médico de profesión y votar "no" cada vez que el Congreso propone subir los impuestos, mermar los derechos civiles o hacer del ejército la policía del mundo. En palabras de William Simon, ex secretario del Tesoro, Paul es "la excepción en la mafia de los 535 del Capitolio".
Un político honesto o de principios suele ser un oxímoron, pero Ron Paul no es un político al uso. A sus 72 años, Paul es un conservador de la vieja escuela, un liberal que exige adherencia a una Constitución que, de acuerdo con el significado que le atribuyeron los Padres fundadores, no autoriza el Estado del Bienestar actual. Paul es partidario de privatizar el sistema de pensiones y abolir departamentos enteros como el de educación o el de agricultura, se opone a la implantación del carné de identidad y a la guerra contra las drogas, está a favor de la libre posesión de armas y de legalizar la prostitución, quiere eliminar el impuesto sobre la renta y la Hacienda federal, defiende el retorno al patrón oro y la moneda sana, y es un firme detractor del expansionismo militar y en general de la política exterior neoconservadora. Paul ha rechazado participar de la pensión que ofrece el Congreso a sus empleados, vota siempre en contra de los aumentos salariales para los congresistas y su oficina devuelve cada año dinero al Gobierno. Tiene una foto de Mises en la pared de su despacho, es un ávido seguidor y estudioso de la Escuela Austríaca, escribe para LewRockwell.com y acude a conferencias del Mises Institute.
Paul jamás promueve proyectos mascota que beneficien a su distrito a expensas del contribuyente. Se opone, por ejemplo, a los subsidios a la agricultura pese a que su distrito es eminentemente rural. No parece seguir el manual de supervivencia del político, y sin embargo está en su décimo mandato como representante del distrito texano. Posee una amplia base de adeptos en Texas, muchos de los cuales se sienten orgullosos de apoyar a uno de los pocos políticos íntegros y con principios que hay en Washington.
Ron Paul dio la gran sorpresa hace unos meses anunciando su candidatura a la presidencia del Gobierno federal por el Partido Republicano. Antes deberá vencer en las primarias del Partido frente a otros candidatos como John McCain o Rudy Giuliani. Sus posibilidades de ganar la nominación son prácticamente nulas; hay demasiada distancia entre sus ideas y las de las bases republicanas. Paul ha votado en contra de la Guerra de Irak y la ocupación con más coherencia que cualquier congresista demócrata, y eso suscita pocas simpatías entre unas bases mayoritariamente partidarias de las políticas de Bush. Las posiciones más liberales de Paul en lo social, como su oposición a la guerra contra las drogas, tampoco casan bien con la sensibilidad paternalista de muchos votantes republicanos. Su radicalismo en materia económica, con su continua alusión a la reducción del Estado, está más en sintonía con los instintos goldwaterianos y reaganianos del Partido así como con su retórica tradicional, pero incluso en este aspecto Paul resulta demasiado hardcore y excéntrico para algunos.
Con todo, el fenómeno Ron Paul no ha dejado de crecer en los últimos meses. Sus declaraciones políticamente incorrectas en televisión le han valido tantas críticas como atención por parte de los medios y el público americano. Las encuestas online le dieron como vencedor en el primer debate con los demás candidatos republicanos, quedando segundo en la encuesta de Fox News en el debate que tuvo lugar días después, por encima de Giuliani y McCain. Estos datos deben cogerse con pinzas porque los liberales están sobrerrepresentados en la red y los seguidores de Paul quizás estén mejor coordinados, pero lo cierto es que su campaña está despertando interés entre las masas republicanas, crecientemente descontentas con el rumbo de su partido y la situación en Irak, y también entre los votantes demócratas que ven en Paul a un político más antiwar y pro-derechos civiles que cualquiera de sus representantes izquierdistas. Cuando preguntan a Paul si en realidad no se está presentando por la nominación del partido equivocado su respuesta parece insinuar que no es él el que se ha equivocado de partido sino los demás candidatos. El Partido Republicano, insiste Paul, ha sido históricamente el partido del Gobierno limitado y el aislacionismo militar.
Paul, que ya fue presidenciable en 1988 por el Partido Libertario, es muy admirado entre sus compatriotas liberales, aunque suscita división en dos temas: aborto e inmigración. Sus posiciones anti-abortistas, con las que coincido, chocan con las posiciones pro-choice de numerosos liberales. Su postura favorable a restringir la inmigración levanta ampollas en los liberales que defendemos la libertad de movimientos. Sea como fuere Paul es casi todo lo que un liberal puede soñar de un político. Personalmente soy escéptico con el reformismo desde dentro y bastante hostil a la participación política, pero si fuera estadounidense es probable que votara a Ron Paul. Aunque solo fuera para que cobrara celebridad, avivara el debate en las filas republicanas y siguiera divulgando su mensaje liberal en los medios. No ganará las primarias, pero al menos habrá sido una buena campaña publicitaria y nos habremos divertido en el camino.
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