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Una España menos ecológica

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Nadie ha dado todavía la voz de alarma, pero en los últimos cuarenta y tantos días, España se ha convertido en un país mucho menos ecológico y su sistema económico ha perdido en "sostenibilidad" desde una óptica medioambiental. Gracias a cierto grupo de personas, que ha actuado según los planes diseñados en ciertos despachos y bajo la influencia de determinados grupos de presión, en este país ha aumentado el consumo de energía (en especial, no renovable) y de bienes con un tiempo de uso muy reducido, fabricados con materiales contaminantes.

Cualquiera que observe el comportamiento de los habitantes y de determinados pequeños empresarios de las ciudades (y suponemos que también de los pueblos) españolas desde que comenzó el presente año, podrá darse cuenta de que han surgido nuevos hábitos. Se trata de unas recientes costumbres que tendrán –aunque Greenpeace, Ecologistas en Acción y otras ONG similares no hayan realizado todavía el cálculo pertinente– unas consecuencias muy negativas sobre el medio ambiente. Y lo peor es que quienes adoptan estos usos (consumidores y pequeños comerciantes) lo hacen inducidos por terceros, por mucho que ellos crean estar haciéndolo de forma libre.

En unas pocas semanas se ha disparado en España la compra y el uso de unos dispositivos que consumen, cada uno de ellos, 0,88 kg de propano (o su equivalente en butano) a la hora. Y su demanda no para de crecer. Dichos dispositivos están encendidos mucho tiempo cada día, según quién los use puede variar entre unas cuatro y doce horas por jornada. Si se tiene en cuenta que las existencias de estos aparatos se han agotado, podemos estar hablando de decenas de miles de ellos funcionando y consumiendo energía no renovable a un ritmo altísimo cada día a lo largo y ancho de todo el país. Son las "setas" de calor instaladas en terrazas de bares y cafeterías de toda España. Por si esto no fuera suficiente, quienes no pueden costeárselas (son muy caras), optan por alternativas más baratas y de peor calidad que utilizan energía eléctrica.

Pero la cosa no se queda en estos dispositivos. Se ha generalizado el uso callejero de unos recipientes de plástico de un solo uso cuya utilización era muy inferior hasta diciembre del año pasado. De hecho, antes eran del agrado de jóvenes con aficiones etílicas urbanas y de algunas otras personas que los utilizaban en el recinto de alguna piscina y poco más. Ahora, sin embargo, son usados por hombres y mujeres de todas las edades a diferentes horas del día, que retienen en ellos productos líquidos que antes no salían del vidrio y porcelana. Nos referimos, por supuesto, a los miles de vasos de plástico usados cada día por una gran cantidad de personas que así pueden fumarse un cigarrillo en la calle mientras se toman un café u otra bebida.

El "grupo de personas" de los que hablábamos antes no son otros que los diputados que aprobaron la ley antitabaco, y "los despachos" no son otros que los del Ministerio de Sanidad y La Moncloa, así como la sede de los partidos. Cualquier ley puede tener efectos imprevistos sobre cuestiones difíciles de imaginar para el legislador. Este es un buen ejemplo de eso. Tan sólo esperemos que ningún político lea este artículo; su respuesta sería prohibir los vasos de plástico y las "setas" de calor.

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