Gracias a un comunicado de la Asociación de Internautas nos enteramos de que los Veintisiete podrían abrir la puerta a que los gobiernos puedan bloquear a los ciudadanos el acceso a internet o a determinados servicios web. Nada sorprendente si se tiene en cuenta que es una propuesta de la Comisión Europea que bebe de una idea del Consejo de Ministros.
La amenaza viene de la propuesta de "compromiso" presentada por el Ejecutivo comunitario, a instancias de los gobiernos nacionales a través del Consejo de Ministros, para sustituir la enmienda 138 del llamado Paquete Telecom. Dicha enmienda tenía como objetivo proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos en la red. Sin embargo, los cambios presentados por la Comisión significarían precisamente lo contrario. Eso sí, desde Bruselas se pretende hacer creer tanto a los ciudadanos como a los miembros del Parlamento Europeo que no es lo que parece.
Esta práctica de enmascarar la realidad bajo bonitas palabras, incluso llamando a las cosas justo de la manera opuesta a lo que son en realidad, es ya una vieja costumbre de los eurócratas. Y más en todo lo que tiene que ver con internet. No en vano desde Bruselas se refieren a la normativa de retención de datos, esa por la cual queda almacenado todo lo que hacemos por internet, como de "protección de datos". Ni los diseñadores de la neolengua de 1984 podrían hacerlo mejor.
Si en la Comisión se comportan de esta manera es debido a unas ansias de control sobre la sociedad cada vez más evidentes y a que, gracias al nada democrático funcionamiento de la UE, sus miembros saben que no tienen que responder de forma alguna ante la ciudadanía. Lo del Consejo de Ministros es todavía peor. Es el órgano por el cual los diferentes gobiernos convierten en comunitarias normas que si intentaran aprobar en su ámbito nacional generarían un lógico rechazo en la ciudadanía. Así se evitan problemas, pues pueden alegar que vienen impuestas desde Bruselas.
Si a todo lo anterior se suma un Parlamento Europeo que tiene una capacidad real de legislar muy limitada, y una todavía menor posibilidad de controlar lo que hace la Comisión, la fórmula para que desde los Veintisiete se violen las libertades de los ciudadanos de forma lenta pero constante es perfecta. Máxime cuando el funcionamiento de la UE es tan enmarañado que son muy pocos los europeos que logran comprenderlo. Y como todos aquellos políticos y altos funcionarios que desconfían de la libertad individual, los eurócratas ponen un especial interés en que los gobiernos se doten cada vez más de capacidad para controlar la red.