Mi empresa es de esas que se hacen llamar "independientes" o de música "indie". Como eso indica, soy una persona muy cool, moderna, totalmente a la última y vanguardista. Por esa misma razón no comprendo cómo mi empresa (que también es cool, moderna, a la última y vanguardista) está resultando un fracaso estos últimos años. Dudo de que tenga algo que ver el hecho de que me empeñe en mantener un modelo de negocio totalmente anticuado.
Da igual que me empeñe en seguir vendiendo en un formato ya superado y según las reglas que imperaban en el mercado hace décadas. Yo soy indie y eso me convierte de forma automática en alguien cool, moderno, a la última y vanguardista. Da igual que la modernidad vaya por una senda muy diferente al sendero en el que yo me empeño en seguir transitando. Yo tengo razón y es el resto de la sociedad quien debe ceder a mis deseos y caprichos. Y si no lo hace, que acuda la fuerza represiva del Estado a obligarle a renunciar a la evolución para que yo me siga sintiendo cool, moderno, a la última y vanguardista.
Como nadie en el Gobierno, ni tan siquiera González-Sinde ha encontrado la manera de obligar a la gente a comprar mis discos, alguien tiene que hacer algo. Yo quiero seguir siendo "independiente". Me gusta sentirme cool, moderno, a la última y vanguardista sin tener que evolucionar. Esto último va con otros, que sí se esfuerzan por hacer cosas nuevas en el mercado musical. La solución para mí es la más antigua del mundo. Como el Estado no puede obligar a los ciudadanos a comprar esos discos que me empeño en vender sin éxito alguno, que al menos utilice sus impuestos para pagarme por no poder venderlos.
Estimado lector, cómo me gusta ser cool, moderno, a la última y vanguardista. Deme usted su dinero para que pueda seguir sintiéndome así, aunque a usted no le interese en absoluto lo que hago.
Antonio José Chinchetru es autor de Sobre la Red 2.0.