Pero el secuestro de la publicación, ordenado por el juez Del Olmo a instancias del fiscal general, no sólo es indefendible si se valora la libertad de expresión como un elemento fundamental de nuestra vida y del sistema democrático. Además es inútil.
Más allá del objetivo final perseguido por Cándido Conde Pumpido, no creemos que sea tan obtuso como para no entender que esta medida a quien más ha dañado es a la institución monárquica a la que se supone que buscaba defender. El secuestro de una publicación es inútil en la época de la Red.
Es difícil calcular la cantidad de españoles y extranjeros que han visto la portada de marras sin tener que adquirir un ejemplar. Posiblemente sean millones, debido a la rápida reproducción de la misma en cientos de webs de todo tipo, desde ediciones digitales de periódicos como El Mundo hasta decenas de bitácoras. ¿Acaso ordenará el juez el secuestro de Internet a instancias de Cándido Conde Pumpido? Es simplemente imposible.
Da igual que la Audiencia Nacional haya ordenado a El Jueves retirar la citada portada de su página en Internet y que la publicación haya procedido a hacerlo. Ya estaba en muchos otros sitios web. ¿Piensan ir detrás de todos y cada uno de ellos? Además de hacer el ridículo, terminarían por rendirse viendo lo inútil de su afán. Pero no sólo eso, quien tenga interés en comprar el número secuestrado y no consiguiera llegar al quiosco antes de que se agotara o la Policía hiciera acto de presencia, siempre puede comprarlo online. Basta por pasearse por eBay para ver que se puede adquirir directamente o incluso como "regalo" que acompaña a un lápiz usado.
Cientos, tal vez miles de internautas se están riendo en la cara de Conde Pumpido y Del Olmo. Cada vez que alguien reproduce en la Red la portada en cuestión o pone a la venta un ejemplar de la revista, deja en entredicho el secuestro de publicaciones como método eficaz para difundir la difusión de unos contenidos concretos. Ya no se trata tan sólo de una medida liberticida que no debería existir en nuestra legislación, es que además su inutilidad absoluta ha quedado demostrada.
A través de Internet los ciudadanos pueden burlar una medida contemplada por una legislación a todas luces contraria a los valores que se supone deben guiar una sociedad libre. Y lo han hecho. Gracias a la Red la libertad ha triunfado, pese a quien pese.