Venezuela exportó a Mercosur apenas 485 millones de dólares a lo largo de 2016.
La decisión de suspender políticamente y de forma indefinida a Venezuela como miembro del Mercado Común del Sur, Mercosur, tiene una gran fuerza simbólica. La expulsión, pues no es otra cosa, deja en evidencia el aislamiento internacional del régimen de Nicolás Maduro. Es posible que el Ejecutivo bolivariano trate de presentar esta medida como una agresión a la soberanía del país e, incluso, como el equivalente a sanciones económicas en un intento de conseguir apoyos apelando al nacionalismo.
Sin embargo, la realidad es que se trata de una mera medida política cargada de simbolismo, pero sin efectos reales sobre la economía. Venezuela ya fue suspendida “jurídicamente” de su membresía en Mercosur el 1º de diciembre del año pasado. El país presidido por Nicolás Maduro tenía desde entonces un papel similar al de Bolivia, que está en proceso de adhesión a la organización, en las reuniones de jefes de Estado de Mercosur. Como La Paz, Caracas no disponía de voto en esos encuentros, pero sí de voz. Ahora ya ni tan solo eso.
Mercosur, una integración poco profunda
Se trata de un gran gesto político, pero no conlleva ningún tipo de sanción de tipo económico. Tampoco va a afectar al comercio bilateral de Venezuela con los Estados miembros de Mercosur. Esta organización no implica una integración tan profunda como la que se da en el seno de la Unión Europea(en la que se inspira parcialmente). Se ha establecido un mercado común por el que se permite el comercio entre los países miembros sin que se apliquen aranceles a numerosos productos. Además, se ha consolidado una unión aduanera por la que esos aranceles aplicados a terceros Estados están unificados para todos los socios.
Salir de ese sistema en principio debería ser dañino para cualquiera de los Estados miembros. Sin embargo, para que eso fuera así el comercio bilateral con los otros socios debería ser relevante dentro del conjunto de sus relaciones económicas con el resto del mundo. Y para Venezuela no es así. Las cifras oficiales más recientes que ofrece el Gobierno del país corresponden a 2014. Eso, sin embargo, no logra ocultar una realidad nada halagüeña que sí muestran las estadísticas de los demás gobiernos. La República bolivariana exportó hacia el conjunto de Mercosur apenas 485 millones de dólares (412 millones de euros) a lo largo de 2016.
De los cuatro Estados que son socios de la organización, dos no llegaron a importar por valor de un millón de euros: Uruguay y Paraguay. El mayor comprador fue Brasil, por 415,2 millones de dólares (362,65 millones de euros), mientras que Argentina adquirió bienes y servicios venezolanos por 68 millones de dólares (57,76 millones de euros). Mercosur es, desde un punto de vista económico, poco relevante para el comercio exterior de Venezuela. Esto resulta evidente si se comparan los citados 485 millones de dólares con las exportaciones por 10.890 millones de dólares(9.341 millones de euros) a Estados Unidos en el mismo periodo.
Un fuerte mensaje político
Las exportaciones de Venezuela hacia Mercosur no solo son reducidas, además se caracterizan por ser menguantes. Esto se debe sobre todo a la caída de las ventas hacia Brasil. En 2016 se hundieron en un 38,93% con respecto a 2015, cuando habían alcanzado un monto total de 679,9 millones de dólares (577,4 millones de euros). Pero el descenso había comenzado antes, puesto que en dicho ejercicio se habían desplomado en un 42,09% con respecto a 2014.
La insignificancia de las exportaciones venezolanas hacia Mercosur, reflejo de un país devastado por los largos años del chavismo, hace que la expulsión de este organismo no tenga efecto económico alguno. Esto, sin embargo, no resta importancia a la medida adoptada el sábado pasado. De hecho, su mensaje político cobra aún más fuerza al restar toda credibilidad a cualquier intento de Caracas de presentarse como víctima de un bloqueo económico.