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La gaviota del PP se tiñe del temible verde ecologista

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De este modo, el PP viene a engrosar las ya abultadas hordas de creyentes en la nueva fe sociopolítica del siglo XXI: el algorianismo. Con dicha estrategia electoral, el PP en nada se diferencia del ecologismo socialista, que, so pretexto de proteger el medioambiente y evitar o prevenir, en la medida de lo posible, el Apocalipsis Climático, apuesta por incrementar sin medida el intervencionismo estatal, en detrimento del desarrollo económico, la libertad individual y la esencia misma del capitalismo.

El programa eco-popular elaborado por el tándem Rajoy-Costa, que tanto ha de agradar a Greenpeace, no deja lugar a dudas: la gaviota del PP, otrora símbolo de la libertad y la esperanza, ha quedado teñida del color verde intenso propio de los afectados por el virus ecolojeta, que está causando estragos entre las clases políticas española y, sobre todo, europea. Sus ejes, recientemente expuestos por la propia elite popular, no dejan lugar a dudas:

– Aprobación de una Ley Integral de Lucha contra el Cambio Climático.

– Reducción de un 20% en las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero (GEI) para el año 2020.

– Elaboración de una Ley Básica de Eficiencia Energética para que en 2020 el 20% de la energía provenga de fuentes renovables.

– Aplicación de un Plan de Eficiencia Energética en todos los edificios de la Administración General del Estado (AGE).

– Puesta en marcha de un Programa de Adquisición de Vehículos Ecológicos para que la AGE se dote de automóviles movidos por biocombustibles.  

– Creación de un Plan de Renovación Ecológica de Vehículos para incentivar la eliminación de los coches más contaminantes e inseguros.

– Inclusión en las facturas de la gasolina y la electricidad del volumen de las emisiones de CO2 asociadas al consumo.

– Creación de un Fondo para el Patrimonio Natural dotado con 375 millones de euros anules, así como de un ambicioso Programa de Reforestación, por el cual se plantarán 500 millones de árboles, con un coste estimado en cerca de 900 millones de euros, a lo largo de la próxima legislatura.

– Establecimiento del Proyecto Costa Natura para la conservación y recuperación de espacios litorales con valores ambientales.

– Apuesta, cómo no, por la conservación de las "especies emblemáticas" de la fauna ibérica.

Éstas y otras medidas se traducen, en realidad, en una mayor regulación administrativa y burocrática; en más gasto público, presión fiscal, trabas a las empresas; en una subida artificial y arbitraria en la factura de la luz (y en la del agua), tanto para los ciudadanos como para las industrias; y, lo que es aún más grave, en el seguimiento a pie juntillas de la Estrategia contra el Cambio Climático ideada por la Unión Europea y que tanto gusta al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Es decir, en la ejecución de uno de los programas políticos más perversos y perjudiciales para el conjunto de la economía comunitaria desde la implantación del modelo de Estado de Bienestar de los años 60 y 70: el Protocolo de Kioto.

El programa medioambiental del PP es, como se ve, muy coherente con el liberalismo que tanto se vanagloria de pregonar a los cuatro vientos don Mariano…

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La nueva legislación comunitaria en materia de cambio climático y energía amenaza de forma directa los fundamentos del desarrollo económico contemporáneo. El  comercio de emisiones de CO2 que establece Kioto amenaza con generar unos costes a la industria europea próximo a los 50.000 millones de euros anuales. En la era post-Kioto, paradigma de la eficiencia energética, al decir de sus acérrimos defensores, la factura podría ascender a 120.000 millones de euros anuales, según contempla la propia Comisión Europea. Y eso sin tener en cuenta los terribles efectos colaterales: pérdida de competitividad, proteccionismo comercial, destrucción de empleo, deslocalización masiva, reducción de las exportaciones… Todo un ejemplo de liberalismo económico, vamos…

En España, la Hacienda Ecológica recaudará unos 7.000 millones de euros entre 2008 y 2012, según ponen de manifiesto los últimos estudios sobre la materia, si bien el monto puede llegar a los 16.000 millones allá por el año 2020, de acuerdo con un reciente informe del Ministerio de Industria alemán. Así pues, no será precisamente el planeta, sino el conjunto de la economía nacional, quien padecerá las consecuencias negativas de esta guerra desatada por el lobby ecologista.

Con tales propuestas, el PP no hace ninguna objeción a la Estrategia de Desarrollo Sostenible elaborada por el Gobierno, todo un conjunto de medidas fiscales y regulatorias que debilitarán de forma directa la ya de por sí frágil competitividad del tejido productivo español. Y ello en un momento de incertidumbre e inestabilidad financiera global que, en realidad, anuncia la llegada de una crisis económica en los próximos meses.

Los populares parecen desconocer que el ecologismo nace de las cenizas que dejó el derrumbe del Muro de Berlín y de la utopía comunista, en 1989. Ignoran, o al menos así lo parece, que la enseña de este movimiento radical es verde en su cara visible pero rojo intenso, totalitario, en la invisible. Que, para esta gente, la protección del medioambiente es sólo una excusa.

No es cierto que exista un amplio consenso científico en torno a las teorías catastrofistas del cambio climático, tal y como exponen los medios de comunicación a través de los polémicos informes del Panel Internacional sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC). Frente a lo que preveían los agoreros, el que acabamos de dejar atrás no ha sido el más cálido de los últimos cien años. De hecho, la temperatura media del planeta ha dejado de aumentar desde 1998. Es más, algunos de los centros astronómicos más prestigiosos del planeta, como el de Púlkovo (Rusia), y más recientemente la NASA (EEUU), advierten del advenimiento de una nueva era glaciar para mediados del presente siglo. Además, y por mucho que se empeñen los ecologistas y sus Gobiernos afines, el cumplimiento íntegro de Kioto apenas lograría retrasar en cuatro o cinco años la subida de cuatro grados centígrados que auguran los modelos econométricos empleados por la ONU.

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El coste económico de las medidas propuestas por el Gobierno socialista, y ahora también por el PP, puede ser ciertamente dañino para el crecimiento y el desarrollo del país. De existir el calentamiento global, puede combatirse de muchas formas acordes con el libre mercado; por ejemplo, impulsando las nuevas tecnologías y, sobre todo, apostando por la energía nuclear como fuente limpia de energía. Las regulaciones, las sanciones, las exacciones fiscales, aparte de no solucionar el problema climático (las emisiones de la UE siguen aumentando por encima de las de EEUU), ponen en tela de juicio la base misma del sistema capitalista, al tiempo que menoscaban sin medida las libertades individuales.

El Partido Popular se equivoca. Comete un enorme error de juicio y de estrategia al abrazar las tesis intervencionistas que proponen tanto el PSOE como los ecolojetas. O bien ignora el alcance económico de su actual propuesta programática o, lo que es aún peor, conoce sus efectos pero se acompleja ante la reacción que un programa serio y liberal en materia energética pudiera originar entre las masas y los partidos que beben de la nefasta demagogia discursiva instalada en la corrección política.

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