El de los laboristas es muy colorido y lleva por título “Un futuro equitativo para todos”, prometiendo más de lo mismo: paternalismo y gasto. El de los tories, “Gran Sociedad, no Gran Estado”, evoca la “Great Society” de Lyndon Johnson, pero propone algo distinto: un rol más amplio del sector voluntario y las comunidades locales.
El manifiesto laborista ilustra el conflicto de Gordon Brown: si se presenta como “renovador”, admite implícitamente el fracaso de 13 años de laborismo; si se presenta como “continuista”, alienará a los votantes que quieren un cambio. El resultado es un programa sin visión y económicamente deplorable.
En sus 76 páginas se incluyen una amalgama de medidas como la subida del salario mínimo, que sumada al aumento de las cotizaciones sociales incrementará los costes de las empresas y ralentizará la contratación. Pero no hay ningún plan que detalle cómo piensan reducir el déficit presupuestario de 170.000 millones de libras durante los próximos cuatro años. No se anuncian recortes de gasto público y se comprometen a no subir (¡otra vez!) el impuesto sobre la renta (el tramo más alto ya es del 50%).
El manifiesto conservador, de unas escuetas 16 páginas, pone énfasis en la sociedad civil y la toma de decisiones a nivel local. David Cameron ha dicho que quiere que las organizaciones caritativas, las asociaciones de ciudadanos y las comunidades de vecinos tomen las riendas de sus problemas, animados y respaldados por el Estado. El manifiesto habla de romper los tradicionales monopolios públicos permitiendo la entrada de organizaciones y empresas, y dando la posibilidad a los funcionarios de crear cooperativas propias. Los barrios podrán gestionar parques y bibliotecas, o comprar activos estatales o privados que estén a punto de cerrar, o crear nuevas escuelas, o tener una participación más activa en el diseño de la planificación urbanística o la seguridad del vecindario.
Este localismo tiene un eco transversal y, en balance, parece bien encaminado. Pero basar la recuperación económica en esta descentralización tampoco nos lleva muy lejos, y es motivo de recelo que un supuesto fomento de las iniciativas de “abajo a arriba” esté dirigido y parcialmente financiado por el Estado. La Gran Sociedad puede acabar siendo más pequeña de lo que pretenden.