La actitud de liderazgo de los obispos católicos contrasta con la ambigüedad de las direcciones de gran parte de las Iglesias evangélicas.
Daniel Ortega condecoró en febrero al padre Uriel Molina Oliú, uno de los máximos exponentes de la Teología de la Liberación en Nicaragua, con la orden Augusto C. Sandino. El dictador centroamericano no podía sospechar entonces que otros clérigos de obediencia romana, los obispos de la Conferencia Episcopal y numerosos sacerdotes, se iban a convertir en un elemento fundamental de las protestas ciudadanas contra el régimen que él encabeza. La Iglesia Católica nicaragüense está teniendo un gran protagonismo en la expresión del malestar ciudadano contra Ortega, incluso por encima de la prensa, que se ha convertido en uno de los más poderosos antagonistas del autócrata (Ver más: El periodismo se convierte en uno de los mayores críticos de Daniel Ortega).
Tras el rezo del Regina Coeli ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro de El Vaticano, el Papa Francisco habló el 22 de abril sobre la situación en Nicaragua. “Estoy preocupado por cuanto está sucediendo en estos días en Nicaragua, donde, tras una protesta social, se han producido enfrentamientos que han causado algunas víctimas”, dijo. Añadió: “Manifiesto mi cercanía en la oración a ese amado país y me uno a los obispos en el llamamiento a que cese toda violencia, se evite un inútil derramamiento de sangre y las cuestiones abiertas se resuelvan pacíficamente y con sentido de responsabilidad”.
Aunque se hacía eco de las voces alzadas por la jerarquía católica nicaragüense, en las palabras del Sumo Pontífice no se señalaba a ningún culpable. En la petición papal por el fin de la violencia no era posible encontrar señalamiento alguno de responsabilidades. La Conferencia Episcopal de Nicaragua no ha optado, sin embargo, por una ambigüedad similar. Como han hecho desde hace tiempo sus pares venezolanos, los obispos se han mantenido firmes a la hora de denunciar la represión gubernamental, que ya se ha cobrado al menos 60 vidas humanas, según la Iglesia Católica.
Un día antes de las palabras de Francisco, un grupo de 20 sacerdotes, entre los que se encontraban el arzobispo de Managua, el cardenal Leopoldo Brenes, y el obispo auxiliar de la misma diócesis, Silvio Báez, acudieron a la Catedral Metropolitana de la capital nicaragüense para apoyar a los estudiantes. En un mensaje dirigido a los jóvenes que se encontraban allí reunidos, monseñor Báez dijo: “Su protesta es justa, y la Iglesia los apoya. Y no sólo los apoya, sino que los instamos, los animamos a que no cesen en su protesta justa”. Les hizo, además, un llamamiento: “No se dejen intimidar ni provocar por actos violentos”.
No sólo los obispos
Los clérigos están liderando las acciones para conseguir un diálogo entre el régimen y las diferentes organizaciones de la sociedad civil que se oponen al gobierno de Ortega. Eso sí, exigen condiciones. El pasado sábado, el obispo de Granada, monseñor Jorge Solórzano, las expresó en la celebración de la misa. Según recogió el diario La Prensa, exigió que el diálogo fuera verdadero, “sin trampas ni engaños”.
Tras recordar que hasta ese momento habían muerto 63 jóvenes reclamó justicia, pidió “amor verdadero” e hizo un reclamo de tipo político: “Que verdaderamente tengamos la libertad, que es lo que llamamos los pueblos desarrollados la democracia. Que podamos elegir a nuestras autoridades de una forma transparente y libre”.
Algunos religiosos han ido incluso más allá. Las declaraciones que hizo a la agencia alemana DPA Ernesto Cardenal, teólogo de la liberación y ministro de Cultura de Daniel Ortega entre 1979 y 1990, tienen especial fuerza simbólica. Este sacerdote dijo: “Lo que queremos es que haya otro gobierno, una república democrática. ¿Para qué diálogo? Nada de diálogo”.
La actitud de liderazgo de los obispos católicos contrasta con la ambigüedad de las direcciones de gran parte de las Iglesias evangélicas (a las que está adscrita cerca de 40% de la población nicaragüense, según cifras oficiales). Ocho organizaciones protestantes emitieron un comunicado en los primeros días de las protestas.
Aunque criticaban la reforma de la Seguridad Social aprobaba por el Gobierno, el texto evitaba responsabilizar de la violencia al régimen. No faltan, sin embargo, voces dentro de esta comunidad más firmes. Arsenio Herrera, un pastor de la Comunidad Renovación Familiar Hosanna, publicó en Facebook un mensaje en el que decía que en la situación actual “no hay nadie más responsable que el presidente de la República” y criticó las “represiones violentas de aquellos quienes deberían salvaguardar al pueblo”.
Al recibir la condecoración este febrero, el teólogo de la liberación Uriel Molina se deshizo en elogios hacia el autócrata. Posiblemente no haya cambiado de parecer en estas semanas. Según informaba el periódico oficialista El 19, también elogió al régimen chavista de Venezuela. Sin embargo, su voz no es ni la de la cúpula eclesiástica ni la de la mayor parte de los sacerdotes católicos del país. La misma Iglesia Católica que tomó parte activa contra la dictadura de Anastasio Somoza ahora lidera la oposición a la de Daniel Ortega. Pero, a diferencia de lo que ocurrió entonces con numerosos teólogos de la liberación, ningún sacerdote ha caído en la tentación de justificar la violencia para tratar de derrocar al tirano.