Hasta aquí nada digno de destacar. Sin embargo, hay algo en todo esto que debiera producir un profundo asco a cualquier persona que tenga aprecio a la libertad humana. El galardón está financiado por el dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, y lleva su nombre.
Ante las protestas de organizaciones de derechos humanos y destacados periodistas reprimidos por otros dictadores de todo el mundo, la UNESCO decidió retrasar la entrega del premio. Por lo tanto, sigue en espera. Esto no es suficiente, pues debería ser directamente anulado. El galardón, oficialmente, está destinado a reconocer "los logros científicos que mejoran la calidad de la vida humana", por lo que no resulta aceptable que se haya bautizado con el nombre de tan siniestro dictador. Obiang ha sumido a las tres cuartas partes de la población de su país en la más absoluta pobreza y reprime las libertades más básicas que necesita un ser humano para poder considerar que vive dignamente.
La UNESCO da asco por el simple motivo de instituir el premio, que otorga al dictador de Guinea Ecuatorial una dignidad que no se merece. Y esta organización se ensucia todavía más cuando se limita a retrasar su entrega en vez de anularlo de forma definitiva. El organismo de Naciones Unidas para la cultura no escucha ni tan siquiera a aquellos a los que concedió un galardón, en esta ocasión sí, digno. Siete receptores del Premio Mundial a la Libertad de Prensa UNESCO / Guillermo Cano han escrito los últimos días una carta en la que recuerdan "la grave represión en Guinea Ecuatorial" y expresan su rechazo a un reconocimiento que lleva por nombre el del dictador Obiang.
Este organismo internacional nunca ha destacado por su defensa de la libertad. Ya durante la Guerra Fría hizo suyas las posturas soviéticas contra el libre flujo de información, y poco ha cambiado desde entonces. En 2008, tras anunciar que participaría en el Día por la Libertad de Internet, dio marcha atrás para no molestar a los países que aplican la censura online. Por tanto, que la UNESCO no se decida a cancelar un premio con el nombre de un tirano no tiene nada de sorprendente. Es coherente con una trayectoria que tan sólo puede y debe asquear a quienes creen que hay que oponerse a las dictaduras.