Los cubanos que sufren el exilio y el destierro acaban de perder a una persona querida para ellos. Se trata de un compatriota suyo, también demócrata, que acaba de fallecer en extrañas circunstancias al tratar de entrar en su país. Su nombre es Adrián Leiva.
La dictadura caribeña no sólo decide qué cubanos pueden salir del país. También quiénes pueden volver a él. El Gobierno de Cuba exige a sus propios ciudadanos residentes en el extranjero un visado para poder entrar en la isla. A cientos o miles de ellos se les niega dicha autorización. El régimen castrista les ha incluido en la categoría de “salida definitiva”. Adrián Leiva luchaba desde el exilio contra esto. Trataba de lograr que sus conciudadanos pudieran entrar y salir libremente de su patria, como ocurre en cualquier país del resto de Occidente.
Él mismo quería volver a su hogar y estar con su familia. La dictadura le denegó de forma constante el permiso para ello. Se dirigió varias veces, con cartas enviadas mediante correo electrónico, a Rodríguez Zapatero para solicitar de sus buenos oficios ante el Gobierno cubano. La respuesta habitual fue el silencio. En una ocasión le contestaron de diferente manera, una réplica automática que decía textualmente:
“El presidente del Gobierno ha recibido su correo electrónico, cuyo texto figura más abajo. Con el fin de poder atenderle, le solicitamos que cumplimente los campos marcados como obligatorios en el formulario adjunto”.
Ante la falta de permiso para volver a Cuba, decidió entrar ilegalmente en su propio país en una barca. Murió,l según las autoridades castristas, ahogado antes de pisar tierra. Llamaron a su hermana para que identificara el cuerpo, el cadáver de un ser querido del que la dictadura la mantuvo separada durante muchos años. No hubo explicación oficial. El castrismo se cobró una nueva víctima.