El aislacionismo económico de Trump puede impulsar una nueva oleada de integración en el resto del continente americano.
El economista y periodista francés Frédéric Bastiat (1801-1850) sentenció en la primera mitad del siglo XIX: “Si las mercancías no cruzan las fronteras, los ejércitos lo harán”. El auge del proteccionismo al arrancar el siglo XX le dio la razón con el estallido, en 1914, de la Primera Guerra Mundial. En nuestra época esa sentencia no tiene por el momento completa vigencia, si bien es probable que se pudiera cambiar por: “Si las mercancías (y los servicios) no cruzan las fronteras, los migrantes lo harán”. En cualquier caso, muchos gobiernos parecen ser conscientes de que el libre comercio internacional trae grandes beneficios a los países que participan en él.
La clara apuesta por el proteccionismo que ha hecho el nuevo Ejecutivo estadounidense no se está viendo contestada con medidas del mismo tipo por parte de otros países. De hecho, el aislacionismo económico emprendido por Donald Trump puede impulsar una nueva oleada de integración en el resto del continente americano. Y no solo eso, el comercio entre esa región y la Unión Europea puede aumentar y alcanzar una mayor liberalización. A diferencia de lo ocurrido en épocas pasadas, las políticas proteccionistas de una gran potencia no están generando una oleada mundial de aumento de aranceles y nacionalismo económico.
Mercosur llama a México y la UE
Los presidentes de Argentina, Mauricio Macri, y Brasil, Michel Temer, han lanzado un mensaje claro en este sentido. Reunidos en Brasilia la semana pasada, hicieron un claro llamamiento a una alianza de Mercosur (de la que forman parte ambos países junto con Paraguay y Uruguay, y del que la Venezuela bolivariana está suspendida) con la Unión Europea y la Alianza del Pacífico (Colombia, Chile, México y Perú). Temer insistió en pedir una mayor integración con México, que se verá afectado por el cada vez más negro futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), que le vincula con EEUU y Canadá.
En la misma línea, el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, se reunió en Berlín con la canciller de Alemania, Angela Merkel. Uno de los puntos fuertes de la agenda fue acelerar la firma del acuerdo de libre comercio entre Mercosur y la Unión Europa. Aquí el mayor obstáculo son las reticencias de algunos países, sobre todo Francia, a abrir el mercado de la UE a productos como la carne argentina y otros del sector agroalimentario.
Si los gobiernos de Mercosur, la Alianza del Pacífico y la Unión Europea deciden hacer de la necesidad virtud, el punto de partida no es en absoluto malo. Las relaciones económicas entre esas regiones ya son muy fluidas. Esto resulta evidente en términos de Inversión Extranjera Directa (IED). Según los datos correspondientes a 2015 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), por sus siglas en inglés), de los diez países con mayor IED en América Latina y el Caribe, seis son miembros de la UE.
Inversiones europeas en Latinoamérica
España destaca en este grupo. Con 16,5 billones de dólares (15,48 billones de euros) es el segundo mayor inversor tras Estados Unidos. Pero en ese Top Ten también figuran Reino Unido (inmerso en un proceso de salida de la UE), Bélgica, Francia, Holanda y Alemania. Cabe destacar además que México no es solo el décimo receptor mundial y quinto de la región (tras Brasil, Chile, Colombia y Argentina), sino que además es el octavo país del mundo por inversión directa en el resto de Estados de la zona: 4 billones de dólares (3,75 billones de euros). Los principales destinos de su IED en América Latina son Brasil, Perú y Colombia.
México es, sin duda alguna, uno de los mayores interesados en avanzar en la senda del libre comercio con Mercosur y la Unión Europea. Lo necesita para paliar el daño que el aislacionismo de Trump haga a su economía. Eso sí, el presidente Enrique Peña Nieto no debe caer en sus propias tentaciones proteccionistas. En enero firmó dos medidas para premiar fiscalmente a las empresas mexicanas que repatrien su inversión en el extranjero y la mantengan en el país al menos dos años. Si las medidas se quedan ahí, no hay problema. Si se opta por castigar a las que no actúen como él busca, se entraría en una dinámica peligrosa.
Las puertas de una mayor libertad comercial en el conjunto de América Latina y de esta región con la UE están abiertas. La población conjunta de la Unión Europea (excluyendo al Reino Unido), Mercosur y la Alianza del Pacífico roza los 1.000 millones de habitantes. Si los gobiernos de los países miembros de esas organizaciones no pierden la oportunidad, todos esos seres humanos saldrán ganando. Y, mientras tanto, Estados Unidos podría quedar fuera de un proceso acelerado de mayor integración económica entre continentes.