Argentina ha hablado en las urnas y lo ha hecho con contundencia. Las elecciones legislativas de octubre de 2025 marcaron un nuevo hito político: Javier Milei y La Libertad Avanza obtuvieron una clara victoria que no solo refuerza al presidente en el Congreso, sino que consolida el respaldo popular a una agenda económica sin precedentes en la historia reciente del país. El triunfo de los candidatos liberales frente a los peronistas (41% vs 32%) consolida lo que en los últimos meses se puso en duda: la convicción de los argentinos de lo necesaria que es una agenda de reformas y apertura.
A dos años de llegar a la Casa Rosada, Milei ha logrado algo que durante décadas pareció imposible: eliminar el déficit presupuestario, sanear el Banco Central y derribar pilares estructurales del intervencionismo argentino. Lo que empezó como un plan audaz y fuertemente resistido por los sectores políticos tradicionales, hoy se traduce en resultados económicos palpables que han cambiado el pulso de la economía nacional.
La cifra más elocuente es la inflación: en 2023 superaba el 300% anual, reflejando un sistema monetario colapsado tras años de emisión descontrolada. Hoy, el IPC ronda el 30% en tasa interanual, un 90% menos. En paralelo, el saneamiento del banco central, con el fin de la monetización de deuda y el financiamiento del Tesoro vía Banco Central, ha venido de la mano de la relajación de las restricciones cambiarias, incluida la eliminación del polémico “cepo”. Al mismo tiempo, la reducción del Impuesto PAIS y de otras cargas distorsionadoras ha aliviado a familias, y empresarios, descomprimiendo la economía real.
Si hay un rasgo distintivo de la agenda económica de Milei es su alcance regulatorio, bajo el liderazgo del ministro del ramo, Federico Sturzeneegger. El gobierno ha aprobado literalmente miles de medidas de desregulación, desarmando normas, controles, permisos y restricciones que asfixiaban al sector privado. Uno de los efectos más visibles se ha dado en el mercado inmobiliario, donde la liberalización de los alquileres ha revertido años de contracción y encarecimiento. Con menos trabas y precios determinados libremente, el coste de alquilar ha caído sensiblemente, facilitando el acceso a la vivienda en un país donde la regulación había expulsado a propietarios e inquilinos del mercado formal.
El cambio económico ya se refleja en los indicadores sociales. Tras la hecatombe heredada del kirchnerismo-peronismo, los salarios reales llevan más de un año en recuperación sostenida, impulsados por la estabilidad monetaria y el repunte de la actividad privada. La tasa de pobreza, que había escalado a niveles dramáticos durante la gestión anterior, está cayendo a un ritmo acelerado, algo que no ocurría desde comienzos de siglo.
Este giro económico no ha estado exento de turbulencias políticas. El segundo año de Milei en la Casa Rosada ha sido torpe en términos de gestión parlamentaria y comunicación política. Choques innecesarios con aliados, dificultades para negociar leyes clave, un estilo presidencial excesivamente confrontativo que ha dejado heridas incluso en el espacio libertario, acusaciones de irregularidades que no han sido debidamente afrontadas… Sin embargo, el resultado de las legislativas demuestra que los argentinos han apostado firmemente por Milei porque creen en un nuevo rumbo económico. La agenda de libertad —pese a los errores tácticos— cuenta con un sólido respaldo social.
El triunfo de octubre no solo da aire político a Milei: le otorga un nuevo mandato para profundizar las reformas. Las señales desde la Casa Rosada apuntan a una segunda etapa aún más decidida a consolidar un entorno de libre mercado, con énfasis en simplificación fiscal, apertura comercial, privatizaciones y modernización institucional. En un país acostumbrado a ver cómo las reformas se diluyen antes de madurar, Milei enfrenta ahora un desafío inédito: pasar de la estabilización a la expansión sostenida, demostrando que el liberalismo no solo sirve para evitar el colapso, sino para generar prosperidad duradera.
La batalla cultural y política no está ganada, pero el giro económico está en marcha. Y, por primera vez en mucho tiempo, la mayoría de los argentinos han dicho en las urnas que quieren seguir por ese camino.


