La infinanciable revolución tributaria de Trump
Si aspiramos a bajar impuestos con intensidad y de manera sostenible, resultará imprescindible meter la tijera en el lado del gasto.
Si aspiramos a bajar impuestos con intensidad y de manera sostenible, resultará imprescindible meter la tijera en el lado del gasto.
Una vez escapamos del contexto continental, la posición de nuestro país deja de parecer tan fiscalmente modosita.
Como en tantas otras ocasiones, el Gobierno no falla y ha subido los impuestos.
La inmensa mayoría de españoles son salvajemente esquilmados por la voracidad recaudatoria del Estado.
Miles de contribuyentes están encabezando una especie de rebelión fiscal para exigir la eliminación del impuesto de sucesiones.
Un tipo impositivo adecuado máximo podría haber sido del 20% de la renta (contando todos los impuestos).
Eliminar imposición ideológica, gasto discrecional y subvenciones innecesarias del presupuesto es una buena noticia.
El nuevo gravamen no se aplicaría sobre el beneficio empresarial, sino sobre los bienes y servicios que despacha cada empresa.
En realidad, el sistema fiscal por entero está plagado de dobles imposiciones.
Los defraudadores dañan a Hacienda, sin duda, pero no «a todos». Para que esto fuera cierto, el Estado debería ser una institución voluntaria.