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Ya no importa

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Un gran tema para escribir sobre él, pero Enrique Dans ya se nos ha adelantado y poco podemos decir que aporte algo nuevo a su brillante columna sobre la cuestión en estas mismas páginas digitales. Mencionado el asunto, vamos a tratar otro del que poco se ha hablado en los medios pero no resulta baladí.

Hace unos diez días el Congreso aprobaba el dictamen del proyecto de Ley de "conservación de datos relativos a las comunicaciones electrónicas y a las redes públicas de comunicaciones", que traducido de la neolengua político-intervencionista al idioma que hablan el común de los ciudadanos significa retención de datos. Sorprende el silencio con el que se ha acogido la noticia, tanto por parte de los medios de comunicación como por parte de la teóricamente combativa blogosfera. Resulta triste que un paso tan importante en la tramitación parlamentaria (el texto pasa ahora al Senado) de un atentado de tal gravedad contra la privacidad y, por tanto, contra la libertad sea acogido con un silencio sepulcral.

Esto no ocurría cuando gobernaba el PP. En aquel entonces, ciberactivistas de todos los colores políticos observaban con lupa cada paso que daba el Ejecutivo en materia de leyes relativas a Internet. La tramitación parlamentaria de la LSSI fue seguida por lupa por cientos o miles de personas dispuestas a montar follón por cada cambio que se producía. Tras unas acertadas rectificaciones por parte del Partido Popular (como la eliminación de la famosa "autoridad competente"), el punto álgido llegó con la introducción en la ley de la retención de datos, aunque su aplicación se postergaba para un posterior desarrollo reglamentario que no llegó. Y sin embargo, cuando esta espinosa cuestión es legislada por el PSOE y sus socios, silencio absoluto.

Está claro que quienes desde la izquierda y el nacionalismo entonces se mostraban como firmes defensores de las ciberlibertades no son tales. No creen en ellas. Simplemente buscaban desgastar al Gobierno de Aznar y al Partido Popular. El auténtico amante de la libertad y los derechos más básicos de los ciudadanos no los defiende sólo ante el rival político. También lo hace cuando quienes los atacan sin aquellos de los que uno se siente más próximo. La actitud contraria, la que mantienen los ahora ciberactivistas en silencio, es simple sectarismo y desprecio por la democracia.

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