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La sátira en ‘El problema de los tres cuerpos’

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Hace unas semanas se estrenó en streaming la serie que da título a este artículo. Venía precedida por grandes expectativas, no en vano el libro en que se basa ha sido uno de los grandes éxitos editoriales de los últimos años en el género de ciencia ficción. Para mayor excepcionalidad, la novela es obra de un escritor chino, Liu Cixin, y no hay tantos orientales que sean Best-Seller en occidente.

El problema de los tres cuerpos es el título de la primera de las tres novelas que componen la trilogía, siendo las otras dos, El bosque oscuro y El fin de la muerte. Leí hace unos años las dos primeras, sin llegar a entusiasmarme tanto su lectura como para terminar la trilogía. Pero sí me parecieron originales, sobre toda la forma en que incorpora la mecánica cuántica y la psicología a una narración de ciencia ficción. No les dediqué una mayor reflexión: un par de novelas de ciencia ficción obra de un autor chino con algunos puntos originales.

Ha sido al ver la serie cuando mi percepción ha cambiado, yo diría que bastante. Para explicar por qué me veré obligado a desvelar algunos aspectos de la historia, por lo que el lector que no quiera sufrir spoilers debería completar la serie antes de continuar leyendo. Aviso también de que no son spoilers terribles.

Trama

El tema es poco sorprendente: unos alienígenas han descubierto la existencia de la Tierra y amenazan con hacerle una visita, primero para convivir con los terrícolas, aunque al descubrir el carácter intrínsicamente perverso de la humanidad (ironía off), deciden que nos van a aniquilar como si fuéramos cucarachas. Las buenas noticias es que la invasión no es inminente. Incluso con su tecnología, mucho más avanzada que la nuestra, el viaje a la Tierra les va a llevar 400 años. Este es el tiempo que tiene la humanidad para prepararse contra la amenaza que viene. Repito, 400 años.

Evidentemente, un tema de este calado concierne a todos los Estados de la Tierra, que rápidamente se pondrán manos a la obra para ir preparándose. Preparativos que, obvio es decirlo, dada la magnitud de la amenaza, deberán movilizar todos los recursos de nuestro planeta. Los anuncios de que en 400 años llegan los malos se extienden como la pólvora, y eso da argumentos a los Estados para legitimar la toma de medidas de excepción.

La ONU, reunida en sesión especial, y ya conocedora del punto débil que tienen los extraterrestres, deciden crear la figura de los “Vallados” (Wallfaces en la traducción inglesa). Se designan tres “Vallados” procedentes de otros tantos rincones del mundo, y su misión es desarrollar la estrategia que permita derrotar a los invasores antes de qué o cuando lleguen a la Tierra.

Una alegoría

Para tal actividad, tendrán a su disposición cualquier recurso del planeta, sus órdenes han de ser obedecidas sin discusión. Tampoco deberán justificar sus acciones, puesto que eso podría dar pistas de la estrategia a los enemigos, quienes tienen intervenidas todas las comunicaciones entre humanos. De ahí el nombre de “Vallados”, solo ellos, individualmente supongo, diseñarán y conocerán la estrategia para asegurar la supervivencia de la humanidad, y tendrán que implementarla usando cualquier recurso que precisen y sin justificarlo. Con esto concluye la primera temporada de la serie.

Supongo que llegados a este punto ya no es necesario explicar por qué he empezado a pensar que en realidad Liu Cixin está haciendo una alegoría satírica de lo que hacen nuestros Estados. Además, la sensación se intensifica al observar como a la tradicional excusa del cambio climático como la mayor amenaza para nuestro modo de vida, se están uniendo en los últimos tiempos tambores de guerra, y así tenemos a muchos políticos europeos afirmando que es necesario armarse ante una posible invasión, no sé si de Rusia o de Israel, o de alienígenas.

Este es el negocio de Estados y políticos, por supuesto, el hacernos creer que nuestra vida está amenazada y que solo ellos con sus planes y estrategias nos pueden salvar. El primer ingrediente es la amenaza. El segundo es la ignorancia y el olvido de la gente, que una y otra vez cree que el Estado les puede salvar de algo. Ahí tenemos aún reciente el trauma de cómo se nos “salvó” del COVID, solución cuyas consecuencias económicas aún no hemos empezado a vivir.

400 años de excusas

Con esta perspectiva, tener una amenaza creíble a 400 años de distancia sería el verdadero sueño dorado de un político. Cuatrocientos años de excusa para intervenir las vidas de la gente y decirles cómo tienen que hacer las cosas. Y encima, sin posibilidad de asumir responsabilidades por las consecuencias de sus regulaciones, porque ni siquiera ellos con todos los recursos a su disposición, estarían aquí cuando se materialicen los temores (si es que lo hacen).

Volviendo a la novela/serie, la solución dada por los Estados a la amenaza alienígena es completamente la esperada: poder hacer lo que les dé la gana durante 400 años sin siquiera tener que dar una mínima justificación de sus actos. Con esto se consuma ese sueño dorado de que hablaba antes, en un despertar apoteósico en que tenemos al funcionario o político convertido en verdadero dios. Imagínense a cualquier político ante esta perspectiva.

Dicen que no hay mal que cien años dure: Liu Cixin nos propone una historia en que un mal, la intervención y regulación de nuestras vidas, tiene pinta de que durará cuatrocientos. Por suerte es solo ciencia ficción.

Ver también

Los nuevo Moai. (Fernando Herrera).

Chernóbil, o la imposibilidad del socialismo. (Fernando Herrera).

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