En el artículo de hoy nos vamos a desviar de la temática central de esta serie que estaba destinada a analizar la cardinalidad de Menger vs. la ordinalidad de Mises, y vamos a hablar del diferente enfoque que realizan Menger y Mises sobre el valor de cambio.
De nuevo, quiero resaltar que para bien o para mal las diferencias son significativas. Y aunque no lo pareciera en principio, hay que tener presente que siendo la teoría del valor la base de toda teoría económica, cualquier error o imprecisión por pequeña que sea se puede transmitir y magnificar a lo largo de la teoría y acabar teniendo graves repercusiones.
Ambos autores afirman que la distinción entre valor de uso y valor de cambio no es esencial. Mises llega a afirmar que es una distinción ya innecesaria. Para Menger son dos manifestaciones del mismo fenómeno, pero sí considera pertinente mantener esta distinción para que su teoría pueda explicar mejor la realidad.
Para Menger el valor de cambio existe cuando el sujeto valora un bien para satisfacer una necesidad de manera indirecta. Lo intercambiará por otros bienes hasta llegar por fin al bien que satisfará una necesidad directa. Mientras que el valor de uso existe cuando el sujeto valora un bien para satisfacer una necesidad de manera directa: Para usarlo o consumirlo.
Aquí es importante distinguir entre utilidad y valor de uso porque los bienes que sólo tienen valor de cambio son útiles sin ninguna duda, pues satisfacen la necesidad de intercambiar, pero al tratarse el intercambio de una necesidad indirecta, no estaríamos hablando de valor de uso sino precisamente de valor de cambio. No porque algo sea útil podemos decir automáticamente que tiene valor de uso. De ser así nos cargaríamos la distinción entre valor de uso y valor de cambio, cosa que en ningún momento quiere hacer Menger.
Este pasaje de Mises del capítulo VII de la Teoría de la Moneda y el Crédito ilustra la diferencia importante entre Mises y Menger (las citas son traducciones de la versión original en alemán, donde utiliza el término “Ware” que es mercancía, y no “artículo” o “bien” como hace la traducción española):
Por lo que se refiere al valor de uso de una mercancía, no importa si esta mercancía tiene también valor de cambio o no, pero para que el dinero tenga valor de uso es esencial que tenga valor de cambio. […] No hay razón para entrar a discutir este punto, especialmente desde que la distinción entre valor de uso y valor de cambio no tiene ya en la teoría del valor la importancia que solía tener.
Esta gran diferencia entre Menger y Mises sobre las mercancías ya la analizamos exhaustivamente en nuestra serie anterior. Aquí lo importante es que Menger zanja muy claramente este asunto sin ningún tipo de balbuceo, pues en su teoría ninguna mercancía tiene valor de uso, y el dinero es una mercancía más. Continuamos con Mises:
Lo que más nos interesa es demostrar que la función de la economía en lo que se refiere al valor del dinero es más importante que la que tiene en el tratamiento del valor de las demás mercancías. Cuando explica el valor de las mercancías, la teoría de la mercancía [WarenKunde] puede y debe limitarse a considerar como dado el valor de uso subjetivo, dejando la investigación de sus orígenes al psicólogo;
[…]
Al revés que las mercancías, el dinero nunca puede usarse a menos que posea un objetivo valor de cambio o poder de compra. El valor subjetivo del dinero depende siempre del valor subjetivo de los otros bienes económicos que pueden obtenerse a cambio de él.
Mises, por el contrario, juega con la posibilidad del “valor de uso” del dinero para luego descartarlo, pero no parece caer en la cuenta de que, independientemente de que su valor sea de cambio, el dinero es útil y por tanto sí qué puede “usarse” aunque no tenga valor de uso, pues satisface la necesidad de intercambiar, de ahí precisamente el concepto de valor de cambio, porque satisface la necesidad de intercambio.
En el marco teórico de Menger la utilidad de las mercancías es la misma que la del dinero, el intercambio. Por tanto, su teoría del dinero es una continuación de la teoría de la mercancía, mientras que en Mises habría una especie de bifurcación.
Precisamente por tratar de manera distinta a Menger los conceptos de mercancía, valor de cambio, valor de uso y utilidad, Mises se mete innecesariamente en un problema circular al establecer que el valor del dinero es su poder adquisitivo, y por ello necesita recurrir a su teorema de regresión para deshacer esa circularidad.
Menger se quejaba amargamente de la manera confusa en que la ciencia económica empleaba los términos “utilidad” y “valor de uso”. No se le hizo mucho caso en su época, ni tampoco se lo hizo Mises ochenta años después cuando escribió La Acción Humana, donde podemos corroborar el distinto empleo que hace Mises de esta misma terminología:
Para la praxeología, el término utilidad equivale a la importancia atribuida a cierta cosa en razón a su supuesta capacidad para suprimir determinada incomodidad humana.
El concepto praxeológico de utilidad (valor de uso subjetivo, según la terminología de los primitivos economistas de la Escuela Austríaca) debe diferenciarse claramente del concepto técnico de utilidad (valor de uso objetivo, como decían los mismos economistas). El valor de uso en sentido objetivo es la relación existente entre una cosa y el efecto que la misma puede producir.
Resulta profundamente contradictorio, por cierto, que en la primera cita que hemos expuesto Mises afirme que es innecesario discutir la distinción entre valor de uso y valor de cambio del dinero —una distinción que, según él, habría quedado superada—, cuando en realidad dicha diferenciación es absolutamente esencial para la formulación misma de su teorema de regresión. El teorema no sólo presupone esa distinción, sino que carecería por completo de sentido sin ella: no podría articularse ni tendría razón de ser alguna si no se diferenciara entre valor de uso y valor de cambio.
En Menger, el valor del dinero se explica como el de cualquier otro intermediario, y mirando al futuro. Por eso define al dinero como el “intermediario general de los intercambios”. El intercambio en sí mismo aporta valor, pues valoramos más lo que recibimos que lo que entregamos. Por tanto, el valor de un intermediario depende del valor que se estime que aportarán en el futuro los intercambios que el intermediario posibilitará o ayudará a facilitar. Y la capacidad de intermediar intercambios depende, a su vez, de las características intrínsecas de la cosa para facilitarlos, de su intercambiabilidad (divisible, portable, fungible, verificable, difícil de falsificar, etc).
Para Menger el poder adquisitivo es una consecuencia del valor de cambio, no su definición. Mises, por el contrario, explica el valor de cambio como el valor de uso subjetivo de los bienes que se pueden obtener a cambio. Esto ya es una definición circular en sí misma, porque explica el valor de cambio por su consecuencia, no por su causa. Presupone el valor de cambio en lugar de explicarlo. Y es que el valor de cambio de una mercancía bien puede llegar a estar constituido únicamente por los servicios que dicha mercancía presta como intermediario del intercambio, como él mismo llega a reconocer para el caso del dinero que circula sin tener ya ningún valor de uso. Y son esos servicios los que llevan al mercado a valorar esa mercancía. Y una vez tiene valor por esos servicios o potenciales servicios, llega entonces la consecuencia de su capacidad de ser intercambiada por otros bienes.