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De nuevo, Mises no comprendió a Menger (I)

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Al hilo de un artículo anterior sobre la medida del valor, hoy inicio una nueva serie sobre otra gran discrepancia entre dos de los autores más importantes de la escuela austriaca.  Esta discrepancia versa nada más y nada menos que sobre la teoría del valor.  En concreto, sobre el enfoque estrictamente ordinal por parte de Mises en contraposición a la visión cardinal por parte de Menger en lo que se refiere a la magnitud del valor y a la posibilidad de medirlo.

Quisiera resaltar, en primer lugar, el hecho evidente de que en nuestra experiencia individual del día a día no necesitamos que los economistas nos proporcionen una teoría del valor para poder valorar.  De la misma manera que los arqueros del neolítico no tuvieron que esperar a Newton para poder lanzar flechas con el ángulo y la fuerza precisa para acertar su objetivo, el consumidor, el contable o los empresarios realizan valoraciones continuamente independientemente de lo que teoricen o dejen de teorizar las distintas escuelas de pensamiento económico sobre el fenómeno del valor. 

Entonces, ¿Por qué es importante una buena teoría del valor? Si en el día a día nos las arreglamos perfectamente sin estas teorías, ¿Qué relevancia tiene si el valor son preferencias ordinales, o si es una magnitud cardinal, o si se determina subjetivamente u objetivamente según la cantidad de trabajo socialmente necesario? ¿Se trata acaso de una discusión bizantina para ratones de biblioteca sin ningún aporte práctico a nuestra vida cotidiana?

La crucial importancia de la cuestión del valor

Pues desde un punto de vista social y político tiene una importancia absolutamente crucial. En esta primera entrega voy a tratar de justificar la vital importancia que tiene una teoría que explique lo mejor posible el fenómeno del valor. Suscribo al cien por cien a Carlos Bondone que a su vez se adhiere a las palabras de Jevons, y que a su vez suscribía las palabras de J.S. Mill:

Casi toda la especulación relativa a los intereses económicos de una sociedad así constituida implica alguna teoría del valor: el más mínimo error en este tema inocula el correspondiente error en todas nuestras conclusiones restantes, y cualquier vaguedad o nebulosidad en nuestra concepción del mismo crea confusión e incertidumbre en todo lo demás.

John Stuart Mill

Es un hecho incontestable que los políticos utilizan la ciencia como justificación para legislar en un sentido u otro. Ejemplos de actualidad tenemos muchos, como por ejemplo las regulaciones relativas al cambio climático, que supuestamente están basadas en un amplio consenso científico. Este consenso científico se utiliza como argumento para determinar políticas fiscales de extracción de recursos a determinados individuos para dedicarlos a determinadas partidas presupuestarias, y no a otras. Es decir, se toma la decisión de dedicar recursos para prevenir el cambio climático que no se dedican, por ejemplo, a combatir la primera causa de muerte en el mundo como son las enfermedades cardiovasculares. Más nos vale, por tanto, que el consenso científico esté en lo cierto y se acaben salvando muchas vidas con estas decisiones.

Manipulación política del concepto de valor

No quiero caer tampoco en la ingenuidad de que, por muy buenas teorías que tengamos, los políticos no vayan a retorcerlas igualmente en función de sus intereses, o incluso influir en el ámbito académico para manipular el “consenso” científico hacia lo que les conviene. Pero esto no es excusa para dejar de trabajar en la dirección de tener la mejor teoría posible que dificulte al máximo la manipulación política. Por poner un ejemplo extremo, ya será difícil que los políticos decreten regulaciones sobre el tráfico aéreo basadas en que la tierra es plana. Hay teorías científicas que están tan establecidas que son ya prácticamente imposibles de cuestionar.

Aun así, el político aprovechará el más mínimo resquicio para introducir sus sesgos a la hora de legislar. En este sentido, otro ejemplo muy claro y de rabiosa actualidad es el control de precios de los alquileres en las grandes ciudades, que en mi opinión se asienta en una errónea concepción del valor. La “responsabilidad” académica de este error está en la teoría más ampliamente aceptada de la oferta y la demanda, pues si bien es cierto que según esta teoría los precios altos de la vivienda no se deben a la especulación, sino a la falta de oferta, hay que reconocer humildemente que la teoría está muy lejos de ser lo suficientemente clara y contundente como para que ningún político se atreva a cuestionarla.

Diferencia entre Alfred Marshall y Carl Menger

No debemos perder de vista qué múltiples teorías pueden explicar la realidad, e incluso ser útiles para hacer predicciones razonablemente precisas. Por ejemplo, la teoría geocentrista era capaz de predecir satisfactoriamente los movimientos de los planetas recurriendo a los epiciclos.  Es decir, por la misma razón que los arqueros del neolítico lanzaban flechas con bastante precisión sin necesidad de ninguna teoría, el economista puede formular teorías débiles o ad hoc, pero que explican la realidad con muy razonable precisión. Pero no por ello hemos de concluir que esa teoría no es susceptible de mejora. Esto último es aplicable al modelo de la oferta y la demanda establecido por Alfred Marshall, que es el predominante a día de hoy en lo que se refiere a la explicación de los precios.  

Ahora bien, para que una teoría sea superada no basta con señalar sus debilidades. Hay que proporcionar otra que explique mejor la realidad, y/o que lo haga de manera más general y simple, y que sea corroborable. Volviendo a la analogía del geocentrismo, ¿Qué acogida tendría frente al geocentrismo una nueva “teoría” heliocéntrica, está fuera imposible de corroborar ni fuera capaz de predecir nada tal y como está planteada? Pues posiblemente nula porque se quedaría en mera hipótesis.

Alfred Marshall criticó el enfoque marginalista de Carl Menger, W. S. Jevons y Lèon Walras, y rescata el modelo basado en el valor objetivo de oferta y demanda de Smith y Ricardo, pero reintroduciendo el marginalismo en la curva de demanda. Muy resumidamente viene a decir que el demandante compara la utilidad marginal del bien con su precio de mercado. Es decir, para explicar los precios necesita recurrir circularmente a los precios.

La tijera de Marshall… y la tijera de Menger

Menger, sin embargo, explicaba los precios basándose exclusivamente en valores. En el famoso ejemplo de las vacas y los caballos, los granjeros intercambiaban porque otorgaban un valor mayor a lo que recibían que a lo que entregaban, y de esas distintas valoraciones surgen los precios.  

En este sentido, Carlos Bondone propone rescatar a Menger sustituyendo la tijera de Marshall por la tijera de Menger, donde lo que se enfrentan no son las curvas de oferta y demanda (cantidades de bienes), sino las curvas de valor (utilidades marginales) de los bienes a intercambiar. Fijémonos en lo peligroso de la tijera de Marshall. Cito palabras del propio Marshall en sus Principios de Economía:

Podríamos con la misma sensatez discutir acerca de si es la hoja superior o la inferior de una tijera la que corta un pedazo de papel que si el valor está controlado por la utilidad o por el coste de producción. (el énfasis es mío).

A la vista de esta cita, quiero recordar las palabras anteriormente citadas de Mill: “el más mínimo error” “cualquier vaguedad o nebulosidad”. Pues aquí lo tenemos. Por mucho que queramos hacer una interpretación generosa, o que el economista defensor de esta teoría matice y explique posteriormente, un político se aferrará a la literalidad de estas palabras como a un clavo ardiendo para justificar científicamente sus sesgos utilizando a Marshall, y argumentar que el coste puede ser determinante del valor, y, por tanto, justificar científicamente la regulación de los precios de los alquileres en función de lo que el político considere costes objetivamente razonables. 

Menger era cardinalista, Mises era ordinalista

Explicada la vital importancia política y social de la teoría del valor, en las siguientes entregas de esta serie expondré en primer lugar por qué Menger era claramente cardinalista y en segundo lugar como Eugen von Böhm-Bawerk, y de manera más precisa Bondone, demuestran que los precios se pueden explicar enteramente por valoraciones subjetivas, sin recurrir circularmente a precios de mercado o agregados como hace Marshall. Y que estas valoraciones subjetivas tienen una naturaleza cardinal y no ordinal, como afirma Ludwig von Mises. 

Determinar si la naturaleza del valor es ordinal o cardinal no es en absoluto una cuestión menor. Mises criticaba el planteamiento de oferta y demanda de Marshall, pero al desviarse de Menger y Bohm Bawerk y sostener que el valor tiene naturaleza ordinal, su planteamiento no es corroborable, no ofrece una alternativa convincente que mejore la propuesta de Marshall. Nos guste o no, y análogamente a la hipótesis heliocentrista referida anteriormente, desde fuera de la escuela austriaca, la propuesta de Mises se ve en el mejor de los casos como una prometedora hipótesis.

En definitiva, no es lo mismo defender que sólo ordenamos valores afirmando tajantemente que es imposible medirlos, siendo en consecuencia deliberadamente “vago” o “nebuloso” en lo que se refiere a la magnitud de los valores, que defender y conseguir demostrar que la magnitud del valor se puede cuantificar y medir. Tal y como hemos insistido a lo largo de este artículo, cualquier vaguedad o nebulosidad será explotada por el político para tergiversar y manipular.

Serie sobre Carl Menger y Ludwig von Mises

11 Comentarios

  1. — Juan Ramón Rallo “No es un juego de suma cero”:
    https://juandemariana.org/ijm-actualidad/articulos-en-prensa/no-es-un-juego-de-suma-cero/
    — José Carlos Rodríguez “La riqueza; o contra el “sumacerismo”:
    https://juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/la-riqueza
    — Manuel Ayau “Not a Zero-Sum Game: The Paradox of Exchange”:
    https://mises.org/library/book/not-zero-sum-game-paradox-exchange
    — Jeremie Rostan “Study Guide to Carl Menger’s Principles of Economics”;
    https://mises.org/library/book/principles-economics-study-guide

  2. No acabo de entender el por qué de esos enlaces sobre «suma cero». No hay nada más alejado de mi postura que pensar que el intercambio no supone un mayor valor para las partes que intercambian. Es más creo que soy hasta muy pesado en insistir en esa idea crucial de Menger en muchos de mís artículos en el IJM.

    Tampoco veo que pueda interpretarse nada de suma cero en este artículo. Al contrario, al hilo de Menger afirmo explícitamente: «los granjeros intercambiaban porque otorgaban un valor mayor a lo que recibían que a lo que entregaban»

  3. Hola Manuel,

    Entiendo que el valor económico se cuantifica desde la escacez, y refiere a una cosa que previamente se ha cualificado subjetivamente como útil a una necesidad, para lo cual se usa una dimensión de referencia común que sería la utilidad de la última unidad disponible, ya que desde ella se determina el grado de escacez.

    Lo ordinal estaría dado por la posición de cada unidad económica en relación a su mayor o menor utilidad.

    Lo cardinal se determina por la referencia de las utilidades de cada unidad a la utilidad de la última unidad, que define la cantidad disponible en un contexto de escacez.

    El valor de cada unidad estaría definido como una utilidad relativa, dónde se considera la cantidad disponible total y la posición ordinal de cada unidad respecto a las demás.

    El valor tiene una dimensión, que sería la utilidad y una unidad de referencia que sería la utilidad de la unidad que se ubique el la última posición relativa a las demás. Es decir todas las unidades de una riqueza comparten una misma dimensión, pero su magnitud es variable y dependerá de la escacez, es decir de una cantidad disponible que se percibe insuficiente para satisfacer las necesidades.

    Pareciera que el valor económico es un conjunto ordenado dónde una persona subjetivamente cuantifica lo que previamente ha cualificado ordinalmente. Por eso el valor económico es subjetivo, relativo y mensurable.

    Ni totalmente ordinal ni totalmente cardinal.

    Saludos,
    Victor

  4. Hola Victor,

    En la terminología que usas, cuando dices utilidad de la última unidad disponible ya estarías hablando de «utilidad marginal» o valor. Bondone cuando se refiere a utilidad como dimensión ya se refiere a «utilidad escasa», pues la utilidad funcional o técnica no implica valor, como es el caso del aire que respiramos.

    Por leer a cada autor en sus términos, en Menger la utilidad significa capacidad de una cosa para satisfacer una necesidad, independientemente de su escasez o valor. Se queja mucho, de hecho, de que se confunda utilidad tal y como el la define, con valor de uso.

    En cuanto a la ordinalidad, lo primero que hay que tener en cuenta es que lo cardinal es ordinal por definición. Al revés no necesariamente. Aquello que es exclusivamente ordinal no tiene ni magnitud ni dimensión, es solo orden. En las páginas 73 y 74 de un libro no hay diferencia de magnitud entre los indicadores de orden 73 y 74. La página 73 no es más importante que la 74 ni viceversa. Ni la 73 va antes porque sea más larga o más pesada o más bonita… Nada de eso. No hay magnitud. Simplemente una va antes que otra, nada más.

    En lo ordinal no cabe la magnitud ni las diferencias de magnitud, no cabe medir ni sumar ni restar. Solo cabe ordenar. Y si una magnitud ya es cardinal huelga hablar de ordinalidad porque lo cardinal ya es si o si ordinal. Es decir si puedes ordenar los cardinales 10,8 y 9,2 y dices que 10,8 es más importante que 9,2 es precisamente por que son magnitudes cardinales!!

    Por último el valor surge de la necesidad insatisfecha, que luego trasladamos a los bienes si es que aparece un bien que satisfaga esa necesidad. Y ese bien no tiene por qué existir. Muy a menudo hay que encontrarlo, descubrirlo o inventarlo… Y también a menudo no se consigue encontrar, descubrir ni inventar al primer ni al segundo intento. Y no por fracasar en encontrarlo podemos decir que no exista el valor, pues ese valor es de hecho el que nos impulsó a actuar para intentar encontrar objetos que satisfagan esa necesidad. El valor precede causalmente a la utilidad técnica tal y como la define Menger en el sentido de «objeto satisface necesidad».

    Cabe pensar que un objeto totalmente inútil pero raro sea demandado por su muy probable escasez sin conferirle la satisfacción de ninguna necesidad más allá de apropiarse de su valor de cambio. Es decir acabaría siendo útil para el intercambio por su valor de cambio en base a la siguiente cadena causal:

    Rareza -> Previsible Escasez -> Valor de Cambio -> «utilidad» como medio de intercambio a «secas» (no generalizado)

  5. Con respecto a la «ordinalidad» del valor, añadir que no es concebible que el hombre planificador no priorice cuanto tiempo y recursos dedica a la satisfacción de cada necesidad. Y eso solo puede decidirlo en función de las diferencias cardinales en la magnitud del valor de satisfacer cada necesidad.

    Si el agua no es escasa y lo más importante pata tí es comer y lo segundo más importante para tí es fumar, no cabe pensar que le vas a dedicar lo mismo a satisfacer las dos necesidades, ni que lo vayas a hacer arbitrariamente. Si comer es 10 veces más importante para tí que fumar, dedicarás más o menos 10 veces más esfuerzo a conseguir comida que a conseguir tabaco.

  6. A mi me parece muy acertado el enfoque de Carlos Bondone en lo que se refiere a la medición del valor. Solo diría que el mátiz de lo «ordinal» es innecesario porque lo medible es si o si cardinal y lo cardinal es si o si ordinal. Y creo que el enfoque es extensible al valor sin necesidad de enfrentar dos bienes. En uno de los lados puede existir solo valor y no utilidad aun, porque el valor es una noción anterior e independiente de los bienes.

    Por ejemplo, puedo identificar la necesidad de comer y cuantificar el valor (abstracto) de satisfacer esa necesidad en términos del valor que le confiero a una hora de mi tiempo. Y el hecho de tener hambre y de que la necesidad de satisfacer el hambre tenga valor, no implica que vaya a conseguir ningún bien (cosa útil) que satisfaga mi hambre y que por tanto pueda reflejar ese valor en ese bien. Ni tampoco conferir valor a satisfacer mi hambre implica que sepa de antemano que bienes concretos voy a acabar comiendo.

  7. Hola Manuel,

    Son muy interesante tus comentarios y alcances.

    Solo aclarar que entiendo utilidad marginal como utilidad con apellido de escacez. La utilidad a secas refiere a la naturaleza de la dimensión = cualidad útil que se le da a una cosa para satisfacer una necesidad. Está cualidad es económica y no física, ya que refiere al valor que el agente le asigna subjetivamente a un fin. Hay mucha confusión cuando se habla de cualidad, ya que se tiende a trasponer a lo económico las cualidades físicas o morales, que refieren a otros ámbitos del conocimiento humano.
    La utilidad marginal = valor que se asigna a la cantidad disponible de una cosa útil, cuando la cantidad se percibe como insuficiente a la satisfacción de una necesidad.
    De ahí que utilidad marginal = utilidad escasa o cualidad cuantificada económicamente.
    El valor económico se determina por la relación entre la dimensión (utilidad) de cada unidad con la dimensión (utilidad) de la última unidad agregada, siendo así común denominador de todas las demás a las que mensura, es decir las pone en relación a la cantidad disponible, al referirse a la unidad marginal.
    Por eso valor = utilidad marginal.
    El valor de la última unidad ≠ a la utilidad de la última unidad, son dos cosas distintas. El valor de la última unidad es igual a uno, ya que refiere a una dimensión comparada consigo misma. Por eso el valor de la primera unidad de una cantidad total de 10 unidades económicas sera 10/1 veces el valor de la última unidad. Y el valor de la 4 unidad, sera 10/4 veces el valor de la última unidad.
    El valor de cada unidad económica será diferente, y estarán ordenadas en forma decreciente, regla de comportamiento conocida como ley de utilidad marginal decreciente, dónde se busca paliar la falibilidad humana con una acción eficiente.
    Para terminar me parece importante insistir que la cantidad económica ≠ cantidad física, ya que la primera refiere a una unidad de magnitud heterogénea y discreta y la otra a unidades uniformes y que pueden no ser discretas. En economía lo realmente significativo es el valor de una cantidad de unidades y no la suma de unidades.

    Por todo lo anterior podemos aplicar las matemáticas al valor económico y determinar el valor agregado de una riqueza. Lo que se mensura es el valor, lo que es posible porque tiene una dimensión. La utilidad es condición necesaria pero no suficiente para la mensura del valor.
    Para su mensura se necesita relacionar la cualidad con la cantidad disponible que se considera escasa, lo que se hace posible por medio de la dimensión de la última unidad, ya que refiere a una condición límite relativa a la cantidad de unidades disponibles, siendo así común denominador para determinar el valor relativo del resto de las unidades. Es la escaces lo que permite relacionar la cantidad con la utilidad, lo que le da al valor económico un significado relativo a las acciones de las personas en un contexto concreto y real. Por eso el valor económico no es simplemente un ordenamiento de preferencias deseadas, se define desde una cantidad real disponible sobre la que se tiene un dominio, como valor presente o como valor actual de un resultado que se espers conseguir en el futuro de una acción real ya emprendida.

    Vemos un ejemplo, aplicando el cálculo economico sobre una cantidad de 10 unidades económicas. Su valor no será igual a la suma de la cantidad de unidades U ≠ 10, sino que al valor de sus unidades, es decir a la suma de sus utilidades marginales.
    U = 10/1+10/2+…+10/10.

    Esto se puede expresar como Ui = Q×(1/1+1/2+…+1/qi)×u, dónde Q = cantidad de unidades; u = valor de la última unidad y ki = multiplicador del valor = (1/1+1/2+1/3+..+1/qi).
    Podemos estimar aproximadamente ki ≈ ln(qi)+c. Dónde c ≈ y + 1/2Q. El valor de y = constante Euler-Mascheroni = 0.57721. Entonces tenemos dos ecuaciones la utilidad marginal agregada: U = Q×ki×u, y la utilidad marginal de cada unidad ui = Q/qi, por lo que la utilidad marginal de la última unidad u = Q/Q = 1.

    Si hacemos el cálculo k = ln(10)+0.5772+1/(2×10) = 2.929. Podemos calcular U = 10×2.929×1 = 29.29, que será equivalente a 29.29 veces el valor de la última unidad.

    Algunas conclusiones:

    Q: define el límite del valor total de una riqueza
    U: crece en forma decreciente a medida que la cantidad se acumula.
    u: es unidad de referencia del valor del todas las unidades que son parte de una riqueza. Aunque el valor de u es siempre la unidad, su valor relativo a su riqueza uq = u/U, será decreciente a medida que aumenta la riqueza.

    Saludos,
    Victor

    • Hola de nuevo, Victor.

      Todo lo que dices es exactamente lo que te indicaba, que la utilidad a la que se refiere Bondone es ya «utilidad marginal» o «utilidad escasa», término que nunca usa Menger. Menger se refiere a utilidad técnica. Lo digo porque esta serie de artículos trata específicamente sobre la teoría de Menger, y siendo así lógicamente debo analizar a Menger en sus propios términos.

      Por otro lado, como te decía en el anterior comentario me parece muy acertado el enfoque de Carlos Bondone sobre la medición del valor, y por ese motivo lo conozco bien (la unidad marginal es el 1, la doble relatividad, la inconstancia de la unidad de medida, etc…).

      Pero sigo añadiendo que el valor no es algo que esté en los bienes, que el valor puede existir sin que exista o conciba ningún bien y por tanto el concepto de unidad marginal no puede existir en el valor asignado a la satisfacción de una necesidad si no existe ni se concibe aun el bien que la satisfaga, porque no se puede existir ninguna unidad de un bien que aun ni se concibe. Es decir, el concepto de «utilidad marginal» presupone ya la existencia de bienes, y la teoría basada en este concepto estaría circunscrita al contexto de las necesidades para las que ya existen bienes que las satisfagan.

      Esto es relevante porque ese valor abstracto todavía no plasmado en ningún bien es causa de muchos intercambios. Cualquier labor de investigación, creativa o de intento de descubrimiento de bienes supone intercambio económico donde lo que se recibe a cambio no está determinado de antemano y a menudo puede ser nada. Pero es intercambio económico en todo caso y por tanto relevante para la ciencia económica.

      Sobre la cardinalidad de Menger, en el siguiente artículo de esta serie hago un análisis más detallado: https://juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/de-nuevo-mises-no-comprendio-a-menger-ii-tampoco-hayek/

  8. Hola Manuel,

    El valor actual de bienes económicos futuros, se entiende mejor cuando se amplia la definición de utilidad marginal incorporando en ella los valores relativos. Esto permite definir el valor como un flujo esperado descontado, al relativizar el valor de una riqueza al valor de otra con la cual se relaciona, incluyendo de esta manera el valor de las expectativas sobre los resultados futuros.
    Totalmente de acuerdo que solo la ley de la utilidad marginal decreciente no explica toda la realidad económica, se debe conjugar una segunda ley, la de la igualdad relativa que permite poner en valor las relaciones humanas en el tiempo.

    Saludos,
    Victor

    • No veo que para Crusoe puedan existir los bienes futuros pues no satisfacen ninguna necesidad para él. Los bienes futuros satisfacen necesidades solo por su valor de cambio interpersonal pues por definición no tienen valor de uso presente. Por tanto, para que un bien futuro sea útil tiene que tener antes valor de cambio, y para eso hace falta como mínimo que intervenga Viernes. En el caso de los bienes futuros, otra prueba más de que el valor precede a la utilidad (entendida como utilidad técnica o funcional).

      Otra cosa es que llamemos bien futuro a la necesidad insatisfecha, pero me parece muy confuso.

      Creo que sería más sencillo afirmar que el valor abstracto de la necesidad insatisfecha sin concretar aun en ningún bien, lo podemos medir en términos de un bien que si existe, por ejemplo nuestro tiempo.

    • Y sugiero el tiempo como medida, porque posiblemente es lo que haríamos cualquiera si estuvieramos en la situación de Crusoe. Cuantificariamos el valor de nuestras necesidades, y distribuiriamos nuestro tiempo en proporción a la magnitud del valor de cada necesidad.

      Nótese que ahí la cardinalidad es imprescindible, porque si no, no sabaríamos cuanto tiempo y esfuerzo dedicar a cada tarea.

      La ordinalidad por la que aboga Mises es insostenible porque implicaría que dedicamos más tiempo a la necesidad más importante que a la segunda, pero sin tener ni idea de cuánto más tiempo. Podría argumentarse que no comenzamos a ocuparnos de la segunda necesidad hasta que su valor supere a la primera, pero eso es una concepción puramente biológica-instintiva donde el hombre no planifica nada, por tanto sería un argumento también insostenible.


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