Gracias a las elecciones presidenciales en Argentina, ha vuelto a salir a la luz pública el peronismo. Es un concepto que, cada dos o cuatro años, se hace eco en los distintos medios de comunicación a nivel mundial. Esta ideología, tan vieja como confusa, es una de las principales causas dadas por economistas y políticos para explicar las distintas calamidades socioeconómicas vividas por el país sudamericano a lo largo de tantas décadas. No es para menos, Argentina, con sus enormes reservas de recursos naturales y planicies para producir todo tipo de alimentos, empezó el siglo XX como uno de los cinco países más ricos del mundo[1]; lo acabó siendo uno de los más endeudados.
Todavía sorprende a investigadores y espectadores, por igual, el hecho de que a Argentina le haya ido tan mal. Aún hoy es normal escuchar: “¿qué le pasa a Argentina?”. Y es para responder esta pregunta, que muchos sacan a relucir la ideología fundada por Juan Domingo Perón y acaudillada por tantas figuras a lo largo de los años. Llamar a esta corriente ideología ya acarrea una cierta confusión. Al final, el peronismo ha logrado congregar a guerrillas de extrema izquierda (los montoneros) y derecha (la Triple A) bajo un mismo paraguas. Algo tan elástico y maleable, difícilmente puede ser considerado ideología.
Los descamisados
Sin embargo, todos coinciden en señalar al afamado general como el fundador del pensamiento personalista que se entrega en cuerpo y alma a un pueblo afligido para aliviarlo de sus males. Juan Domingo Perón y su esposa Evita fueron verdaderos maestros en el arte de la manipulación de las masas. Tanto, que la muchedumbre vitoreaba al imponente hombre en traje militar y a la bella dama ataviada de perlas, aun cuando la economía se iba al traste y la inflación acechaba a ricos y pobres. Pues ellos eran los descamisados del caudillo y su señora.
Todo este culto a la personalidad, el gastar cantidades ingentes de dinero público (muchas veces sin sentido u objetivo alguno), el justificar toda acción bajo la frase “justicia social” y crear un Estado similar a una ola expansiva infinita es algo nuclear en el peronismo. Pero esto no inició con Perón. Es más, se podría decir que había peronismo en Argentina antes de Perón. Y su fundador fue el primer presidente electo por sufragio directo, Hipólito Yrigoyen.
Hipólito Yrigoyen
Este hombre, de tez fuerte y voluntad decidida, ascendió a la Presidencia de la Nación 30 años antes de que Juan Domingo Perón empezase a repartir dinero público a mansalva. Su ascenso llegó con cambios institucionales que permitían al rico país sudamericano elegir por medio de voto directo a su presidente. Se amplió, así, la base del electorado. El sistema involucró más a la ciudadanía en el quehacer político.
Muchos analistas señalan que Yrigoyen llegó a romper cuarenta años de dominio y hegemonía conservadora en Argentina. Más que conservadurismo, lo que había era un estado liberal al uso. Las empresas privadas, tanto nacionales como extranjeras, tenían un rol preponderante en la economía del país. Esto permitía gran cantidad de exportaciones a Europa y Estados Unidos y hacía de Argentina un país rico. Bien es cierto que no estaba exento de problemas, incluyendo una gran brecha socioeconómica.
Pero esto estaba por cambiar. Pues al llegar Hipólito Yrigoyen de la mano de la Unión Cívica Radical (UCR) al poder, él mismo se comprometió a devolver la economía a los argentinos. Dijo, incluso: “El estado corrige la desigualdad en la órbita de sus facultades.” ¿Suena conocido?
El presidente fijó precios y reguló de manera agresiva muchas industrias; ferrocarriles, energía y petróleo. Inicialmente, los resultados fueron buenos (tomando en cuenta que la realidad global giraba en torno a la Primera Guerra Mundial). Sin embargo, su sucesor y compañero de partido, Marcelo T. de Alvear, fue más allá. Desató las radicales ganas de utilizar al Estado como aquel benefactor que podía transformar a la sociedad en su totalidad.
Una fiesta nacionalista
Los economistas Pablo Gerchunoff y Luchas Llach, señalan que
La deuda pública total aumentó un 50 por ciento. Para un país en expansión, no se trataba de un aumento insostenible, pero sí era preocupante que la inclinación al déficit se acentuara con los años. En 1927 el déficit fiscal fue el más alto de los registrados hasta entonces.[2]
Pablo Gerchunoff y Luchas Llach. ¿Hipólito Yrigoyen fue populista, como dijo Macri?
Esto era la tormenta perfecta para que cuando llegase una crisis mundial como la de 1929, el país no pudiera responder con efectividad. Para 1928, con Yrigoyen de nuevo al timón, los radicales pretendían continuar con una política nacionalista acérrima. No era sólo la regulación, sino la nacionalización (como pretendía hacer el presidente).
La factura del nacionalismo económico
Pero las crisis siempre llegan y Argentina no había ahorrado exactamente en sus años de bonanza. Con una disminución sustancial en el número de exportaciones (una pérdida de más del 40% del poder de compra de estas), se produjo un descenso en las reservas de oro de un 60% en un año y la balanza de pagos se desequilibró significativamente[3]. Ante esta realidad, el gobernante no supo responder y un golpe de estado acabaría con su presidencia en 1930. Ya no se contaban con los recursos casi ilimitados, las grandes reservas y el orden fiscal necesario para afrontar una crisis económica con la debida soltura. Ningún discurso estridente, ni acusación crispante, podían tapar el resultado de un shock internacional con un desorden en las políticas macroeconómicas nacionales.
¿Esto quiere decir que Yrigoyen fue un pésimo presidente que se encargó junto con la UCR de destruir la economía argentina? No exactamente. No se pueden obviar el efecto de shocks externos como la Primera Guerra Mundial, en su primer mandato, y el Crack del 29, en su segundo. El problema del primer presidente radical fue utilizar la incipiente democracia universal argentina como arma personal para crecer en popularidad. Le hizo creer a la gente que los incrementos en el bienestar general ocurrían gracias al Estado, es decir, gracias a él… cual Luis XIV. Eso es el antídoto perfecto para asestar un golpe letal a una democracia liberal. Sustituye al individuo y sus facultades decisorias por la voluntad de un líder y sus burócratas.
Estatismo y caudillismo
Dicho de otra manera, un excesivo e irracional culto a la personalidad, combinado con políticas estatistas que concentran gran cantidad de recursos y poder coercitivo en manos de políticos de turno, fueron elementos detonantes para crear una verdadera crisis socioeconómica en Argentina. El país no supo salir de ella. Entre golpe militar y gobiernos autoritarios, llegaría Perón 16 años después. ¿Y cuál fue su receta? Personalismo, aumento en el gasto y nacionalización. Con “buenos” resultados por un tiempo breve y crisis económica posterior (que acabó en otro golpe de estado). He aquí, la continuación de un patrón destructivo.
Entiéndase bien; Juan Domingo Perón e Hipólito Yrigoyen no fueron iguales; no hacía falta. Tan sólo dar con una fórmula que compagine la vanagloria personal con la ilusión de un Estado paternalista es suficiente para, a la larga, llevar a un país a la ruina.
Estas lecciones de historia no son simples anacronismos. Son la realidad latente de un país (que no ha sido el único en sufrirla, pero sí ha sido reincidente). A pocos días de un balotaje crucial para Argentina, el país se vuelve a dividir en dos bloques. Están liderados por personalidades distintas, pero que son, según sus discursos, una condición sine qua non para evitar el desastre más absoluto. De nuevo se ven personalidades mesiánicas, discursos pomposos y promesas de un mejor por venir. ¿Elegirá Argentina estudiando rigurosamente su pasado, o utilizará el mismo como atadura para el presente?
[1] Estimación realizada por el Proyecto Maddison, que situaba a Argentina entre los países más ricos a inicios del siglo XX. Publicado en la BBC- 19 de octubre de 2023.
[2] “¿Hipólito Yrigoyen fue populista, como dijo Macri?”- Publicado en Infobae- 7 de junio 2022.
[3] Historia Constitucional Argentina- Los Gobiernos Radicales- Publicado en argentinahistorica.com
Ver también
Maradona, el asado y la libertad. (Alfredo Reguera).
No más peronismo. (Mateo Rosales).
Sí hay mal que cien años dure. (Antonio José Chinchetru).
La libertad desordenada de Argentina. (Marcos Falcone).
3 Comentarios
Julián Marías (1914-2005): Recuerdo por parte de Alfonso Vasallo, El Mundo, 2014:
https://www.elmundo.es/cultura/2014/06/16/539e0fe922601d4a1e8b4578.html
» Marías califica la Transición (española) de «ejemplo de genialidad histórica», pero advierte del peligro de que la política invada la esfera de la vida privada y de que la vía democrática se convierta en una excusa para ocupar los resortes de poder, en alusión al PSOE de Felipe González. Al respecto, fueron muy significativos una serie de artículos: Libertad en regresión, La legalidad nacionalsocialista o Desaliento, donde traza un balance negativo sobre 10 años de felipismo (¿peronismo?). Una de las razones de su crítica al PSOE fue la ley despenalizadora del aborto, de 1985, por entender que amenazaba el más básico de los derechos.
El pensador también tuvo una breve actuación política: en el año 1977 fue designado senador por el Rey y participó en la discusión sobre el proyecto de Constitución. Entusiasmado con la figura de Don Juan Carlos y con la institución de la Monarquía como mejor solución para la España después de Franco, Marías tenía, no obstante, prevención a la configuración de los partidos políticos: estaba «descontento con la ley electoral». Siempre criticaría la listas cerradas y bloqueadas, «un factor de despersonalización e irresponsabilidad», como subraya el historiador Manuel Álvarez Tardío.
Cuando Suárez disolvió las Cortes en 1979 y convocó nuevas elecciones, Marías sintió liberación al dejar de ser senador. Desde entonces, y hasta el final de su vida, el pensador se concentró en su tarea intelectual y académica. «
Sobre la caída de Roma (y de los EE.UU.), debido a la sustitución de la ‘rule of law’ por la arbitraria ‘rule of man’ y los burócratas, junto con la utilización del lenguaje mediante una retórica binaria como herramienta para «dividir» (y vencer) a la sociedad (con reverberaciones al caso de la España actual o la historia de Argentina):
— Matt Wolfson «Trading Constitutionalism for Bureaucracy»: https://lawliberty.org/trading-constitutionalism-for-bureaucracy/
También estos dos artículos de Law & Liberty ( https://lawliberty.org/ ) con referencias a Hayek y Mises:
— Paul Mueller «Apology for a Rules-Based Order»: https://lawliberty.org/apology-for-a-rules-based-order/
— Juliana Geron Pilon «Classical, New, or Conservative Liberalism?»: https://lawliberty.org/classic/classical-new-or-conservative-liberalism/
Teoría e historia. Mi RESUMEN del artículo (basado en la teoría económica, y las consecuencias –tanto las directas e inmediatas como las inducidas tras verse los resultados contraproducentes: nueva escalada coactiva– de la intervención coactiva en el mercado; referencia: Ludwig von Mises «Interventionism: An Economic Analysis»: https://mises.org/library/interventionism-economic-analysis ):
» [A]l llegar Hipólito Yrigoyen de la mano de la Unión Cívica Radical (UCR) al poder, él mismo se comprometió a ‘devolver’ la economía a los argentinos. Dijo, incluso: “El estado corrige la desigualdad en la órbita de sus facultades.” ¿Suena conocido?
El presidente FIJÓ PRECIOS y REGULÓ DE MANERA AGRESIVA muchas industrias; ferrocarriles, energía y petróleo. Inicialmente, los resultados fueron buenos (tomando en cuenta que la realidad global giraba en torno a la Primera Guerra Mundial). Sin embargo, su sucesor y compañero de partido, Marcelo T. de Alvear, fue más allá. Desató las radicales ganas de utilizar al Estado como aquel benefactor que podía transformar a la sociedad en su totalidad.
Una fiesta nacionalista: «La deuda pública total aumentó un 50 por ciento. Para un país en expansión, no se trataba de un aumento insostenible, pero sí era preocupante que la inclinación al déficit se acentuara con los años. En 1927 el déficit fiscal fue el más alto de los registrados hasta entonces.» Esto era la tormenta perfecta para que cuando llegase una crisis mundial como la de 1929, el país no pudiera responder con efectividad.
La factura del nacionalismo económico: Pero las CRISIS siempre llegan y Argentina no había ahorrado exactamente en sus años de bonanza. Con una disminución sustancial en el número de exportaciones (una pérdida de más del 40% del poder de compra de estas), se produjo un descenso en las reservas de oro de un 60% en un año y la balanza de pagos se desequilibró significativamente. Ante esta realidad (resultado de un shock internacional con un desorden en las políticas macroeconómicas nacionales), el gobernante no supo responder y un golpe de estado acabaría con su presidencia en 1930.
¿Esto quiere decir que Yrigoyen fue un pésimo presidente que se encargó junto con la UCR de destruir la economía argentina? No exactamente. No se pueden obviar el efecto de shocks externos como la Primera Guerra Mundial, en su primer mandato, y el Crack del 29, en su segundo. El problema del primer presidente radical fue utilizar la incipiente democracia universal argentina como arma personal para crecer en popularidad. Le hizo creer a la gente que los incrementos en el bienestar general ocurrían gracias al Estado, es decir, gracias a él… cual Luis XIV. Eso es el antídoto perfecto para asestar un GOLPE LETAL a una democracia liberal: SUSTITUYE AL INDIVIDUO y sus facultades decisorias POR la voluntad de un líder y sus BURÓCRATAS.
¿Cuál fue [la] RECETA? Personalismo, [intervencionismo, incluyendo] aumento en el gasto y nacionalización. Con “buenos” resultados por un tiempo breve y crisis económica posterior (que acabó en otro golpe de estado). He aquí, la continuación de un patrón destructivo. «