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La política ateniense (V): el sistema impositivo

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Los impuestos directos no estaban demasiado desarrollados en la Grecia clásica. Podríamos diferenciar dos tipos de imposiciones principales. En primer lugar, existía el gravamen de la eisphorá, que en griego significa “pago” o “contribución”. La eisphorá era un impuesto que se recaudaba normalmente por cuestiones bélicas, se utilizaba para financiar guerras. Tenemos constancia de que este impuesto se recaudó por primera vez en el 428 a.C. Según Tucídides en su obra Historia de la Guerra del Peloponeso, los atenienses pagaron un impuesto de doscientos talentos.

Posteriormente, este impuesto extraordinario se convirtió en una institución. No todos los ciudadanos eran imponibles, ya que había que tener un capital determinado. Hay debate sobre quiénes pagaban la eisphorá. Se calcula que en torno a 1.200 personas, aunque otros autores aumentan esta cifra hasta 2.000 e incluso 6.000, por lo que también podrían pagarlo algunos ciudadanos sin demasiados recursos. Según la clasificación poblacional de Solón, los thetes, los últimos de la escala, no eran imponibles. La clase por encima de los thetes eran los zeugitas, para lo cual era necesario tener una renta mínima de 150 dracmas y una fortuna de 2.500 dracmas. Es posible que este fuera el umbral mínimo para contribuir con la eisphorá.

Sinmorías y liturgias

Esta contribución fue remodelándose tras el final de la Guerra del Peloponeso, ya que la clasificación poblacional de Solón se fue diluyendo cada vez más. Estas contribuciones se fueron haciendo cada vez más costosas de pagar, por lo que se creó las llamadas sinmorías. Eran agrupaciones de una docena de ciudadanos que hacían frente al pago de manera común. El capital común de cada una de las sinmorías debía ser equivalente para que ninguna de ellas tuviera más dificultades para contribuir.

El segundo servicio público esencial dentro de la sociedad ateniense eran las liturgias. Eran contribuciones obligatorias para los ciudadanos más ricos de la ciudad, aunque en muchas ocasiones lo hacían de manera voluntaria. El ciudadano rico buscaba con esto un reconocimiento social, que el demos lo viera como un ciudadano que se preocupaba por el bien público, una actitud que fue decayendo hacia finales del S. IV a.C frente al evergetismo de época romana.

Existían dos tipos fundamentales de liturgias, las civiles y las militares. Las liturgias civiles o agonísticas eran de diferente tipología. Existía la gimnasiarquía, que era la financiación de un gimnasio, o también la corregía, que financiaba la educación de los miembros del coro en un teatro. Como vemos, se dedicaban a financiar actos públicos que tienen una gran importancia en la sociedad ateniense. Por otro lado, estaban las liturgias militares, la más importante, sin duda, era la trierarquía. Consistía en la financiación completa de un trirreme durante un año, por lo que sustentaba la base del poderío naval ateniense.

Trierarquías

Los liturgos eran designados por los magistrados, de los que ya hablamos en un capítulo anterior. En una primera instancia se pedían voluntarios, y posteriormente se nombraban algunos de los candidatos que se consideraban más idóneos. La elección del liturgo dependía enteramente del capital con el que contaba, los ciudadanos que tuvieran un patrimonio de diez talentos entraban directamente en la “clase litúrgica”.

La horquilla de ciudadanos que podía formar parte de esta “clase” es bastante amplia, pero se encontraría entre 300 y 2.000 ciudadanos. Las sumas de las liturgias variaban dependiendo de la tipología, pero las trierarquías eran muy cuantiosas, incluso para los ciudadanos más ricos. Demóstenes en uno de sus textos menciona que los trierarcas se gastaban un talento (6.000 dracmas) en el desempeño de una liturgia.

Antídosis

Por último, mencionaremos la antídosis, el mecanismo por el cual un ciudadano podía quedar exento de pagar una liturgia. El procedimiento era el siguiente, imaginemos que los magistrados nombran al ciudadano A para que se haga cargo de una liturgia, si el ciudadano A quiere intentar librarse de la liturgia puede acusar a un ciudadano B de tener un capital mayor que él. El ciudadano B tiene tres opciones, una es aceptar la liturgia, la segunda es comenzar un juicio con el ciudadano A y, en tercer lugar, aceptar un intercambio de fortunas, si el ciudadano B tiene constancia de que es menos rico que el ciudadano A, le propondrá un intercambio de fortunas, que de ser rechazado por el ciudadano A significará que éste es más rico, por lo tanto, tendrá que hacer frente a la liturgia.

Con este artículo terminamos la serie de la política ateniense, donde hemos repasado desde la estructura “ideológica” de la democracia, el sistema de gobierno o la justicia. Espero que estos cinco artículos hayan arrojado algo de luz a un tema tan apasionante como intrincado y que conforma los pilares de nuestra civilización.

Serie ‘La política ateniense’

(I) La deliberación

(II) Los órganos de gobierno

(III) Las magistraturas

(IV) La justicia

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