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Polavieja no comprendió a Mises; tampoco a Menger (I)

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[1] Este título tan provocador es solo una réplica jocosa al utilizado por Polavieja. No creo que haya pensado ni por un momento que Mises no comprendiera a Menger.

Según afirma Manuel Polavieja en su artículo titulado “Mises no comprendió a Menger” (publicado en cuatro partes), [1] [2] [3] [4] Bitcoin no ha tenido la acogida merecida en la Escuela Austriaca de Economía debido a los desaciertos de Mises. Polavieja analiza el encaje de Bitcoin con la teoría monetaria dominante en la tradición austriaca (la de Mises), y concluye que tiene un encaje bastante malo. Al igual que Polavieja, yo también soy un defensor de Bitcoin (de esos a los que llaman maximalistas), pero, estando de acuerdo con él en muchas cosas, solemos diferir en asuntos monetarios.

Desde mi punto de vista, la tibia acogida de Bitcoin dentro de la escuela austriaca se debería, por un lado, a una interpretación un tanto sesgada de algunas tesis de Mises (no a sus errores), y, por otro, a una airada reacción inicial contra Bitcoin por parte de muchos de los defensores tradicionales del oro como el mejor dinero fuerte. Esta reacción puede venir provocada, en parte, por el hecho de que muchos partidarios de Bitcoin pretenden ingenuamente que Bitcoin fue un medio de intercambio desde el día de su nacimiento o, incluso, dinero. Pero tal cosa simplemente no es posible, pues tanto el dinero, en particular, como los medios de intercambio, en general, son instituciones sociales. En la actualidad y desde un punto de vista económico-científico, Bitcoin es un medio de intercambio, aunque todavía no es un medio de intercambio común y generalmente aceptado, es decir, todavía no es dinero.

En mi opinión, no hay duda de que el oro ha sido el dinero más sólido que se ha conocido hasta la fecha. Sin embargo, esto no legitima a los defensores del oro para criticar a Bitcoin. Antes de poder realizar una crítica solvente es necesario llevar a cabo un arduo trabajo de investigación de este fenómeno monetario tan novedoso y complejo. No importa lo versado que se esté en la teoría monetaria, si no se realiza un estudio en profundidad de Bitcoin, no es posible efectuar una crítica mínimamente razonable. En este sentido, es bastante habitual escuchar solemnes declaraciones de prestigiosos economistas que son puros despropósitos. Por supuesto, no me estoy refiriendo a los fundamentos teóricos de sus interpretaciones ni tampoco al acierto o no de sus previsiones, me estoy refiriendo a que tales pronunciamientos dejan entrever su total desconocimiento respecto a qué es y cómo funciona Bitcoin. Y en esas condiciones no tiene ningún sentido hacer tales declaraciones.

En mi caso particular, llevo ya un tiempo realizando el necesario trabajo de investigación. Y, como le sucede a todo aquel que cae en la madriguera de Bitcoin, soy plenamente consciente de las dificultades que entraña y de que parece no tener fin. No obstante, el estudio que ya he realizado me lleva a concluir que Bitcoin encaja perfectamente con la teoría monetaria de Mises, así como con la idea de dinero fuerte defendida mayoritariamente en la escuela. Por tanto, considero que según se vaya alcanzando una mejor comprensión de Bitcoin, esa entendible oposición inicial se irá convirtiendo paulatinamente, en una clara defensa. Como curiosidad, quiero añadir que nadie es más indicado para entender esa reacción defensiva y conservadora protagonizada por los defensores del oro que los propios defensores de Bitcoin, pues no hay fenómeno monetario más conservador y reticente a los cambios que Bitcoin (aquellos que conocen el sistema y el medio ambiente bitcoiner sabrán perfectamente de qué estoy hablando). Con la intención de contribuir, en la medida de mis posibilidades, a una mejor comprensión de Bitcoin dentro de la escuela, estoy desarrollando una tesis doctoral en la URJC que llevará por título: “Bitcoin como dinero fuerte en potencia: una interpretación de Bitcoin a la luz de la Escuela Austriaca de Economía”.

En el presente artículo realizaré, en primer lugar, una réplica muy general a los planteamientos de Polavieja respecto a la teoría de la mercancía de Menger, planteamientos con los que parece querer separar las teorías monetarias de Mises y Menger, e incluso mostrarlas como incompatibles. En segundo lugar, discreparé de su consideración de Bitcoin como medio de cambio puro desde que se inventó. Y, en tercer lugar, comentaré brevemente el modo en que Polavieja entiende el dinero, contrastándolo con las enseñanzas que nos legó Mises, en especial a través de su teorema de la regresión. Respecto a estos asuntos decir que no he considerado necesario ser exhaustivo en el análisis, por lo tanto, en lugar de criticar literalmente aquello que no comparto, analizaré de forma general lo que Polavieja trata de transmitirnos en sus artículos (o, al menos, lo que yo he entendido). Por último, solo añadir que hay varias cuestiones que plantea Polavieja en esta serie de artículos que no voy a tratar aquí, pero que son también muy interesantes. Estas cuestiones las he analizado críticamente de forma independiente y figuran ya como parte de mi tesis. Una de ellas gira alrededor de la idea de un bien que nace para satisfacer la liquidez. Otra trata acerca de las utilidades apreciadas en Bitcoin antes de convertirse en medio de intercambio (estas utilidades implican, como es obvio, que Bitcoin no nace como medio de intercambio). Y una tercera analiza una idea defendida por Polavieja según la cual la necesidad de intercambiar sería una necesidad como otra cualquiera. El hecho de que me refiera a estos trabajos que todavía no han sido publicados únicamente tiene como objetivo dejar constancia de que también he analizado con interés otros argumentos de Polavieja que considero igualmente cuestionables.

Antes de comenzar con la exposición del artículo, me gustaría dejar aquí una reflexión general acerca de la escuela austriaca y de Menger. La Escuela Austriaca de Economía no es una escuela revelada por la palabra de Menger. Es una escuela de pensamiento económico que surge y se desarrolla a partir de los planteamientos de Menger (básicamente, a partir de su teoría subjetiva del valor y de la utilidad marginal que van inseparablemente unidas a una concepción subjetivista de la acción humana).[5] Es decir, la palabra de Menger no es sagrada. Menger, como todo científico, tuvo aciertos y cometió errores. Obviamente, los austriacos consideramos más importantes sus aciertos, de ahí que creara escuela. La escuela austriaca se construye sobre los cimientos establecidos por Menger, de eso no hay duda, pero los economistas austriacos han hecho siempre gala de un gran espíritu crítico, corrigiendo los errores detectados en sus antecesores y ampliando, poco a poco, el alcance de las teorías económicas de la escuela. No es extraño, por tanto, que Menger fuera criticado por su discípulo Mises en aquello que le pareció conveniente y Mises fuera criticado por su discípulo Rothbard en aquello que estimó oportuno. Esto quiere decir que la EA es una escuela que está viva y evoluciona, una escuela que no está sujeta al pasado ni anclada a las palabras del que es considerado como su fundador. De lo contrario, no sería una escuela, sería un culto.

Esta reflexión va dirigida, especialmente, a aquellos que continuamente buscan y rebuscan, citan y recitan las palabras de Menger. Pero, más allá de esa reflexión, que no pretende cuestionar de ningún modo el hecho de que se profundice en el estudio de Menger, sí que me gustaría criticar abiertamente (y en esto no debe darse por aludido Manuel Polavieja) el hecho de que algunos supuestos partidarios de las ideas de Menger recurran una y otra vez a la literalidad de sus palabras cuando parecen coincidir con las teorías monetarias que defienden y, sin embargo, las obvien cuando sucede lo contrario. En tal caso, es evidente que no estarían buscando honestamente la verdad, sino que estarían actuando como simples propagandistas de otras causas.[6]

Sobre el concepto de mercancía de Menger

Como bien explica Polavieja, el concepto de mercancía de Menger se refiere a todos aquellos bienes destinados al intercambio. Es decir, si no están destinados al intercambio, los bienes económicos no serían mercancías, por tanto, “el carácter de mercancía no es una propiedad intrínseca del bien en cuestión, sino solo una especial relación de la misma hacia aquella persona que dispone de ella”.[7] En cuanto el propietario de la mercancía abandona su intención de intercambiarla, en ese mismo momento deja de ser mercancía, pasando a ser un simple bien. La condición de mercancía sería una cuestión subjetiva que solo el propietario de cada bien puede establecer.

En los artículos que comienzo a analizar, Polavieja defiende que una mercancía es siempre un medio de cambio, atribuyéndole esta idea a Menger:

… para Menger lo que caracteriza a una mercancía es precisamente ser medio de cambio. Es decir, que no es necesario que tenga otros usos distintos a ser medio de cambio.[8]

Manuel Polavieja.

Esto, en mi opinión, es una interpretación de Polavieja que no se encuentra de ningún modo en la teoría de la mercancía de Menger y que puede llevar a graves confusiones. Si toda mercancía (bien destinado al intercambio) fuera un medio de intercambio, entonces la categoría medio de intercambio dejaría de tener sentido y se perdería su valor explicativo. Por ejemplo, si interpretáramos el concepto de mercancía como lo hace Polavieja, el análisis histórico-evolutivo de Menger acerca del surgimiento de los medios de intercambio y del dinero sería absurdo, puesto que no habría nada que explicar.

Menger en ningún caso afirma que toda mercancía sea un medio de cambio, sino que su esencia es estar destinada al intercambio. La diferencia es muy simple, pues destinar bienes al intercambio no es equivalente a usarlos como medio de intercambio. “El cambio indirecto se distingue del cambio directo según se emplee o no un medio”.[9] Cuando una persona va a un mercado en el que se efectúa el trueque, lleva sus mercancías (bienes destinados al intercambio) para cambiarlas directamente por los bienes que necesita. El gran cambio en el comercio, que soluciona las limitaciones del trueque, tiene lugar gracias al descubrimiento paulatino del intercambio indirecto. Un descubrimiento que es inseparable del reconocimiento de que determinados bienes pueden funcionar como medios de intercambio gracias a su gran comerciabilidad (i. e., gracias a que son muy aceptados en el intercambio). Esto quiere decir que el medio de intercambio no es la mercancía que uno lleva al mercado dispuesto a cambiarla directamente por aquello que necesita, sino aquel bien intermedio que se ve obligado a comprar si quiere realmente llegar a obtener lo que necesita. Por tanto, todo medio de intercambio sería una mercancía (bien destinado al intercambio, en el sentido de Menger), pero no toda mercancía sería un medio de intercambio.

Evidentemente, el uso de un proceso indirecto tan contraintuitivo (adquirir determinados bienes que no se necesitan como el método más rápido y efectivo para conseguir aquellos que se necesitan) es imposible que se propagara por la sociedad de un día para otro. Cuando solo existía el trueque, pero el comercio ya progresaba en mercados organizados a tal efecto, la gente era plenamente consciente de que algunos bienes se vendían mejor que otros. Sin embargo, solo aquellas personas más perspicaces pudieron darse cuenta de que recurriendo al intercambio indirecto, “es decir, cediendo sus mercancías menos negociables a cambio de otras que lo son más”,[10] podían conseguir más fácilmente los bienes que realmente necesitaban. Fue el éxito de todo aquel que utilizó este sistema lo que contribuyó a que, con el tiempo, en todo el mundo se acostumbrara a utilizar como medio de intercambio las mercancías más negociables.

Los medios de cambio, en su origen, nacieron y luego se convirtieron, por progresiva imitación, en medios de uso general, no por ley o convención, sino por costumbre, o sea a través de las acciones convergentes, en cuanto correspondientes a impulsos y proyectos intelectuales semejantes, de individuos que vivían juntos en sociedad. Es decir, como resultado no intencionado de aspiraciones específicamente individuales de los miembros de la sociedad…[11]

Carl Menger

Todo esto es explicado perfectamente por Menger, en el primer capítulo de su libro El dinero, especialmente en el epígrafe titulado “El nacimiento de los medios de intercambio” (pp. 86-93), donde también explica que el concepto de dinero surge solo después de que alguna mercancía de óptima negociabilidad fuera aceptada de forma generalizada como intermediaria de los intercambios.

Por otro lado, en Principios de Economía Política, Menger deja meridianamente claro que “con la alusión genérica al dinero como «mercancía» no se avanza ni un solo paso en el intento de explicar la posición peculiar del dinero en el círculo de las mercancías.[12] Por ello, considero que la teoría de la mercancía de Menger no ha tenido ni tiene excesivo recorrido.

Una vez que he sostenido que Menger en ningún caso afirma que toda mercancía sea un medio de cambio, tengo que decir que, además, tampoco da a entender (como interpreta Polavieja) que no sea necesario que una mercancía tenga otros usos distintos a ser medio de cambio. De hecho, se podría interpretar todo lo contrario al leer el siguiente párrafo de Menger referido al dinero (la mercancía por antonomasia):

… no pocas veces y debido a la comodidad que significa nuestro mecanismo de intercambio internacional, desaparece del campo de la conciencia de los agentes económicos el carácter del dinero como metal útil y que, como ulterior consecuencia de esta circunstancia, solo se tiene ya en cuenta su carácter de medio de intercambio. La fuerza de la costumbre es tal que asegura al dinero su capacidad de intercambio, incluso cuando ya no se tiene inmediatamente en cuenta su carácter de metal útil. Esta observación es del todo correcta. Pero no es menos claro que desaparecería rápidamente la capacidad de intercambio del dinero, a una con la costumbre sobre la que se fundamenta, si, por la razón que fuere, el dinero perdiera su característica de metal útil.[13]

Carl Menger

Este párrafo se refiere a una observación de Oppenheim en Die Natur des Geldes (1855) y, se comparta o no la última afirmación de Menger, nos da motivos suficientes para pensar que tal vez Polavieja no esté acertado cuando interpreta que según Menger no sería necesario que una mercancía tuviera otros usos distintos a ser medio de cambio.

Lo mismo podemos pensar cuando Menger dice que las mercancías de óptima negociabilidad son “aquellos bienes disponibles en cantidad limitada pero universalmente necesarios y deseados, para los cuales suele existir constantemente en el mercado una demanda explícita relativamente amplia, pero no satisfecha, por parte de las personas dotadas de capacidad de cambio”.[14]

Y, una vez más, podemos interpretar que Menger considera que las mercancías tienen siempre otro uso distinto a ser medio de intercambio cuando dice que “las mercancías que, por condiciones históricas y geográficas, son más negociables, además de ser empleadas para fines útiles, asumen al mismo tiempo la función de medios de cambio de uso general.”[15]

Pero volvamos a esa pretensión de Polavieja de equiparar mercancía (bien destinado al intercambio, según Menger) con medio de cambio y veámosla ahora a través de un ejemplo aún más clarificador. Supongamos que un criador de pollos que está harto de comer pollo solo tiene pollo a su disposición, cuando en realidad quiere comer pescado, y que su vecino pescador solo tiene sardinas, cuando en realidad quiere comer pollo. Supongamos ahora que se enteran casualmente de tales circunstancias, por lo que deciden intercambiar sus productos. En ese momento, el pollo sería una mercancía para el criador de pollos y un bien de consumo para el pescador. Las sardinas, por su parte, serían una mercancía para el pescador y un bien de consumo para el criador de pollos. Y, sin embargo, en ese trueque no intervendría ningún medio de intercambio, puesto que el cambio efectuado sería directo, un pollo por un kilo de sardinas. Por tanto, tenemos que una mercancía (un bien destinado al intercambio) puede ser utilizada directamente en el trueque, en cuyo caso no sería un medio de intercambio. Si en lugar de efectuar dicho cambio, el criador de pollos decidiera pagar diez euros a su vecino por un kilo de sardinas, es obvio que, entonces sí, estaría utilizando un medio de intercambio para conseguir el pescado que quería comer. Pero supongamos que el pescador ya no acepta esos papeluchos (los billetes) y, además, se ha cansado de comer pollo. Es un poco caprichoso y ahora lo único que admite a cambio de un kilo de sus sardinas es un conejo. Así las cosas, si el criador de pollos quisiera conseguir las sardinas, se vería obligado a hacerse con un conejo, no para consumirlo, sino para ofrecérselo a su vecino en el intercambio. En ese momento, el conejo sería una mercancía para el criador de pollos (una mercancía que estaría utilizando como medio de intercambio). Para el pescador, sin embargo, el conejo seguiría siendo únicamente un bien de consumo. Por tanto, tenemos que una mercancía (un bien destinado al intercambio) puede ser utilizada también como medio de intercambio. No obstante, el hecho de que el criador de pollos utilice el conejo como medio de intercambio, no convierte a los conejos en medios de intercambio (al igual que Bitcoin no se convirtió ipso facto en medio de intercambio el día que Laszlo Hanyecz compró dos pizzas con 10 000 bitcoins). La categoría económica de medio de intercambio requiere mucho más que una mera decisión puntual. Nótese la diferencia entre el pago con euros (utilizados como medio de intercambio por el criador de pollos, por el pescador y por muchas otras personas) y el pago con un conejo (solo utilizado circunstancialmente como medio de intercambio por el criador de pollos).

Los individuos adquieren un cierto bien no para consumirlo ni para dedicarlo a ulterior producción, sino pensando que en el futuro se desprenderán del mismo para realizar un nuevo acto de intercambio. Cuando la gente procede así con respecto a determinado bien, este adquiere la categoría de medio de intercambio, y tan pronto comienza a ser comúnmente utilizado como tal, se transforma en dinero.[16]

Ludwig von Mises

Obviamente, no existe un criterio muy preciso para decidir cuándo un bien o una mercancía se convierten en medio de intercambio. De ahí las típicas discusiones del año 2013 acerca de si Bitcoin se había convertido o no en tal medio de intercambio. En realidad, esta es una cuestión de comprensión histórica que compete a los historiadores de la economía (analizar cuándo determinado bien se convirtió en medio de intercambio o en qué momento/época se generalizó su uso y se convirtió en dinero). Pero aunque el momento en que un bien se convierte en medio de intercambio es impreciso, hay dos cuestiones que son indudables. La primera es que ese momento no puede coincidir con el de su nacimiento, y la segunda, que no todos los bienes cuyos dueños deciden destinar al intercambio son medios de intercambio. Ya he explicado resumidamente lo referente a esta última cuestión, así que ahora puedo centrarme en la primera.

Sobre la consideración de Bitcoin como medio de cambio puro desde que se inventó.

Según algunas opiniones, Bitcoin demostraría que Mises estaba equivocado al afirmar que “ningún objeto puede comenzar a utilizarse como medio de intercambio si ya anteriormente no gozaba de la condición de bien económico y tenía por sí mismo valor de cambio previamente a su empleo como tal medio”.[17] Supuestamente, esto se debería a que Bitcoin era un medio de intercambio desde el momento de su nacimiento.

Desde mi punto de vista, estas opiniones son las equivocadas, no Mises. Bitcoin no nace como medio de intercambio por el simple motivo de que ningún bien puede nacer como medio de intercambio. Satoshi Nakamoto no creó dinero, ni creó un medio de intercambio, porque tal cosa no es posible. El surgimiento de un nuevo medio de intercambio o un nuevo dinero no depende de intenciones, decisiones o elecciones particulares. El creador/descubridor de Bitcoin concibió un sistema genial, con unas características que lo podían llevar a convertirse en medio de intercambio y, más tarde, tal vez en dinero. Pero el hecho de que con el paso del tiempo se llegaran a dar estas circunstancias no dependía ya de esta persona (o grupo de personas).

Bitcoin nació de la mano de Satoshi como idea, también nació gracias a él como cosa. Más tarde se convertiría en un bien económico. Sin embargo, el paso clave, el más esperado por el propio Satoshi, que no era otro que la conversión de Bitcoin en medio de intercambio, es absolutamente independiente del creador/descubridor de la idea inicial. Evidentemente, si el hecho de que un bien se convierta en medio de intercambio simplemente dependiera de la intención de sus creadores, otros intentos similares que han tenido lugar en el pasado habrían resultado exitosos. La realidad es que nadie puede crear medios de intercambio ni crear dinero, porque estos se instituyen socialmente. Es la pluralidad de personas que actúa en el mercado la que convierte un bien económico en medio de intercambio cuando decide usarlo como tal, y en dinero cuando ese uso se generaliza. Y es igualmente esa pluralidad de personas que utiliza determinado medio de intercambio/dinero la que puede hacer que ese bien económico deje de funcionar como tal. Tanto los medios de intercambio, en general, como el dinero, en particular, son una institución social. Y esta idea la podemos sostener coherentemente gracias a la teoría histórico-evolutiva del dinero de Menger. Por tanto, persisten las contradicciones entre los argumentos de Polavieja y la teoría de Menger.

Si en lugar de considerar este asunto desde la teoría de las instituciones sociales de Menger, lo hacemos a partir de su concepto de bien, encontraremos a Polavieja de nuevo en dificultades. En efecto, la definición de bien de Menger y su explicación de cómo surgen los medios de intercambio no son compatibles con la afirmación de Polavieja de que “Bitcoin es un medio de cambio ‘puro’ desde que se inventó”. Según Menger, para que una cosa sea considerada un bien, debe darse, en primer lugar, la existencia (o anticipación) de una necesidad humana; en segundo lugar, que la cosa tenga cualidades que la capaciten para mantener una relación causal con la satisfacción de dicha necesidad; en tercer lugar, que se conozca esta última posibilidad; y, en cuarto lugar, que el ser humano tenga poder de disposición sobre la cosa y la pueda utilizar para satisfacer su necesidad.

Desde este punto de vista, en el momento en el que nació Bitcoin se cumplía la primera, la segunda, la tercera e incluso, la primera parte de la cuarta condición, pero las dudas surgen respecto a la segunda parte de esa cuarta condición. En mi opinión, la necesidad que logra satisfacer Satoshi Nakamoto una vez que surge con éxito el genesis block de Bitcoin (3 de enero de 2009) era una necesidad de tipo intelectual[18] que comenzó su andadura tiempo atrás y que fue conocida cuando presentó el white paper de Bitcoin (octubre de 2008). A partir del genesis block Bitcoin deja de ser una idea y pasa a tener existencia real, constatable por el hecho de que cada diez minutos se “mina” exitosamente un nuevo bloque y el sistema adjudica 50 bitcoins al minero correspondiente. La existencia de esos bitcoins y el buen funcionamiento del sistema (aunque todavía muy rudimentario) refuerzan la satisfacción intelectual de Satoshi Nakamoto.[19] Por este motivo, se puede considerar a Bitcoin como un bien desde el punto de vista de Menger.

Sin embargo, analicemos las condiciones establecidas por Menger pensando en la afirmación de Polavieja de que Bitcoin es un medio de cambio “puro” desde que se inventó. Desde este punto de vista, se puede afirmar rotundamente que, en el momento en el que nació Bitcoin, se incumplía la segunda parte de la cuarta condición de Menger. Satoshi, aun teniendo poder de disposición sobre sus bitcoins, todavía no los podía utilizar para satisfacer sus necesidades, puesto que todavía no eran aceptados en el intercambio. Por tanto, en ese momento inicial, Bitcoin no se ajustaba a todas las exigencias de Menger para que pudiera ser considerado un bien de tipo monetario (un medio de intercambio).

Bitcoin tuvo que evolucionar mucho desde su surgimiento (idea, cosa, bien, bien muy comercializable…) hasta lograr alcanzar la condición de medio de intercambio. En ese camino que lleva transitando Bitcoin, queda aún por recorrer la parte más difícil, la de convertirse en medio de intercambio común y generalmente aceptado, es decir, en dinero. Desde los criterios de la Escuela Austriaca de Economía, es posible afirmar que Bitcoin no es todavía dinero, puesto que su uso aún no se ha generalizado, pero dado que es un medio de intercambio no existe ningún impedimento teórico para que pueda llegar a convertirse en dinero en el futuro. Esta circunstancia solo depende ya de su aceptación generalizada por parte de los usuarios.

Dicho esto, retomo de nuevo el asunto principal de este apartado para decir que, en realidad, Polavieja reconoce inconscientemente que Bitcoin no fue un medio de cambio desde que se inventó. Lo hace cuando, en referencia a la utilidad de Bitcoin como intermediario de los intercambios, afirma que “la mera esperanza de que tal utilidad se materialice lo hace valioso desde el primer instante”. Y así es, desde el primer instante Bitcoin era valioso para Satoshi, era valioso para “Hal” Finney, y era valioso para cualquiera que así lo considerara. Pero ese valor no procedía de una utilidad monetaria que, como reconoce Polavieja, en esos momentos era una “mera esperanza” todavía sin materializar.

Hasta el momento en que Bitcoin logra convertirse en un medio de intercambio, su valoración se realiza conforme a los postulados de la teoría subjetiva del valor, como sucede con cualquier otro bien.[20] Satoshi valora Bitcoin porque lo valora, no se necesitan más explicaciones, puesto que es una valoración subjetiva que no podemos conocer. Y lo mismo sucede con el resto de personas que valoraban Bitcoin desde sus inicios. Todo lo que podemos decir al respecto es que esa valoración existía, pues es una preferencia demostrada[21] con los hechos, pero en ningún caso podemos conocer los verdaderos motivos que la sustentaban (estos motivos son subjetivos y como mucho pueden ser intuidos, deducidos de las palabras de sus protagonistas o interpretados por el escrutinio de los historiadores). Por supuesto, todo esto demuestra que el teorema de la regresión[22] de Mises recoge perfectamente el surgimiento de Bitcoin, pues antes de convertirse en medio de intercambio ya era valorado por utilidades no monetarias.

Sobre el teorema de la regresión

En referencia a la utilidad del dinero, Mises sostiene que “al revés que las mercancías, el dinero nunca puede usarse a menos que posea un objetivo valor de cambio o poder de compra. … Siempre que el dinero es valorado por alguien es porque se supone que posee cierto poder adquisitivo”.[23] Polavieja, sin embargo, cree que el dinero puede tener utilidad sin necesidad de que se le suponga determinado poder adquisitivo (al menos eso es lo que entiendo cuando dice que lo peor de Mises es requerir que el dinero tenga poder adquisitivo antes de ser útil como dinero).

Polavieja sostiene que el valor de los medios de cambio (incluido el dinero) “deriva del valor añadido que proporcionan los intercambios que dichos medios facilitan”. Evidentemente, es difícil negar que el valor subjetivo de los medios de cambio derive de su utilidad para el intercambio y de los beneficios que cada uno crea que va a obtener con su empleo. Pero hay algo que no dice Polavieja y que está siempre implícito en los intercambios indirectos. Por un lado, que los valiosos servicios monetarios que proporciona el dinero van siempre unidos a la demanda de dinero. Si no hubiera demanda de dinero, no existirían tales servicios, puesto que no se encontraría con quién intercambiar el dinero. Y, por otro lado, que esta demanda es provocada por el poder adquisitivo del dinero. Un bien solo se usa como medio de intercambio si tiene poder de cambio (el poder adquisitivo es una suposición imprescindiblepara que un bien tenga demanda como medio de intercambio). Como consecuencia, la idea de Polavieja no sirve por sí sola para explicar de dónde proviene el valor del dinero/MoE,[24] pues esta idea le conduciría ineludiblemente hacia un razonamiento circular como el siguiente: la gente demanda dinero porque produce un valor añadido, y produce un valor añadido porque la gente lo demanda.[25] Es decir, si la gente no demandara dinero, no se podría producir ese valor añadido. Y si no se produjera ese valor añadido, no lo demandaría. El razonamiento circular es indiscutible. Sin embargo, no sucede lo mismo con los bienes que no son dinero/MoE: la gente demanda un bien (no monetario) por su utilidad, pero su utilidad no se debe a que la gente lo demande. Hay una clara diferencia entre el dinero/MoE y el resto de bienes. Como resultará obvio, el razonamiento circular en el que inevitablemente cae Polavieja conduce finalmente al mismo razonamiento circular que impedía a los economistas considerar que la teoría subjetiva del valor y la ley de la utilidad marginal eran aplicables también al dinero, es decir, al siguiente razonamiento: El poder adquisitivo del dinero es explicado por su demanda. Y la demanda de dinero es explicada por su poder adquisitivo. Otra forma de decirlo, que tal vez se entienda mejor, sería la siguiente: Se pueden comprar cosas con dinero porque la gente quiere dinero. Y la gente quiere dinero porque se pueden comprar cosas con dinero. Los problemas que planteaba un razonamiento de este tipo, en el que dos circunstancias se explican una a la otra recíprocamente, quedando en realidad ambas sin explicación, no pudieron resolverse hasta que Mises ofreció al mundo su teorema de la regresión.

Llegados a este punto, los lectores se pueden estar preguntando que, si el círculo vicioso ya fue resuelto por Mises, cuál es el problema con el razonamiento de Polavieja. Pues bien, el problema radica en que Polavieja no acepta la solución miseana. Se limita a explicar el valor del dinero basándose en el valor añadido que se produce en los intercambios que son facilitados por el dinero, olvidándose por completo de que sin demanda de dinero no hay intercambio y de que sin poder adquisitivo no hay demanda. Por tanto, Polavieja sigue encerrado en el razonamiento circular. Eso sí, en su caso, negando implícitamente la existencia de tal razonamiento circular. Polavieja cierra los ojos a tal circunstancia y simplemente considera que no es necesario dar una explicación especial del origen del valor del dinero, puesto que “el valor del dinero se explica igual que el de cualquier bien”.[26] Pero, siendo cierto que el valor del dinero se explica, en última instancia, por la teoría subjetiva del valor, como cualquier otro bien, sin embargo, son necesarias algunas aclaraciones intermedias, como el teorema de la regresión de Mises, para entender de dónde surge ese valor y cuáles son los determinantes de su poder adquisitivo.

Como creo que no procede entrar aquí en largas explicaciones sobre el teorema de la regresión, voy a dar por sentado que los lectores conocen cómo resolvió Mises el razonamiento circular y, también, la supuesta regresión infinita. Por ello, lo único que voy a decir al respecto en estos momentos, es que, en última instancia, dicho teorema permitió aplicar al dinero la teoría subjetiva del valor y la ley de la utilidad marginal, haciendo que la teoría del dinero sea solo un caso particular dentro de estas otras teorías. En palabras de Mises, el teorema de la regresión

hace depender el específico valor de cambio de un medio de intercambio de su función como tal medio y de los mismos teoremas con que la teoría general cataláctica explica el proceso valorativo y la formación de los precios. Deduce un caso especial de la ilustración proporcionada por otra teoría más universal.[27]

Ludwig von Mises

En referencia al teorema de la regresión, me voy a referir a una de las últimas críticas que tuvo que afrontar Mises, la de aquellos que alegaban que la teoría del austriaco explicaba el valor de los intercambios facilitados por el dinero en función de los usos del bien que son anteriores al uso monetario, por lo que, en opinión de los críticos, el teorema no explicaba realmente el valor de los servicios monetarios. En este mismo sentido, Polavieja concluía su segundo artículo diciendo que “lo grave del teorema de regresión no es que sea innecesario, sino que es una demostración palmaria del fracaso de Mises en aplicar la teoría del valor subjetivo al dinero”. Respecto a estas críticas, decía Mises en La Acción Humana que

la parte del valor del dinero que procede de sus servicios como medio de intercambio queda plenamente justificada por esos servicios monetarios y la consecuente demanda que de ellos se produce.[28]

Ludwig von Mises

En esa misma línea, ya en un artículo de 1932 titulado “The Position of Money among Economic Goods”[29] y, en concreto, en un epígrafe dedicado a los servicios monetarios y el valor del dinero, decía Mises lo siguiente:

…algunos escritores niegan categóricamente que el servicio que brinda el dinero pueda generar valor. Desafortunadamente, no brindan una justificación de por qué los servicios monetarios deben ser diferentes de los servicios proporcionados por alimentos y ropa.[30] [Traducción propia]

Ludwig von Mises

Y las últimas palabras de Mises en ese mismo epígrafe eran las siguientes:

Todos los que negaron la capacidad de los servicios del dinero para determinar su valor de cambio no supieron reconocer que el único elemento decisivo es la demanda. El hecho de que exista una demanda de dinero —el bien más comerciable (más vendible), por el cual los propietarios de otros bienes están dispuestos a intercambiar— significa que la función monetaria es capaz de crear valor.[31] [Traducción propia]

Ludwig von Mises

El único motivo por el que cito aquí estos tres párrafos de Mises, es para mostrar que, en realidad, Polavieja coincide con el austriaco probablemente más de lo que le gustaría (especialmente en cuanto al valor de los servicios monetarios). Por tanto, es posible que, como reza el título de este artículo, Polavieja no haya entendido bien a Mises. Y, según se mostró en el caso de la teoría de la mercancía, es posible que tampoco haya entendido bien a Menger.


[1] Mises no comprendió a Menger | Instituto Juan de Mariana

[2] Mises no comprendió a Menger II | Instituto Juan de Mariana

[3] Mises no comprendió a Menger III | Instituto Juan de Mariana

[4] Mises no comprendió a Menger IV | Instituto Juan de Mariana

[5] Estos planteamientos de Menger están ciertamente influidos por otros economistas anteriores a él, principalmente por G. Hufeland, K. H. Rau, F. B.W. Hermann y W. Roscher, economistas alemanes de comienzos del siglo XIX. No obstante, el planteamiento de conjunto de Menger es único y revolucionario, y tuvo la fuerza necesaria para impulsar el surgimiento de una escuela económica. Sobre las influencias recibidas por Menger, puede leerse la presentación de Karl Milford (pp. 15-41) a la obra: Menger, Carl (1871) Principios de Economía Política. Madrid:Unión Editorial, 2019.

[6] Como no quiero que parezca que tiro la piedra y escondo la mano, tengo que decir que al escribir este párrafo estoy pensando en mi desagradable y repetida experiencia con Fernando Nieto en Twitter. De hecho, la última vez que traté de mostrarle a F. Nieto lo que yo entendía como incoherencias en sus planteamientos sobre Menger (y lo hice usando como hace él los propios textos de Menger), lo único que conseguí, finalmente, es que me llamara troll y no quisiera seguir escuchando mis argumentos. Estas fueron sus palabras: “You are a troll, so you go on mute”. Quede claro que no le doy a esto más importancia de la que tiene. Unas simples disculpas lo solucionarían. Lo que sí es cierto, y también quiero decirlo, es que nunca me ha sucedido algo similar con Polavieja, de quien tengo que reconocer que siempre procede con absoluta corrección.

[7] Menger, Carl (1871) Principios de Economía Política. Madrid:Unión Editorial, 2019, pp. 301-302

[8] https://juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/mises-no-comprendio-a-menger/

[9] Mises, Ludwig von (1912) La teoría del dinero y del crédito. Madrid: Unión Editorial, 1997, p. 4

[10] Menger, Carl (1892) El dinero. Madrid: Unión Editorial, 2013, p. 86

[11] Ídem, p. 93

[12] Menger, 1871, óp. cit., p. 303

[13] Ibídem, p. 326 (nota al pie). Esta nota de la edición en español aparece en el “Appendix J: History of Theories of the Origin of Money” de la versión en inglés: Menger, Carl (1871), Principles of Economics. Auburn, Alabama:Ludwig von Mises Institute, 2007, p. 320

[14] Menger, 1892, óp. cit., p. 87

[15] Ídem, p. 90

[16] Mises, Ludwig von (1949) La acción humana. Madrid: Unión Editorial, 2007, p. 489

[17] ídem, p. 511

[18] Respecto a la necesidad intelectual a la que me acabo de referir, debemos recordar que las necesidades son subjetivas y que, como dice Mises, “el rasgo típicamente humano estriba en que el hombre no sólo desea alimento, abrigo y ayuntamiento carnal, como el resto de los animales, sino que aspira además a otras satisfacciones. Experimentamos necesidades y apetencias típicamente humanas, que podemos calificar de «más elevadas» comparadas con los deseos comunes al hombre y a los demás mamíferos.” Mises, 1949, óp., cit., p. 25

[19] El hecho de que Satoshi Nakamoto nunca haya utilizado ni uno solo de los bitcoins que obtuvo a través del minado podría mostrar que su interés no era económico, sino intelectual y altruista.

[20] En realidad, la valoración de todos los bienes (incluido el dinero) se realiza siempre conforme a los postulados de la teoría subjetiva del valor, lo que sucede es que en el caso de los medios de intercambio fue necesaria la teoría del dinero desarrollada por Mises para entender los motivos por los que esto es así.

[21] Sobre el concepto de preferencia demostrada, véase el espléndido artículo: Rothbard, Murray N. (1956) Toward a Reconstruction of Utility and Welfare Economics. Mises Institute. <https://cdn.mises.org/Toward%20a%20Reconstruction%20of%20Utility%20and%20Welfare%20Economics_3.pdf> Web. [Consulta: 20 Nov. 2022]

[22] Durante el desarrollo de mi investigación, he analizado el teorema de la regresión en profundidad y desde distintos puntos de vista, ese análisis forma ya parte de mi futura tesis doctoral. Igualmente, he tratado sobre este asunto en un artículo titulado “La liquidez frente al teorema de la regresión del dinero: una crítica a J. R. Rallo”. Revista Procesos de Mercado, vol. 19, no. 1, Aug. 2022, pp. 63-96, que puede leerse en el siguiente enlace:

https://www.procesosdemercado.com/index.php/inicio/article/view/776

[23] Mises, 1912, óp. cit., pp. 72-73

[24] MoE = Means of exchange (medio de intercambio)

[25] Se ha simplificado para hacerlo más fácilmente entendible, pero cada vez que se cita el valor añadido debe entenderse la expresión completa que usa Polavieja: el valor añadido que proporcionan los intercambios que el dinero facilita.

[26] https://juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/mises-no-comprendio-a-menger-ii /

[27] Mises, 1949, óp. cit., p. 493

[28] Ídem, p. 492

[29] El artículo citado y otros muchos se encuentran recopilados en Mises, Ludwig von. Money, Method, and the Market Process : essays by Ludwig von Mises. Selected by Margit von Mises. United States of America: Kluwer Academic Publishers, 1990

[30] Mises, 1990, óp. cit., p. 57

[31] Ídem, p. 59

7 Comentarios

  1. La filosofía del intercambio de las monedas in circulation comparadas con el intercambio de bitcoins me deja en claro lo complicado que es o sería tener el bitcoins como moneda en circulación, puesto que solo aplicará para las nuevas generaciones y también agregaría la volatilidad del valor de bitcoins en los mercados actuales, What Happens to Bitcoin After All 21 Million Are Mined? Solo se utilizarán como transacciones “seguro se creará un nuevo systems “ muy interesante Felicitaciones Joel

    • Muchas gracias, Manuel. Lo he leído y también he leído la primera parte. Como siempre, muy interesantes tus apreciaciones. Aunque veo dificil que nos pongamos de acuerdo. Ya he comenzado a preparar mi réplica a tus argumentos.


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