Sobre el anarcocapitalismo (VII): lecturas para el verano de 2025

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Como siempre por estas fechas, no me resisto a recomendar algunos buenos libros para disfrutar del tiempo de ocio del que se acostumbra a disponer en estas fechas, y que seguro los lectores de estas páginas, acostumbrados a no conocer la palabra ocio, no desaprovecharán.

Primero, me gustaría comenzar por un libro editado hace años, cuando Unión Editorial estaba en sus comienzos, y que descubrí por casualidad en una librería de viejo. Se trata de Jean Saint-Geours, ¡Viva la sociedad de consumo! (Unión Editorial, Madrid, 1974). El autor fue un alto funcionario francés, con interés en la futurología científica y miembro del Club de Roma, y autor de libros sobre la alta función pública francesa.

En principio, su currículum no parece muy libertario, ni el título del libro muy atractivo para un crítico del consumismo como quien esto escribe, pero en este libro, muy criticado en su momento por autores como Alain de Benoist, se hace un elogio de algunos de los objetos materiales que han mejorado nuestra vida desde que el mundo occidental adoptó una economía capitalista de mercado. El cine, el automóvil o el ordenador se cuentan entre ellos y, sin duda, han mejorado la vida de muchos de nosotros, por lo que tampoco está de más dedicarles un homenaje, que rara vez se ha hecho. He afirmado en alguna ocasión que el verdadero materialismo, esto es, apreciar las cosas que nos rodean y nos facilitan la existencia, es el verdadero antídoto del consumismo. Este libro nos lo demuestra.

En la misma línea, si se quiere futurista, se encuentra el libro de Peter Drucker, La sociedad poscapitalista (Apóstrofe, Barcelona, 1993). Peter Drucker, a pesar de venir de un entorno cultural vienés, pues conoció de joven a Schumpeter, Mises o Hayek, que frecuentaban la casa de sus padres, no es muy citado entre nosotros, sino que es considerado una especie de experto en administración de empresas, que por supuesto también lo es.

Craso error, pues Drucker ha escrito con frecuencia sobre temas sociales y económicos en los que deja traslucir cuáles fueron sus influencias. Este es uno de esos libros, y espero en el futuro hacer referencia a algún otro más. Destaco dos puntos del futuro poscapitalista que predijo hace treinta años. El primero es el fracaso relativo de los grandes estados a la hora de cumplir los objetivos que prometen, y segundo, una deriva hacia la fragmentación política, que era menos visible hace treinta años que hoy, y hacia las pequeñas unidades políticas como entidades prestadoras de servicios. El libro, a pesar del tiempo, resiste bastante bien la lectura y, como todo lo que escribe, se puede aprovechar para mejorar nuestros conocimientos de la realidad social.

Henry Hazlitt es un gran desconocido, excepto por su libro La economía en una lección, a pesar de contar con grandes obras escritas con su estilo inconfundible. Muchas de ellas fueron editadas hace mucho y eran casi inencontrables, pero gracias a Unión Editorial, se están reeditando poco a poco, incluso traduciéndose algunas a mayores. Hace unos años, en 2019, se volvió a editar en esta editorial El tiempo volverá atrás, que se tradujo en la Fundación Ignacio Larramendi como El gran descubrimiento, y que es una exploración del autor en el terreno de la narrativa, mitad novela, mitad ensayo económico. En ella se aborda de una forma muy didáctica el problema del socialismo y el cálculo económico, y de las virtudes de la economía liberal. Volver a ella me recordó los días de juventud, cuando empezaba a interesarme por el tema del socialismo desde un punto de vista austríaco. Espero que el lector, joven o más mayor, la disfrute tanto como lo hice yo en su momento.

Estuvo muy de moda en nuestros círculos El manual del dictador, de Bruce Bueno de Mesquita, porque es un libro que describía la lógica del funcionamiento político, y no solo entre dictadores. Muchas prácticas que podemos comprobar a diario en el juego político, y que podemos considerar indignas o abominables, no solo son un ingrediente necesario de la política, sino que son necesarias para que la maquinaria del estado pueda operar.

Este tipo de libros tiene sus antecesores en la China imperial, muy especialmente entre los filósofos de la llamada Escuela de la Ley, que fue una escuela de pensamiento caracterizada por colocar el poder del estado en primer término, valiendo todo para conseguir tal fin. Dado que no conocían el cristianismo, ni siquiera tenían que disimular o fingir tener alguna virtud o compasión. Su tratamiento del poder es frío y descarnado.

Cómo actuaban lo cuenta el sinólogo francés Jean Levi en un poco conocido libro, Los funcionarios divinos (Alianza, Madrid, 1991) o en su novela El sueño de Confucio, en la misma editorial y año de publicación. A quien le guste estudiar la política sin romanticismos, creo que en estos libros encontrará numerosos ejemplos de cómo se las gastaba la gente antigua.

Uno de mis intereses no académicos es el tema del apocalipsis y del anticristo. Nada que ver con lo que habitualmente se toca aquí y no tendría más interés que la mera erudición si no hubiese descubierto que en algunos de los libros sobre el tema se aborda la cuestión de cómo se presentaría tal figura a día de hoy y qué discurso político tendría.

Asombra el paralelismo entre lo que afirman algunos libros de cuál debería ser el programa que debería ofrecer y lo que se está proponiendo desde el globalismo con sus agendas ecuménicas y buenistas. Puede parecer conspiranoico, pero alguno de estos libros fue escrito hace más de un siglo. Si quieren comprobarlo, les recomiendo dos novelas, una de hace tiempo y otra reciente.

La antigua es la de un converso a la religión católica, el cardenal Hugh Benson en su libro, traducido hace algunos años, Señor del mundo (Editorial San Román, Madrid, 2011). Advierte de muchos de los problemas que hoy se padecen, como la sustitución de la religión por ideologías laicas de corte socialista, y sobre la creación de gobiernos globales buenistas, que al final buscan subyugar el mundo.

El otro es más reciente, de un autor católico canadiense, Michael D. O’Brien, El padre Elías. Un apocalipsis, inspirado en el anterior pero mejor adaptado a nuestros tiempos, aunque situado en un futuro próximo. Las similitudes del pensamiento del anticristo de la novela y el pensamiento progresista son extraordinarias. Cualquiera diría que es más que una coincidencia. Léanlo aunque no les guste el tema, pues es una novela excepcional y poco conocida, pero que se ha convertido en un libro de culto entre los interesados en el tema.

Jane Jacobs es una urbanista libertaria que, sin embargo, es relativamente poco conocida en nuestros círculos, y sus argumentos son mejor aprovechados en los medios de izquierdas que entre los defensores del capitalismo de libre mercado, quienes no dudan en reeditar su obra. Entre sus mejores libros está Muerte y vida de las grandes ciudades (Capitán Swing, Madrid).

En este libro se critica la planificación urbana, en especial la aplicación de principios marxistas o intervencionistas al diseño de las grandes ciudades, que pueden llevar a su muerte o decadencia. Reclama ciudades vivas, con espacios compartidos entre comercio y residencia, frente a la división de espacios propia del planificador. Ciudades espontáneas frente a la planificación comprensiva, que tan bien criticó el anarquista James Scott en otro gran libro contra la planificación: Lo que ve el estado. Una autora para recuperar y para aprender de ella, pues no tiene una obra escasa y buena parte de ella sin traducir.

A veces me preguntan por libros sobre la propiedad privada y su evolución. Hay muchos y muy buenos, pero si me piden uno solo, siempre recomiendo sin dudar el de Richard Pipes, Propiedad y libertad (Turner-Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002). Pipes fue un historiador especializado en la Revolución rusa y el régimen soviético, pero en este libro genial se aparta de su tema de estudio principal y pasa a estudiar el origen de la propiedad a lo largo de la historia, haciendo uso incluso de la zoología, pues analiza incluso la propiedad entre los animales. No solo la estudia, sino que la pone en relación con la libertad, en la mejor tradición liberal-libertaria, aunque aparentemente no sea su intención. Un auténtico clásico que no debe ser olvidado. Por suerte, no deja de reeditarse y es fácilmente disponible.

Por último, quisiera rendir homenaje al recientemente difunto Dalmacio Negro Pavón, premio del Instituto Juan de Mariana, recomendando uno de sus libros. No es fácil escoger, pues son muchos los que merecen ser destacados, pero me voy a quedar con El mito del hombre nuevo (Editorial Encuentro, Madrid).

En él se nos describen los intentos de moldear la naturaleza humana de acuerdo con los postulados de cada sistema ideológico, desde el hombre nuevo socialista al socialdemócrata sueco. Una vez abandonados los principios religiosos que definían la naturaleza humana de forma objetiva, cada sistema político-ideológico pretende diseñar al hombre desde cero, partiendo de sus propios planteamientos. Si la naturaleza humana es un constructo cultural definido en cada momento por el poder, la tentación de cada nuevo poder, fundado en alguna ideología secular, será crear el suyo propio, a su imagen y semejanza.

El libro narra la historia de estos procesos de creación de una nueva naturaleza humana y sus consiguientes fracasos, porque parece que esta no se deja moldear tan fácilmente como los ideólogos pretenden. Un libro sin duda fascinante, y para mí uno de los mejores del gran profesor Negro.

Serie de lecturas veraniegas con el profesor Bastos
Serie ‘Sobre el anarcocapitalismo’

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