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Las ideas importan, y mucho

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Javier Milei ha jurado al cargo de la presidencia de Argentina. Esto supone un cambio radical en el contexto político en el que se encuentra inmerso el país, que arrastra décadas de inoculación peronista, lo que ha supuesto la construcción, a lo largo del tiempo, de un aparato político sometido a las directrices, ideológicas y dependientes, de los dirigentes que propugnan alabanzas al socialismo desmedido e interesado.

Kirchnerismo, masismo y sanchismo

El ‘kirchnerismo’ ha supuesto el desprestigio de la política, como sucede en otros casos en el continente, como el masismo[1] en Bolivia o, más allá de esas fronteras, el sanchismo en España Los componentes son similares y difieren solo en las circunstancias y en la profundidad de su operativa. Hablamos de corrupción, vulneración del sistema democrático y del principio de contrapoderes, el enaltecimiento al líder, la difamación del adversario haciendo uso de los instrumentos del Estado y la construcción de un instrumento político al servicio de los intereses del líder y el partido.

Este es el contexto en el que aterriza el presidente argentino, además de la minoría parlamentaria con la que cuenta y la carencia de un partido político con poder y estructura territorial. Pero la política no sólo se trata de un sistema, un aparato al servicio del líder o un despliegue de poder capaz de articular cualquier estrategia para que la gestión de este se supedite a sus propios intereses. Las ideas también importan, mucho, y tienen consecuencias.

El papel de las ideas

Desde una derecha dispuesta a ‘mejorar las cosas’, que tiene consciencia de las dificultades y carencias de la política del mundo en el que vive actualmente y de la pérdida de credibilidad y brío, es más necesario que nunca, hoy, rescatar las palabras de Isaiah Berlin en las que parafrasea al poeta y filósofo alemán Heinrich Heine: 

Hace más de cien años, el poeta alemán Heine advirtió a los franceses que no subestimaran el poder de las ideas; los conceptos filosóficos engendrados en el sosiego del despacho de un profesor pueden destruir una civilización.

Esta concepción cobra especial importancia en el debate público de una derecha democrática que no parece tener claro el horizonte y que subestima a su adversario. La asimilación de ese error es, precisamente, el que ha concebido Javier Milei a la hora de proyectar su propuesta a la ciudadanía. La libertad como mensaje es un catalizador importante en una sociedad decante económica, política, social y moralmente como la Argentina de hoy después de más de setenta años de peronismo.

¿Qué es la libertad?

Pero un mensaje acerca de la ‘libertad’ que va más allá de la teoría, que permea en el individuo de a pie, con el ciudadano, el trabajador, el ama de casa, el obrero, el empresario, el estudiante universitario y el transportista.

Porque, ¿qué es la libertad? La respuesta en un discurso categórico sería llegar a fin de mes, contar con seguridad en el transporte público, poder estudiar, ser capaz de impulsar un emprendimiento, saberse parte de una sociedad que crece y se desarrolla. En síntesis, asumir que se puede crear, crecer y mejorar individual y colectivamente.

Estos conceptos, que parecen sencillos y nada elaborados, también son ideas porque entran en los marcos naturales de la gente y se canalizan de una forma reconocible, asimilable y, sobre todo, aplicable. Porque son las ideas las que condicionan la técnica y la estructura de las políticas públicas.

Un liberal sabe perfectamente que una reducción importante de impuestos implica un aumento de la productividad, del poder adquisitivo y el consumo. Al contrario, un socialista reconocerá en un paquete de medidas fiscales asfixiantes un principio de bienestar público, aunque todos salgan perdiendo. Esa es la diferencia y la radicalidad a la hora de ejecutar la gestión pública guiada por las ideas. En definitiva, la forma de hacer y ejercer la política. Además de dar la batalla cultural en un occidente democrático que, cada vez más, parece perder la brújula.

Milei contra todos

Javier Milei podrá ser calificado de populista, outsider, excéntrico, polémico, inquisidor, etc., pero se ha plantado contra todos. ¿Quiénes son todos? El sistema político argentino, la clase política denostada, el peronismo y el kirchnerismo ruines. ¿Cómo? Hablándole directamente a la gente, diciéndole la verdad de la situación (aunque en política esto suene a un idealismo innecesario) y, especialmente, constituyéndose en el canalizador de la insatisfacción, la frustración y el hartazgo de una sociedad al borde del abismo.

Este ‘experimento’, como lo califican algunos, no sin razón, podrá salir bien o mal, en un contexto económico y político francamente complicado. Pero lo que es seguro es que nos dejará muchas lecciones y experiencias, sobre todo, a la hora de plantear un proyecto alternativo frente a aquellos que consideran que la administración pública es su parcela agraria y los ciudadanos sus súbditos que confían en la paguita de fin de mes, concepción más bien similar a los tiempos de los opacos imperios o las dictaduras acérrimas. Y qué tiempos que seguramente añoran aquellos fracasados del 19 de noviembre. 


[1] Término referido al Movimiento al Socialismo, partido del expresidente Evo Morales y del actual presidente, Luis Arce.

Ver también

La hora de la verdad de Javier Milei. (Mateo Rosales).

Victoria de Milei: lo que puede aprender España. (Benjamín Santamaría).

Maradona, el asado y la libertad. (Alfredo Reguera).

Javier Milei, un libertario camino de ser presidente de Argentina. (Santiago Dussan).

Javier Milei y la bandera de libertad. (Mateo Rosales).

¿Es Milei el milagro económico que necesita Argentina? (Fernando Vicente).

Milei, la opción liberal. (Mateo Rosales).

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