Por nacionalismo entendemos el «sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia» (R.A.E.). Cree el nacionalista que su nación es «mejor» que las demás o que sus naturales están dotados de rasgos y virtudes «superiores» a las del resto de la humanidad. Frases predilectas del nacionalista son: «nuestra tierra», «nuestra gente», «lo nuestro», etc.
La teoría del Estado considera que el interés del individuo debe subordinarse al interés general, sea lo que esto signifique: nación, pueblo, sociedad, etc. La Constitución española (art. 128.1) corrobora esta jerarquía: «Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general». Para el nacionalismo, el individuo es un instrumento al servicio de fines colectivos dictados por la «superioridad». El nacionalismo se manifiesta en muchos ámbitos —político, jurídico, bélico, demográfico, religioso, etc.—, siendo el económico uno de gran importancia. Según Mises (2011: 891): «el nacionalismo económico es el obligado corolario de esa política intervencionista, tan popular, que asegura estar incrementando el bienestar de la clase trabajadora, cuando realmente lo que hace es dañarla gravemente». La política mercantilista, los obstáculos a la libertad comercial y, finalmente, la autarquía, reduce el nivel de vida de la población. Para justificar sus medidas liberticidas el jerarca nacionalista habitualmente busca uno o varios chivos expiatorios.1 Todo lo «extranjero» es visto como enemigo: a) Los inmigrantes quitan el trabajo a «nuestra» gente. b) Los productos foráneos nos «invaden». Pero tampoco faltan «enemigos» internos; por ejemplo, durante la Revolución francesa se culpó del elevado precio del pan a la avaricia de los panaderos y a los acaparadores y especuladores (Schama, 2019).
Nacionalización de empresas
Un gobierno nacionaliza activos o industrias cuando las expropia a sus legítimos dueños. Los gobiernos podrían acudir al mercado y realizar estas adquisiciones de forma contractual y consentida, pero prefieren actuar violentamente: ¿por qué negociar pudiendo imponer?, ¿por qué pagar un precio de mercado pudiendo fijarlo unilateralmente o incluso no pagar nada? Si la empresa está saneada, la nacionalización es un robo al propietario; y si está quebrada (rescate), un robo al contribuyente. Los motivos para nacionalizar son espurios: «interés general», «seguridad nacional», sectores «estratégicos» etc. La nacionalización puede ser extensiva, tras la irrupción de un régimen autoritario; o limitada, tras una crisis o emergencia nacional. En este último caso, se culpa a las empresas de una situación (altos precios) y el gobierno nacionaliza para «proteger» de los consumidores. Toda nacionalización es una sustitución del capitalismo por un régimen socialista.
Fuga de cerebros y talentos
En el término «fuga» hay implícito un juicio de valor: «algo va mal». Por ejemplo, en la técnica decimos que hay una «fuga» cuando un líquido o gas se escapa de un circuito; en el ámbito social, decimos que alguien —presidiario, interno— se «fuga» cuando abandona ilegalmente un establecimiento. Resulta, por tanto, engañoso llamar «fuga» a la legítima movilidad de trabajadores, empresas y capitales. En particular, la expresión «fuga de cerebros»2 es referida a la emigración de ciertos trabajadores cualificados —investigadores, técnicos— que buscan mejorar su situación. Quienes llaman «fuga» a la movilidad de los factores de producción piensan que tienen un derecho sobre la vida y la propiedad ajena. Estas invectivas se extienden a otros profesionales —deportistas, youtubers— que buscan acomodo en otros territorios huyendo del expolio fiscal.
La retórica de los nacionalistas económicos es maniquea: el inmigrante es visto como una amenaza y el emigrante como traidor o desagradecido. Más que les pese, los «fugados» no son propiedad de un ser hipostático llamado Estado. Los emigrantes se desplazan buscando mejores salarios y oportunidades; por ejemplo, las enfermeras portuguesas vienen a trabajar a España y las españolas van a Reino Unido. Nada hay de malo en ello.
Fuga de empresas y capitales
Decir que los capitales y las empresas se «fugan» es confuso. Los inversores trasladan el capital de un país a otro buscando mejores rentabilidades. Sin embargo, no es igual de fácil trasladar dinero, bienes muebles o instalaciones fijas. Por ejemplo, cuando alguien vende una fábrica —desinvierte— siempre hay alguien que la compra —invierte—; el primero «sale» y el segundo «entra». La fábrica sigue en su sitio, no se ha fugado. Durante la crisis secesionista de Cataluña, en la década pasada, se asustaba a la población diciendo que miles de empresas «huían» de Cataluña cuando sólo cambiaban su sede social (buscando mayor seguridad jurídica). Los centros de producción, en su mayoría, no se movieron de su sitio.
Los depósitos tampoco se «fugan». Si no hay cambio de divisa, asistimos a un traspaso de fondos de una entidad bancaria a otra. Pero si el dinero saliera, por ejemplo, de España a EE.UU., volvemos al supuesto anterior: si uno vende euros contra dólares es porque otro hace lo contrario. Las divisas no se fugan, ni se evaporan, tan solo cambian de dueño, apreciándose o depreciándose relativamente entre ellas. Que estén físicamente en un país u otro importa, pero sólo cuando hay amenaza de expropiación o embargo.
¿«Huye» el dinero?
En ocasiones, se dice que determinados negocios turísticos —todo incluido, cruceros— no son demasiado rentables para el destino porque los clientes realizan sus pagos en origen y el dinero se queda «fuera». Indefectiblemente, da igual dónde se realice el pago, el dinero acude a pagar los factores de producción. Si el cliente paga en la agencia de viajes, ésta deberá pagar al transportista y al hotel. El dinero del turista necesariamente sufragará todo aquello que consuma durante sus vacaciones.
Otras veces, se dice que el dinero gastado en Carrefour, Ikea o Decathlon «huye» de España. Las empresas extranjeras radicadas en España pagarán todos los costes que se producen in situ (salarios, proveedores, impuestos) y también a todos los suministradores de mercancías, ubicados por todo el mundo; finalmente, en caso de tener beneficios, la corporación repartirá dividendos. Pero en una economía moderna ¿quiénes son los propietarios de una multinacional?: los pequeños accionistas o partícipes de fondos de inversión. El dinero se reparte de una forma intrincada por toda la economía global.
Proteccionismo
Otra faceta del nacionalismo económico es la «protección» de industrias nacionales mediante el arancel: tributo a la importación de productos competidores. Los beneficiados del arancel son la industria «protegida» y el propio gobierno que aumenta su ingreso fiscal. El resto de la sociedad —los consumidores— ve reducida su capacidad adquisitiva y, en consecuencia, su nivel de vida. Una de las razones del Brexit fue precisamente la disconformidad con la Unión Aduanera, que restringía el comercio del RU con el resto de mundo; en este caso, el nacionalismo británico derrotó al centralismo fiscal de Bruselas. Otro motivo para fijar un arancel es la agresión política y su represalia. Si el gobierno de Ruritania impone un arancel a ciertos bienes de Laputania, su homónimo actuará recíprocamente. La mal llamada «guerra comercial» es, en realidad, una «guerra arancelaria» entre gobiernos nacionalistas que se enriquecen a expensas de los consumidores de ambos países.
Serie ‘El lenguaje económico’
(VII) La falacia de la inversión pública
Bibliografía
Constitución española (1978).
Huerta de Soto, J. (2022). Teoría del nacionalismo libertario. Madrid: Revista Avance. Suplemento 20, marzo de 2022.
Mises, L. (2011). La acción humana. Madrid: Unión Editorial.
Schama, S. (2019). Ciudadanos. Una crónica de la Revolución francesa. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial.
1 El profesor Carlos Rodríguez Braun, con su característico humor, afirma que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio.
2 «Fuga de cerebros» es una metonimia donde el todo (individuo) se sustituye por una parte del cuerpo (cerebro).
1 Comentario
Pero a la gente le gusta esta retórica. Muchos liberales intentan disfrazarse de nacionalistas económicos para llegar al poder. Hay que tener mucho cuajo para hacerlo, en mi opinión.
La estrategia es obvia: le decimos al votonto lo que quiere oír, por ejemplo: «vamos a prohibir la importación de naranja marroquí, y vamos a obligar a la UE a que favorezca a los naranjeros españoles, que para algo estamos en el club.»
Pero, curiosamente, no llegan al poder los liberales. Debe de ser porque los otros tienen más práctica mintiendo. Además de echar cacahuetes a los nodos de las redes clientelares.
Diciendo la verdad no se puede hacer campaña electoral. Diciendo la mentira, tampoco, porque los liberales no tienen redes clientelares ni nada parecido. Así pues, los liberales lo tienen muy difícil. Tendrían que morir sorpresivamente, quizás envenenados, todos los que están por delante en la jerarquía, para que corra el escalafón. Es triste, pero es la verdad.
Seguirá habiendo expolio hasta que reviente la economía y los belgas intervengan el país.
Mirémoslo por lado bueno: por fin tendremos un Gobierno Flamenco en España, cumpliendo así el mandato de la Lógica y la Ley Natural.
Un saludo