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Polavieja no comprendió a Mises; tampoco a Menger (IV)

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Sobre la idea de bien en Menger

En mi réplica al artículo de Polavieja decía que, de acuerdo a las condiciones que establecía Menger para poder considerar que una cosa era un bien, Bitcoin se podía considerar un bien desde el momento de su “nacimiento”. Y citaba un caso particular para demostrarlo, como era que al surgir el genesis block Satoshi Nakamoto daba satisfacción a esa necesidad intelectual que le llevó a trabajar en un proyecto tan complejo. Sólo por ese motivo, ya era posible considerar a Bitcoin como un bien.

Según Menger, para que una cosa sea considerada un bien, debe darse, en primer lugar, la existencia (o anticipación) de una necesidad humana; en segundo lugar, que la cosa tenga cualidades que la capaciten para mantener una relación causal con la satisfacción de dicha necesidad; en tercer lugar, que se conozca esta última posibilidad; y, en cuarto lugar, que el ser humano tenga poder de disposición sobre la cosa y la pueda utilizar para satisfacer su necesidad.[1]

No obstante, no se trataba de decidir si Bitcoin era un bien, sino de decidir si era un bien monetario (si tenía utilidad monetaria en el momento de su “nacimiento”). Y, en ese sentido, en mi réplica a Polavieja decía que se incumplía la segunda parte de la cuarta condición de Menger. Es decir, que aun teniendo poder de disposición sobre sus bitcoins, Satoshi no los podía utilizar para satisfacer sus necesidades mediante el intercambio indirecto. Por tanto, concluía que “en ese momento inicial, Bitcoin no se ajustaba a todas las exigencias de Menger para que pudiera ser considerado un bien de tipo monetario (un medio de intercambio)”.[2] En referencia a esto, dice Polavieja:

Es curioso que Serrano parece utilizar el texto de la segunda edición de Principios de Economía Política donde Menger añade la palabra “anticipación” en la primera condición, pero no parece utilizar esta segunda edición para citar la cuarta condición donde Menger añade: “aunque sea una necesidad futura y solo con la ayuda de otros bienes”.[3]

Anticiparte a las necesidades futuras

En su respuesta, Polavieja desvía la atención hacia la palabra anticipación. Pero la necesidad que detectaba Satoshi Nakamoto estaba bien presente, no necesitaba anticiparla. Y, precisamente, Satoshi trató de satisfacerla mediante la creación de Bitcoin. Por tanto, dado que la necesidad estaba ya presente en él, la palabra anticipación no aporta nada. De hecho, cuando cité las condiciones que establece Menger para que una cosa sea considerada un bien, añadí la palabra anticipación (de la segunda edición de Principios de Economía Política) precisamente para tratar de evitar que Polavieja recurriera a ese ardid, algo que hace habitualmente y que, en realidad, es irrelevante para la discusión.

Sin embargo, esto no ha sido suficiente para lograr que Polavieja abandonara ese asunto. Como se ha podido comprobar, decidió añadir la frase de Menger: “aunque sea una necesidad futura y solo con la ayuda de otros bienes”, y lo hizo señalando en negrita la palabra futura como si aportara algo novedoso. Pero es obvio que referirse a una necesidad futura es volver a insistir en la anticipación de una necesidad, que como he dicho es irrelevante en la discusión.

Posteriormente, Polavieja todavía vuelve a insistir en que “la necesidad puede ser futura, no tiene que ser presente”.[4] Dado que esto yo no lo he negado, no es más que un intento continuado de desviar la atención del asunto principal. Enseguida hablaremos sobre lo que quiere decir realmente Menger cuando se refiere a anticipar una necesidad o, también, cuando se refiere a “una necesidad futura y solo con la ayuda de otros bienes”, pero ya adelanto que nada tiene que ver con lo que da a entender Polavieja.

Crusoe naufraga y llega a una isla desierta

Lo dicho hasta ahora se podrá entender mejor a través de unos ejemplos. Imaginemos a Robinson Crusoe tras el naufragio de su barco. Completamente solo en una isla. La desgraciada circunstancia que vive le lleva a agudizar el ingenio para tratar de satisfacer de la mejor forma posible sus necesidades más básicas. Con esa intención, fabrica un sortricultor, utensilio que le facilita mucho la vida.

Evidentemente, Crusoe considera ese utensilio como un bien desde el mismo momento de su fabricación. Menger estaría de acuerdo con él, pues cumple todas las condiciones para que un objeto pueda ser considerado un bien: Crusoe tiene una necesidad; el utensilio tiene cualidades para satisfacer su necesidad; conoce esas cualidades; tiene poder de disposición sobre el utensilio que ha creado, y puede utilizarlo para satisfacer su necesidad. Es decir, el sortricultor sería un bien para Crusoe, y no importaría si nadie más en el mundo apreciara su utilidad, seguiría siendo un bien para Crusoe. Vemos que en este caso no hace falta que Crusoe anticipara la necesidad, pues la necesidad estaba ya presente. Es esa necesidad la que motivó que Crusoe fabricara el utensilio.

Imaginemos ahora que unos monos con muy mala intención se llevan el sortricultor y lo cuelgan en el árbol más alto de la isla, de forma que es inalcanzable para Crusoe. En esta situación dejaría de ser un bien para Crusoe (en el sentido de Menger), pues ya no tendría poder de disposición sobre el utensilio.[5] Vemos que en tal caso sería irrelevante cualquier referencia a la anticipación de la necesidad o a una necesidad futura de Crusoe.

Conchas, plata y dinero

Pasado el tiempo, Crusoe se encuentra ya en unas circunstancias muy diferentes. Tiene cubiertas las necesidades más básicas y su imaginación se dirige hacia otro tipo de cosas. Añora su país natal y piensa en el porqué de que se utilizara la plata como dinero. Se acuerda de la libra esterlina y, al mismo tiempo, recuerda haber leído que a lo largo de la historia muchos bienes habían sido utilizados como dinero antes de que se empezaran a utilizar las monedas metálicas. De repente, se pone a recoger conchas marinas, convencido de que algún día se convertirían en el dinero de su isla. Tras unos días de intensa recolección, Crusoe da por terminada esa actividad y guarda celosamente su colección de conchas marinas en una cueva. Está muy satisfecho. Las conchas son, sin duda, su tesoro más preciado.

En esa situación, ¿se podría considerar que las conchas marinas eran un bien para Crusoe? Según los criterios de Menger, Crusoe tiene una necesidad; las conchas marinas tienen cualidades para satisfacer su necesidad; conoce esas cualidades; tiene poder de disposición sobre las conchas marinas, y puede utilizarlas para satisfacer su necesidad. Por tanto, es evidente que las conchas marinas son un bien para Crusoe.

Pero, ¿cuál es la necesidad que puede satisfacer Crusoe con sus conchas marinas? Esa necesidad es meramente psicológica, en su difícil situación seguramente necesitaba alguna esperanza que le proporcionara ánimo para seguir adelante. Y en su mente delirante, las conchas marinas le llevaban a imaginar que poseía el equivalente a muchas libras esterlinas de buena plata y le permitían soñar que era inmensamente rico.

No hay dinero sin intercambio

Ahora bien, la cruda realidad nos dice que las conchas de Crusoe no eran dinero, tampoco eran un medio de intercambio, ni siquiera había gente en la isla con la que pudiera utilizarlas en el intercambio. Así las cosas, ¿se podría considerar que las conchas marinas eran un bien de tipo monetario para Crusoe? Según los criterios de Menger, Crusoe tiene una necesidad monetaria; las conchas marinas tienen cualidades para satisfacer esa necesidad (ya lo han hecho en otros períodos de la historia); conoce esas cualidades; y tiene poder de disposición sobre las conchas marinas, pero ¿puede utilizarlas para satisfacer su supuesta necesidad monetaria?

Como ya he dicho, en tales circunstancias las conchas no son dinero. ¿Podrían llegar a serlo? Sí, pero no lo son. Tampoco son medios de intercambio. ¿Podrían llegar a serlo? Sí, pero no lo son. En la isla no hay habitantes que puedan intercambiar las conchas. ¿Podrían llegar nuevos habitantes a la isla? Sin duda, pero de momento no han llegado. Y, además, ¿qué garantías existen de que esos nuevos habitantes acepten las conchas como medio de intercambio? Evidentemente, ninguna. Por tanto, ¿se puede decir que las conchas marinas tenían utilidad como medio de intercambio indirecto para Crusoe? De ningún modo. Las conchas marinas no eran un bien de tipo monetario para Crusoe y, de nuevo, sería totalmente irrelevante cualquier referencia a la anticipación de una necesidad o a una necesidad futura.

Martes, Miércoles, Jueves y Viernes

Tiempo después llega Viernes a la isla. Crusoe piensa inmediatamente en su tesoro más preciado, piensa en utilizar sus conchas marinas como medio de intercambio indirecto con su nuevo vecino. Pero Viernes enseguida le devuelve a la realidad. Siendo solo dos personas, no tiene demasiado sentido usar medios de intercambio. El cambio puede ser directo. Viernes le dice a Crusoe que para utilizar las conchas marinas como medio de intercambio sería preferible que hubiera más habitantes en la isla. Ante semejante golpe de realidad, Crusoe cae en depresión.

Meses más tarde llegan a la isla Martes, Miércoles y Jueves. Esto anima mucho a Crusoe. De hecho, está eufórico, piensa que por fin podrá usar su preciado tesoro. Enseguida entabla relación con ellos y trata de comprarles unos relucientes cuchillos que llevaban colgados del cinturón. Les ofrece a cambio un buen número de conchas marinas. Pero una vez más se lleva una decepción. Martes, Miércoles y Jueves rechazan las conchas. Crusoe les explica que no son unas meras conchas, sino un medio de intercambio indirecto muy valioso. Pero los tres personajes, entre risas, le contestan que si las conchas son tan valiosas se las puede quedar todas. Crusoe cae de nuevo en la depresión.

Pan y cuchillos

Un buen día, la lucidez hizo aparición en la mente de Crusoe. Había encontrado una forma de satisfacer la imperiosa necesidad que sentía de poseer aquellos relucientes cuchillos. Decidió hacer pan. El olor a pan recién hecho se extendió inmediatamente por toda la isla y llegó al resto de habitantes, que acudieron como las moscas a la miel. Finalmente, tras una intensa negociación, Crusoe consiguió sus deseados cuchillos a cambio de un buen número de panes.

Se podría pensar que Crusoe logró satisfacer sus necesidades mediante un simple trueque y en parte es cierto, pero esto se puede ver también desde otro punto de vista. ¿Cómo logró realmente Crusoe sus cuchillos? En primer lugar, anticipando una necesidad. La que sentirían los habitantes de la isla al oler sus panes. Es decir, intuyendo que, en algún momento de su vida, todos ellos habrían comido pan recién hecho y lo apreciarían mucho, máxime en la situación de penuria en la que se encontraban en la isla. Y, en segundo lugar, anticipando que esa necesidad futura se podía satisfacer con la ayuda de otros bienes, en este caso, con las plantas de maíz y la harina de maíz que previamente hubo de procurarse Crusoe.

La planta crecía por sí sola en una parte remota de la isla y la harina la obtuvo Crusoe moliendo con piedras los granos de maíz maduros que había dejado secar. De ese modo, el maíz, que hasta ese momento no era un bien para Crusoe, pues desconocía su existencia en la isla, se convirtió en un bien de producción o bien de orden superior (esto es así, independientemente de que el pan fuera para consumo propio o para destinar a la venta).

Conclusiones obtenidas a partir de los ejemplos

Menger reconoce dos formas indirectas de satisfacer las necesidades. La primera de ellas es a través del valor de cambio de los bienes (aquellos bienes que son apreciados por muchas personas pueden tener valor de cambio para su poseedor). La principal consecuencia histórica del hecho de que mucha gente reconociera valor de cambio en un bien y de que aumentara mucho la negociabilidad de ese bien fue el descubrimiento del intercambio indirecto. En la actualidad, sigue sucediendo algo similar. Determinados bienes muy comercializables se convierten en medios de intercambio. Y algunos llegan a convertirse en dinero (medios de intercambio común o generalmente aceptados).

La segunda forma indirecta de satisfacer las necesidades es la que se va a analizar en estos momentos. Antes de comenzar con las peripecias de Crusoe en la isla, dejé pendiente de explicar qué quería decir realmente Menger cuando se refería a la anticipación de necesidades o, específicamente, a “una necesidad futura y solo con la ayuda de otros bienes”. Pues bien, el ejemplo del maíz indica claramente a qué se refería. Menger tenía en mente los bienes de producción.

Los bienes de un orden superior piden y afirman su cualidad de bienes no con referencia a necesidades del presente inmediato, sino únicamente respecto a necesidades que, a tenor de las expectativas humanas, sólo aparecerán en unos momentos en los que ya habrá llegado a su fin el proceso de producción…[6]

Menger, Carl (1871) Principios de Economía Política. Madrid:Unión Editorial, 2019, p. 121.

Bienes de orden superior

Por ese motivo, las condiciones que establecía Menger para que una cosa se pudiera considerar un bien debían incluir las especificidades de estos bienes de orden superior. Y eso es precisamente lo que hace cuando se refiere a la anticipación de una necesidad, cuando habla de necesidades futuras y cuando añade solo con la ayuda de otros bienes.

Los bienes de producción se emplean para dar satisfacción a necesidades en el futuro, puesto que estos bienes se transforman en bienes de consumo tras un periodo más o menos largo de producción (i. e., son usados para producir bienes de consumo en un proceso que conlleva tiempo). Por tanto, esas necesidades deben ser anticipadas necesariamente.

Estos bienes de producción son apreciados como bienes porque, como diría Menger, tienen cualidades que los capacitan para mantener una relación causal con la satisfacción de una necesidad (la harina es indispensable para ese bien de consumo que es el pan, las ruedas son indispensables para ese bien de consumo que es un coche). En líneas generales, esto es de lo que habla Menger y, como se ve, nada tiene que ver con lo que da a entender Polavieja cuando cita sus palabras.

Una utilidad desconocida

Algunos lectores podrán pensar que, al igual que Crusoe anticipó la necesidad de pan que sentirían los habitantes de la isla, Satoshi Nakamoto también podría haber anticipado la necesidad futura de bitcoins (como medio de intercambio) por parte de otras personas. Y, a partir de esta idea, estos lectores tal vez deducen que los bitcoins serían un bien monetario desde su “nacimiento”, como el sortricultor era un bien desde el momento en que lo creó Crusoe, o el pan desde el momento en que estaba listo para comerse, o la harina desde el momento en que podía ser utilizada para hacer pan. Evidentemente, esto es un error. Veamos el porqué y las diferencias entre estos casos.

En primer lugar, nadie en el mundo sabe qué es ni para qué sirve un sortricultor, por tanto, solo podía ser un bien para Crusoe. Y lo mismo pudo suceder en el caso del primer pan de la historia. En ese momento, ese pan solo era un bien para aquel que lo cocinó. Esta persona era la única que conocía de qué estaba hecho el pan, es decir, era la única que sabía que era un alimento. Esto no era conocido por el resto del mundo, el resto del mundo necesitó conocerlo y probarlo, antes de considerarlo como un bien.

Valor de cambio

El caso de Bitcoin tiene algunas similitudes con el primer pan de la historia, al igual que ese pan Bitcoin también era un bien para su creador desde el momento de su “nacimiento” (ya se ha hablado de los valores de uso que se podían otorgar a Bitcoin en los momentos iniciales). Sin embargo, si se considera desde el punto de vista de un bien monetario, tiene algunas diferencias insalvables.

Ni siquiera su creador (que conocía perfectamente el sistema Bitcoin) podía considerarlo como un bien monetario desde sus inicios, pues un bien monetario depende de otras personas, es una institución social (Viernes enseguida se dio cuenta de eso y se lo hizo ver a Crusoe, lo que le produjo una gran depresión).

El hecho de que Satoshi especulara con la posibilidad de que en el futuro Bitcoin fuera aceptado y usado como medio de intercambio era un valor de uso[7] similar al que Crusoe otorgaba a sus conchas marinas (el valor de uso otorgado por ambos personajes existe y es completamente independiente de la verosimilitud que cualquiera de nosotros podamos otorgar a la idea de Satoshi o a la de Crusoe).

En todo caso, en aquellos momentos iniciales ni Satoshi ni Crusoe podían otorgar valor de cambio[8] a sus bienes. Antes de poder hacerlo, era necesario que se estableciera un precio de esos bienes en el mercado como consecuencia de la utilidad apreciada en ellos (del tipo que fuera).

Hal Finney

Eso tal vez es lo que intentaba provocar “Hal” Finney tan solo ocho días después del genesis block. El 11 de enero de 2009, Finney imagina a Bitcoin convertido en el sistema de pagos dominante en el mundo, y calcula que en ese caso su valor sería aproximadamente de 10 millones de dólares por bitcoin. A continuación dice lo siguiente: “Entonces, la posibilidad de generar monedas hoy con unos pocos centavos de tiempo de cómputo puede ser una buena apuesta, ¡con una rentabilidad de algo así como 100 millones a 1!”[9] Es decir, Finney incitaba a que se apreciara una utilidad especulativa en Bitcoin, buscando sin duda hash rate, pero también buscando un primer precio.

En el caso de Bitcoin, la aparición de un precio de mercado se demoró más de lo que es habitual en cualquier bien novedoso que aparece en el mercado. Esto fue debido a que Bitcoin no era un bien al uso, un bien del que se pudiera valorar fácilmente su utilidad. Era necesario un trabajo de “investigación” previo. Transcurridos varios meses, casi un año, surgió ya un precio de Bitcoin en el mercado. A partir de la existencia de ese precio, podía darse el caso de que Bitcoin alcanzara una buena comerciabilidad (como le puede suceder a cualquier otro bien) y a partir de esa situación era igualmente susceptible de convertirse en medio de intercambio (i. e., la gente podía decidir usarlo como intermediario de los intercambios).

Bitcoin, medio de intercambio

Bitcoin se convirtió en medio de intercambio muy rápidamente, solo fue necesario el transcurso de varios años, todo un hito histórico. Evidentemente, puede haber personas que anticiparan esta circunstancia, de hecho, la propia hipótesis de trabajo de Satoshi Nakamoto pasaba necesariamente por anticipar que Bitcoin se convertiría en medio de intercambio. Lo contrario no tendría sentido.

Sin embargo, esa anticipación intelectual e hipotética, esa anticipación esperanzada, expectante y especulativa de Satoshi Nakamoto no se debe confundir con la anticipación de Menger, que se refiere al empleo de un bien de producción. Por definición, un bien de producción sirve para dar satisfacción a una necesidad futura. Esta necesidad debe ser necesariamente anticipada por aquel que use un bien de producción para tratar de satisfacerla.

Menger sobre los bienes

Veamos cómo se aplicarían las condiciones establecidas por Menger a la harina de Crusoe. Para que la harina pueda ser considerada un bien, debe darse, en primer lugar, la existencia (o anticipación) de una necesidad humana (Crusoe anticipa que en el futuro los habitantes de la isla tendrán hambre, es decir, anticipa una necesidad futura sobre la base de una necesidad presente y constante en el ser humano). En segundo lugar, que la harina tenga cualidades que la capaciten para mantener una relación causal con la satisfacción de dicha necesidad (con la harina se puede hacer pan y el pan sacia el hambre).

En tercer lugar, que se conozca esta última posibilidad (Crusoe sabe que con la harina se puede hacer pan y que el pan sacia el hambre). Y, en cuarto lugar, que el ser humano tenga poder de disposición sobre la harina (Crusoe tiene ese poder de disposición sobre la harina que ha elaborado) y la pueda utilizar para satisfacer su necesidad (no hay duda de que Crusoe puede saciar el hambre con el pan hecho con harina).

Por tanto, la harina es un bien. Pero la harina es un bien, no porque permita satisfacer directamente las necesidades alimenticias, sino porque se puede emplear para hacer pan. Es decir, se anticipa que usando la harina en el presente como bien de producción se podrá satisfacer una necesidad futura cuando el pan esté listo para el consumo (bien de consumo). Ese y no otro es el sentido de la anticipación de Menger.

Los primeros bitcoin

¿Sucede lo mismo en el caso de los primeros bitcoins? El hecho de que Bitcoin pudiera ser considerado un bien está fuera de toda duda, lo que nos interesa aquí es si los bitcoins surgidos en el primer bloque efectivo[10] podían ser considerados desde un inicio bienes de tipo monetario. Veamos. A este respecto, tendríamos que, según Menger, para que los bitcoins surgidos en el primer bloque efectivo puedan ser considerados un bien de tipo monetario, debe darse, en primer lugar, la existencia (o anticipación) de una necesidad humana (Satoshi sentía la necesidad de una moneda digital que se pudiera intercambiar sin necesitar terceros de confianza y, además, podía anticipar que otras personas sentirían esa misma necesidad).

En segundo lugar, que los bitcoins surgidos en el primer bloque efectivo tengan cualidades que los capaciten para mantener una relación causal con la satisfacción de dicha necesidad (no hay duda de que los bitcoins tenían esas cualidades). Tres: que se conozca esta última posibilidad (nadie más indicado que Satoshi Nakamoto para conocerlo). Y, en cuarto lugar, que Satoshi tenga poder de disposición sobre los bitcoins surgidos en el primer bloque efectivo (aceptemos que desde el primer momento Satoshi tenía ya ese poder de disposición sobre sus bitcoins)[11] y que pueda utilizar esos bitcoins para satisfacer su necesidad (aquí es donde se incumplen las condiciones de Menger, pues en aquel momento los bitcoins no se podían utilizar para tal fin).

Por tanto, aquellos bitcoins eran un bien, pero no eran un bien monetario (pues no era posible usar ese bien como dinero o como medio de intercambio cuando todavía no existía un precio de mercado de ese bien). Y, además, nadie podía saber si algún día llegarían a ser un bien monetario.

Producción y premonición

Ciertamente, es posible inventar algo y que ese algo en el futuro se convierta en dinero/MoE, e incluso es posible inventarlo específicamente con esa intención (aunque la intención no sea relevante a la hora de que se logre el objetivo), pero no es posible utilizarlo como medio de intercambio sin la referencia de precios de intercambio pasados[12] y tampoco es posible adivinar si un bien se convertirá en medio de intercambio en el futuro.

Desde el punto de vista de Menger, se puede anticipar razonablemente una necesidad futura (e. g., el hambre), pero no es posible adivinar el futuro (en el caso del surgimiento de Bitcoin, no era posible adivinar lo que le depararía el futuro). Este tipo de anticipación premonitoria no es, de ninguna manera, el tipo de anticipación que contemplaba Menger a la hora de aceptar que un objeto pudiera ser considerado un bien.

Una vez más, Polavieja juega con el significado de las palabras para forzar las conclusiones en el sentido que le conviene, pero lo que dice es completamente ajeno a Menger. Pensar que un bien es un bien monetario (i. e., que tiene utilidad monetaria) antes de que sea posible utilizar ese bien para satisfacer las necesidades a través del intercambio indirecto es autoengañarse. Polavieja afirma:

Si Bitcoin no cumpliera la segunda parte de la cuarta condición de Menger por razón de no poder ser utilizada en el presente de forma inmediata a voluntad de su propietario, entonces ninguna otra mercancía sería un bien económico.[13]

Manuel Polavieja. Bitcoin es una mercancía II.

Pero, cuando dice esto, Polavieja está tergiversando los argumentos, pues nadie ha puesto en duda que Bitcoin se pudiera considerar un bien económico. Lo que se afirma es que, en sus inicios, no se podía considerar un bien monetario. Pretender tal cosa es como pretender que las conchas marinas de Crusoe tenían utilidad monetaria debido a algún tipo de anticipación trascendental de este personaje.

Contingentes, especulativos, inciertos

En el mismo párrafo que acabo de citar, afirma Polavieja que “tanto el valor de uso como el valor de cambio, son contingentes, especulativos y más o menos inciertos”.[14] Evidentemente, hace esta afirmación con la intención de reforzar sus argumentos. Pero no estoy de acuerdo con él en absoluto. De hecho, voy a rechazar los tres atributos que Polavieja adjudica al valor de uso y al valor de cambio.

En primer lugar, estos valores no son contingentes (lo que es contingente es el resultado perseguido por la acción, pero no el valor que le otorgamos al llevarla a cabo). Ese valor que le otorgamos subjetivamente es lo contrario de contingente, es cierto y seguro, pues los valores se manifiestan a través de la acción y si hemos actuado en cierto sentido esto demuestra la existencia de determinada valoración en el momento de nuestra actuación.

En segundo lugar, el valor de uso y el valor de cambio no son especulativos en ningún sentido. El hecho de que, en un momento dado, otorguemos a un bien determinado valor de uso o de cambio solo quiere decir que en nuestra escala de valoración lo situamos en determinada posición en relación con otros bienes y que actuamos en consecuencia para satisfacer de la mejor manera posible nuestras necesidades. En relación con estos valores, no existe especulación ninguna, puesto que la acción es la demostración de nuestra valoración en un momento determinado, es decir, solo atañe al presente, no al futuro (en el futuro podemos cambiar de valoración y actuar de un modo distinto).

Y en tercer lugar, el valor de uso y el valor de cambio tampoco son inciertos. Se aplica aquí lo mismo que se ha dicho en el primer caso, lo único incierto son los resultados perseguidos con la acción, pero no el valor que le otorgamos al llevarla a cabo.

Diez razones

Esto es, los ejemplos utilizados con Robinson Crusoe, así como el resto de cuestiones que he relacionado con estos ejemplos, sirven para mostrar lo siguiente.

En primer lugar, que el sortricultor es un bien para Crusoe, pero no es un bien para nadie más, porque nadie sabe qué es un sortricultor ni para qué sirve. En segundo lugar, que el pan es un bien para Crusoe. También lo es para cualquier otra persona (al menos en potencia), quien lo niegue que se quede un mes a pan y agua y veremos si lo considera o no un bien. En tercer lugar, que la harina de maíz es un bien de producción que permite obtener pan (un bien de consumo). Por tanto, de forma indirecta, se aplica igualmente el dilema del mes a pan y agua.

En cuarto lugar, que las conchas marinas eran consideradas un bien por Crusoe y también podrían ser consideradas un bien por otros habitantes de la isla (e. g., para hacer adornos, sonajeros, carrillones de viento, etc.) En quinto lugar, que los primeros bitcoins eran considerados un bien por Satoshi Nakamoto. También podían ser vistos como un bien por todos aquellos que en el momento de su surgimiento ya se hubieran formado una idea de qué era Bitcoin (acertada o equivocada, no importa) y consideraran que para ellos cierta cantidad de bitcoins tenía valor de uso (del tipo que fuera).

Utilidad monetaria

En sexto lugar, que el sortricultor de Crusoe no tenía utilidad monetaria, ni podía tenerla en las circunstancias descritas. Siete: que los panes de Crusoe no tenían utilidad monetaria, pero no era posible descartar que se pudieran convertir en un medio de intercambio en la isla (a pesar de que, siendo perecederos, difícilmente serían un buen medio de intercambio). En octavo lugar, que la harina de maíz de Crusoe no tenía utilidad monetaria, pero no era posible descartar que se pudiera convertir en un medio de intercambio en la isla (a pesar de que, siendo perecedera, difícilmente sería un buen medio de intercambio).

En noveno lugar, que las conchas marinas no tenían utilidad monetaria, pero no era posible descartar que se pudieran convertir en medio de intercambio en la isla (a pesar de que, siendo tan abundantes y fáciles de conseguir, difícilmente serían un buen medio de intercambio). Y, en décimo lugar, que los primeros bitcoins no tenían utilidad monetaria, pero no era posible descartar que se pudieran convertir en un medio de intercambio utilizado en todo el mundo. Para ello deberían alcanzar previamente un precio de mercado (sin precio de mercado no podrían convertirse en medio de intercambio); luego deberían alcanzar una gran comerciabilidad, pues solo así podrían competir con las alternativas existentes (esta gran comerciabilidad, en caso de alcanzarse, implica que se aprecian sus características); y, por fin, la gente debería empezar a utilizarlos en el intercambio indirecto.

Como conclusión, es evidente que Polavieja no puede alegar la anticipación de una necesidad futura para defender que el sortricultor de Crusoe, sus panes, la harina de maíz, las conchas marinas o los bitcoins en sus inicios tuvieran utilidad monetaria. Sin embargo, a todos estos bienes se les apreciaba una utilidad de otro tipo (no monetaria), por tanto, antes de que cualquiera de ellos pudiera convertirse, hipotéticamente, en medio de intercambio (como así ha sucedido en el caso de Bitcoin) ya eran valorados previamente por otros usos, tal y como establece el teorema de la regresión de Mises.[15]


Notas

[1] Véase “Polavieja no comprendió a Mises, tampoco a Menger

[2] Ídem

[3] Véase “Bitcoin es una mercancía II

[4] Ídem

[5] “Un bien pierde esta su cualidad [cualidad de bien] cuando el hombre carece del poder de disposición sobre ella, de modo que o no puede utilizarla para la satisfacción inmediata de sus necesidades o no dispone de los medios necesarios para volver a ponerla bajo su dominio”. Menger, Carl (1871) Principios de Economía Política. Madrid:Unión Editorial, 2019, p. 105 Vemos que esta idea de Menger, además de aplicarse al ejemplo citado, también se aplica perfectamente a lo que sucede cuando un bitcoiner pierde la semilla que da acceso a sus bitcoins.

[6] Menger, Carl (1871) Principios de Economía Política. Madrid:Unión Editorial, 2019, p. 121

[7] Se ha explicado ese valor de uso en “Polavieja no comprendió a Mises, tampoco a Menger (III)”

[8] Se ha explicado ese valor de cambio en “Polavieja no comprendió a Mises, tampoco a Menger (III)”.

[9] Véase https://www.mail-archive.com/cryptography@metzdowd.com/msg10152.html

[10] Recordemos que los bitcoins surgidos en el genesis block (3 de enero de 2009) no se pueden gastar y que el primer bloque efectivo tuvo lugar seis días después, el 9 de enero de 2009.

[11] En realidad, la primera transferencia de bitcoins no tuvo lugar hasta tres días más tarde y a modo de prueba. Se produjo el día 12 de enero de 2009 entre Satoshi Nakamoto y “Hal” Finney, un desarrollador y activista de la criptografía que recibió 10 bitcoins. Finney había publicado en 1993 dos estudios, uno acerca del doble gasto “Detecting Double Spend” y otro sobre el dinero digital y la privacidad “Digital Cash and privacy”, y apoyó el proyecto Bitcoin desde un inicio. Esta transferencia de bitcoins recibida por Finney fue solo una prueba de funcionamiento del sistema. https://bitcointalk.org/index.php?topic=155054.0 En palabras de Finney: “I mined block 70-something, and I was the recipient of the first bitcoin transaction, when Satoshi sent ten coins to me as a test. I carried on an email conversation with Satoshi over the next few days, mostly me reporting bugs and him fixing them.”

[12] En el caso de Bitcoin, como en el de cualquier otro bien, la existencia de precios de intercambio anteriores es un requisito necesario para poder convertirse en medio de intercambio. Ahora bien, no es suficiente, como lo demuestra el hecho de que una vez que existieron precios de intercambio de Bitcoin en el mercado, todavía tardó algunos años en convertirse de hecho en medio de intercambio.

[13] Véase “Bitcoin es una mercancía II

[14] Ídem

[15] Aprovecho para decir que en esta serie de artículos no daré respuesta a lo alegado por Polavieja en referencia al teorema de la regresión de Mises. Ello es debido a que Polavieja suscribe la refutación de Bondone y Rallo del teorema de la regresión y ya he expuesto mi posición en el artículo “La liquidez frente al teorema de la regresión del dinero: una crítica a J. R. Rallo”. Revista Procesos de Mercado, vol. 19, no. 1, Aug. 2022, pp. 63-96.  Los argumentos utilizados por Rallo contra el teorema de la regresión son igualmente rebatidos aquí:

Bagus & Serrano (2023): “Anexo: Por qué el teorema regresivo del dinero no es lógicamente defectuoso”, en Bagus, Philipp (2023): Anti-Rallo: Una crítica a la teoría monetaria de Juan Ramón Rallo. Madrid: Unión Editorial, pp. 155-179. https://www.unioneditorial.net/libro/anti-rallo/ 

El debate sobre las mercancías

Joel Serrano

La liquidez frente al teorema de la liquidez del dinero: una crítica a J. R. Rallo

Manuel Polavieja

Mises no comprendió a Menger (I)

Mises no comprendió a Menger (II)

Mises no comprendió a Menger (III)

Bitcoin, dinero y mercancías

Bitcoin es una mercancía (I)

Mises no comprendió a Menger (IV)

Joel Serrano

Manuel Polavieja no comprendió a Mises; tampoco a Menger (I)

Manuel Polavieja

Bitcoin es una mercancía (II)

Refutación del teorema regresivo de Mises

Joel Serrano

Manuel Polavieja no comprendió a Mises; tampoco a Menger (II)

Manuel Polavieja

Mercancías y economía de mercado

Joel Serrano

Manuel Polavieja no entendió a Mises; tampoco a Menger (III)

Manuel Polavieja no entendió a Mises; tampoco a Menger (IV)

2 Comentarios

  1. Con anticipación Menger no se refiere solo a los bienes de orden superior. Según tu interpretación de Menger un extintor nunca sería un bien si tienes la suerte de no tener que usarlo nunca, o un platano verde incomible en el presente que guardas hasta que madure. Me temo que quien tergiversa a Menger no soy yo.

    «Lo que se afirma es que, en sus inicios, no se podía considerar un bien monetario»

    Estás moviento la portería. Lo que yo afirmo y tú niegas es que Bitcoin es una mercancía. Toda mercancía se intercambia en el futuro y su función como mercancía (intercambiarla) depende, es contingente, de que alguien quiera intercambiarla contigo, y eso sucederá en el futuro.

    Para Crusoe, mientras esté solo y no ancitipe que pueda llegar más gente a su isla, no hay mercancías. Para Satoshi, que está en una sociedad donde existen miles de millones de personas intercambiando si que existen las mercancías. Con el ejemplo de las conchas, sustituyendo Crusoe por Satoshi y las conchas por Bitcoin, estás refutándote a ti mismo.

  2. «Pensar que un bien es un bien monetario (i. e., que tiene utilidad monetaria) antes de que sea posible utilizar ese bien para satisfacer las necesidades a través del intercambio indirecto es autoengañarse»

    Por ese mismo razonamiento, ¿Pensar que un extintor es un bien antes de que se pueda utilizar para apagar un fuego también sería autoengañarse?

    «Ciertamente es posible inventar algo y que ese algo en el futuro se convierta en dinero/MoE, e incluso es posible inventarlo específicamente con esa intención (aunque la intención no sea relevante a la hora de que se logre el objetivo), pero no es posible utilizarlo como medio de intercambio sin la referencia de precios de intercambio pasados[12] y tampoco es posible adivinar si un bien se convertirá en medio de intercambio en el futuro»

    Entonces ¿Cómo es posible que los primeros mineros como Hal Finney, que la única utilidad que viesen en Bitcoin fuera la monetaria en un futuro, intercambiasen autísticamente el equivalente a unos «few cents» (precio) en electricidad y capacidad de proceso por unidades de Bitcoin, sin la referencia de ningún precio pasado? Precios autísticos que a su vez se utilizaron como referencia para los primeros intercambios interpersonales en New Liberty Standard.

    Bitcoin no necesitó ningún otro uso no monetario para generar precios. Es así de fácil, Joel, no hay que darle tantas vueltas.


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